Una revisión de las teorías básicas en las Relaciones Internacionales

Antes de desarrollar una Teoría de un mundo multipolar, es necesario revisar las principales teorías de las Relaciones Internacionales (RI). Sin ello, no seremos capaces de encontrar un lugar para esta teoría y de relacionarla dentro de un contexto científico existente. Como hemos dicho antes, no existe una Teoría completa del Mundo Multipolar en el ámbito de las RI. Por lo tanto, para su correcta institucionalización, tenemos que recopilar un vasto material relacionado con otras teorías que por ahora se han convertido en clásicas.

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Anteriormente definimos el concepto de multipolaridad en correlación con conceptos contiguos con los cuales puede ser comparado o contrastado. De este modo llegamos a un espacio semántico dentro del cual se sitúa el objeto de nuestra teorización. El concepto de multipolaridad está por lo tanto determinado.

Ahora tenemos que hacer lo mismo con las teorías básicas de las RI. Describiendo brevemente cada una de ellas, nos centraremos en sus discrepancias fundamentales respecto a la Teoría del mundo multipolar, lo que definirá las fronteras no sólo del campo conceptual, sino de la propia teoría también.

La Teoría del mundo multipolar implica que nos marcamos el objetivo, no sólo de estudiar el fenómeno de la multipolaridad o el proyecto de la multipolaridad dentro de una u otra existente teoría de las RI, sino que tenemos la intención de justificar la nueva teoría, emanada de condiciones radicalmente diferentes de aquellas sobre las que se basan las teorías generalmente aceptadas. Y para ello tenemos que hacer una breve revisión, deteniéndonos particularmente en aquellas entidades cuya inclusión en la Teoría del mundo multipolar es inaceptable, y en aquellas que por el contrario pueden ser adoptadas con algunas modificaciones.

El realismo y sus límites

Uno de los dos paradigmas principales que dominan las RI es el realismo. El realismo tiene distintas variedades: desde el realismo clásico de Hans Morgenthau, E. Carr, y R. Aron, pasando por el realismo maduro de Henry Kissinger, hasta el neorrealismo de K. Waltz, S. Walt, o R. Gilpin.

Los postulados básicos del realismo son los siguientes:

– Los principales actores de las relaciones internacionales son los Estados-nación;
– La soberanía de los estados-nación implica la ausencia de cualquier autoridad reguladora que exceda los límites del estado;
– De este modo, existe anarquía (caos) entre los diferentes países en la estructura de las relaciones internacionales;
– El comportamiento del Estado en el ámbito internacional está sujeto a la lógica de la máxima consecución de los intereses nacionales (susceptibles de cálculo racional en cada situación en particular);
– La autoridad de un Estado soberano es la única entidad lo suficientemente competente para llevar a cabo la política exterior, su comprensión y su puesta en práctica (los ciudadanos comunes, individuos-λ, por definición, no son competentes para juzgar el campo de las relaciones internacionales y no son capaces de influir en los procesos que tienen lugar en él);
– La seguridad del Estado frente a la potencial amenaza externa o la competencia es la principal tarea de la autoridad política de todos los países en las relaciones internacionales;
– Todos los Estados están en condición de guerra potencial entre sí por sus propios intereses egoístas (la guerra potencial se convierte en real sólo en ciertas situaciones de aumento crítico del conflicto de intereses);
– La naturaleza de la sociedad humana permanece inmutable, independientemente de los cambios históricos, y no está dispuesta a cambiar en el futuro;
– El aspecto factual de los procesos en las relaciones internacionales es más importante que el aspecto normativo;
– El último nivel de explicación de las estructuras de los acontecimientos y las relaciones internacionales es la identificación de los hechos objetivos y las regularidades que tienen una base material-racional.

El realismo en las RI percibe el sistema de Westfalia como una ley universal que existía ya en las primeras etapas de la historia, pero que fue percibido y adoptado por una mayoría de las potencias europeas desarrolladas sólo a partir del siglo XVII. El enfoque realista se basa en el principio de la absolutización de la soberanía del Estado-nación y de la importancia en primer término de los intereses nacionales. Al mismo tiempo, los realistas consideran con escepticismo cualquier intento de crear instituciones jurídicas (y otras) internacionales que pretendan regular los procesos en las relaciones internacionales sobre la base de normas y valores de carácter internacional (supra-nacional). Cualquier intento de limitar la soberanía de los Estados-nación es vista por los realistas como “idealismo” (E. Carr) y “romanticismo” (Carl Schmitt).

Los realistas están convencidos de que cualquier forma de asociación, o por el contrario, de desintegración de los estados tradicionales sólo conduce a la aparición de nuevos estados-nación, condenados a reproducir el mismo esquema regular en un nivel mayor o menor. Este esquema se somete a los principios inmutables constantes de la soberanía y de los intereses nacionales y el Estado, bajo cualquier condición, sigue siendo el único actor de pleno derecho en las relaciones internacionales.

Uno de los fundadores del realismo clásico, Hans Morgenthau, hizo hincapié en cinco postulados y principios básicos de esta escuela:

1. La sociedad está gobernada según leyes objetivas, no según deseos.
2. Lo más importante en los asuntos internacionales es el interés, definido en términos de fuerza y ​​poder.
3. Los intereses de los estados cambian.
4. En la política se requiere el rechazo de la moral.
5. La cuestión principal en las relaciones internacionales es cómo una determinada política afecta a los intereses y el poder de la nación.

La identificación de estas cinco áreas, y un análisis de cómo se responde a estas cuestiones, incluida la eficiencia con que se ponen en práctica, es el contenido principal de las RI, según lo entienden los realistas.

El Realismo clásico se limita al conjunto de estos puntos de partida, que defiende y justifica de cara a sus principales oponentes ideológicos (los liberales en las RI).

El neo-realismo complica cualitativamente este esquema, introduciendo en él el concepto de la “estructura” de las relaciones internacionales (K. Waltz). En lugar de caos y anarquía (como en el realismo clásico) en el ámbito de las relaciones internacionales está presente un equilibrio de poderes siempre cambiante. Este potencial acumulativo pero multidireccional sostiene todo el sistema mundial en su lugar, o en algunos casos, provoca cambios en la estructura. Por lo tanto, la soberanía en su ámbito de aplicación y, en consecuencia, la capacidad de realizar los intereses nacionales en alguna medida, no sólo depende del propio Estado en su enfrentamiento con oponentes y competidores directos en cada caso particular, sino también de toda la estructura del equilibrio global de poderes. Esta estructura, de acuerdo con los neorrealistas, influye activamente en el contenido y el alcance de la soberanía nacional e incluso en la formulación de los intereses nacionales. Los realistas clásicos comienzan su análisis a nivel del estado individual.

Los neorrealistas comienzan con la estructura global, compuesta por los estados individuales que afectan a su actividad. A partir de aquí, al igual que con los realistas clásicos, los neorrealistas presumen que el principio fundamental de la política del país en las relaciones internacionales es el principio de la “autosuficiencia” (auto-ayuda).

En las décadas de 1960-1970 los neorrealistas justificaron teóricamente el mundo bipolar como un modelo estructural ejemplar para las relaciones internacionales, en el cual se basaba el equilibrio entre las dos hegemonías (norteamericana y soviética). Es decir, esta misma estructura, en vez de de los intereses de los diferentes Estados-nación, determinaba en este caso el contenido de toda la política exterior de los países del mundo. El cálculo de los intereses nacionales (y, en consecuencia, las medidas para su aplicación) comenzó en sí mismo con el análisis de la bipolaridad y con la localización de cada país particular en el mapa de este espacio bipolar, con la correspondiente marca geopolítica, económica, ideológica y política.

Cuando el mundo bipolar se derrumbó en 1991 (lo que neorrealistas no esperaban ni predijeron, convencidos de la estabilidad de la estructura bipolar), varios representantes de esta escuela (por ejemplo, R. Gilpin, S. Walt, y M. Rupert) justificaron un nuevo modelo de estructura global correspondiente al mundo unipolar. En lugar de dos hegemonías, apareció un único hégemon estadounidense, el cual predetermina desde entonces la estructura de las relaciones internacionales a una escala global.

Pero también en este caso los neorrealistas están convencidos de que el centro de todo el sistema está encabezado por los intereses nacionales. Bajo las condiciones del mundo unipolar, estos intereses son los intereses nacionales de un solo país, los EEUU, que está en el centro de la hegemonía global y en su origen. Otros países se ajustan a esta imagen asimétrica, correlacionando sus propios intereses nacionales a escala regional con su estructura global.

Los representantes de los derechistas partidos conservadores (Republicanos en los EEUU, Tories en el Reino Unido, etc.) tienden a gravitar hacia el enfoque realista.

Cabe señalar que el realismo es uno de los dos paradigmas más populares en los EEUU en la evaluación e interpretación de los acontecimientos y procesos que tienen lugar en la política internacional.

El paradigma realista no hace una elección entre la Paz de Westfalia (basada en la soberanía de muchos estados-nación), la bipolaridad o la unipolaridad. Distintos partidarios del enfoque realista pueden sostener diferentes opiniones en este asunto, pero todos ellos comparten el conjunto de verdades axiomáticas mencionadas anteriormente y la creencia de que los Estados-nación (uno, dos o muchos) actúan como los actores principales y superiores en el campo de las relaciones internacionales. En consecuencia, la soberanía, los intereses nacionales, la seguridad y la defensa son identificados como los principales criterios para el análisis de los problemas asociados con las RI.

Los realistas nunca amplían sus teorías más allá del Estado-nación o de varios Estados-nación ya que esto entraría en contradicción con su configuración básica. Por lo tanto, los realistas son siempre escépticos acerca de todas las entidades y procesos internacionales, viéndolos como una limitación de la soberanía nacional mediante la organización de entidades e instituciones supranacionales. Los realistas no reconocen ninguna realidad política concreta en el ámbito internacional perteneciente a estructuras supranacionales (e intra-nacionales) de poder. La política exterior es enteramente competencia de las autoridades políticas legales de los Estados-nación. Las entidades internacionales o las posiciones de segmentos separados dentro del Estado-nación no tienen ningún peso y pueden ser descartadas. Se ve como un hecho simple y concreto el que las autoridades que toman las decisiones políticas tienen que ser reconocidas legalmente (por regla general, el presidente, el primer ministro, el gobierno, el parlamento, etc.).

A partir de aquí, los realistas se muestran escépticos acerca de la globalización, de la internacionalización y de la integración económica, y constantemente discuten con los que, por el contrario, prestan una atención prioritaria a estas cuestiones.

El liberalismo en las RI

Los principales opositores de los realistas en las RI fueron y son los liberales. El paradigma liberal comparte con el paradigma realista varias configuraciones básicas. Al igual que los realistas, los liberales tratan los estados del Occidente moderno como un modelo ejemplar universal que guía su pensamiento teórico. Al mismo tiempo, los liberales se diferencian de los realistas por una variedad de posiciones principales. En primer lugar, a diferencia de los realistas, los liberales creen que la naturaleza humana y, a partir de ahí, la naturaleza de la sociedad humana y su expresión política en la forma del Estado, están sujetas a un cambio cualitativo (asumiendo que es para mejor).

De esto se deduce que las formas políticas de la sociedad pueden evolucionar y en algún momento ir más allá de los límites del estado, del egoísmo nacional, y del individualismo. Esto a su vez significa que, bajo ciertas circunstancias, se asume la posibilidad de la cooperación, de la colaboración y de la integración entre diferentes estados sobre la base de ideales “morales” y valores comunes.

En sus fundamentos filosóficos, los liberales están inspiradas en las ideas de John Locke acerca de la neutralidad de la naturaleza humana, susceptible de mejora a través de la educación, mientras que los realistas basan sus ideas sobre los conceptos de Hobbes, a saber, que la gente es inherentemente egoísta, agresiva, y mala (de ahí su famosa máxima de “homo homini lupus“).

A diferencia de los realistas, que consideran a los estados como los principales actores de los procesos que tienen lugar en el campo de las relaciones internacionales, independientemente del régimen político, la estructura y las características ideológicas, los liberales, por el contrario, cuestionan este enfoque. Reflexionan sobre qué tipo de régimen político hay en uno u otro Estado, y dependiendo de si este régimen es liberal y democrático o no, a continuación, despliegan sus conceptos de RI. El factor decisivo es si uno u otro estado es democrático (esto incluye el parlamentarismo, el mercado, la libertad de prensa, la separación de poderes, elecciones, etc.) o no lo es.

Para los partidarios del paradigma democrático liberal, las relaciones de los países democráticos con otro implican una estructura de interacciones completamente diferente que la de los países no democráticos entre sí, o entre países democráticos y no democráticos. Los liberales creen que la democracia desarrollada en la política interna afecta drásticamente la política exterior del Estado. Toda la teoría de los liberales en las RI se construye en torno a una importante declaración: “Las democracias no luchan entre sí”. Esto significa que los regímenes democráticos se relacionan entre sí de la misma manera que sus ciudadanos se relacionan con su propio país: en lugar de por la agresión, la coacción, la violencia, la jerarquía, etc., las relaciones se basan en la competencia pacífica, reconociendo la prioridad de lo que es correcto, la racionalización de las interacciones y de los procedimientos.

Los liberales afirman que la democracia puede repetirse al nivel de las RI. En consecuencia, esto significa que toda la esfera de las RI no es sólo una lucha de todos contra todos y la obediencia a un egoísmo ciego, sino que en cambio está relacionada con la llamada “Anarquía de Locke” (o “anarquía de Kant” – en palabras de A. Wendt), que es una asociación pacífica y abierta entre distintos países, incluso si sus intereses nacionales están en conflicto. Esto contrasta con la “anarquía de Hobbes”, la cual sugiere que “el Estado es un lobo para otro estado”, una inmutabilidad de la que los realistas están convencidos.

Sobre esta plataforma democrática, es posible crear estructuras transnacionales que puedan transformar el caos en el sistema. En sus postulados básicos, los liberales tempranos (como el político británico R. Cobden, el presidente estadounidense Woodrow Wilson, o el pacifista N. Angell) se oponen a los realistas en el hecho de que, para ellos, el régimen político (en concreto, la democracia o la no democracia) es crucial en el análisis de las relaciones internacionales. Si los países son democráticos, entonces el conjunto de estos países evoluciona regularmente, moviéndose hacia la creación de un sistema supranacional y la aparición de instituciones supranacionales especiales. Los países no democráticos que entran en la fase de democratización también serán incluidos en estas instituciones.

Por lo tanto, el principio del egoísmo nacional y la “autosuficiencia” (auto-ayuda) pueden ser superados en el curso de la democratización, lo que podría constituir la base de la paz civil y la integración de las diferentes sociedades, todavía divididas por las fronteras nacionales, en un sola sociedad civil democrática.

Los liberales cuestionan las tesis principales de los realistas. Para los liberales:

– Los Estados-nación son importantes, pero no son los únicos, y en ciertas situaciones no son el actor principal de las relaciones internacionales;
– puede haber una cierta entidad supranacional cuyos poderes estarán por encima de la soberanía de los estados-nación;
– la anarquía en las relaciones internacionales se puede eliminar, o si no, al menos armonizar, pacificar y moderar;
– el comportamiento de los Estados en el ámbito internacional está sujeto no sólo a la lógica de la consecución máxima de los intereses nacionales, sino de los valores universales también, los cuales son reconocidos por todos los países (si estos países son democráticos);
– la autoridad del Estado no es la única entidad responsable de conducir la política exterior, de su comprensión y aplicación (los ciudadanos comunes en las sociedades democráticas desarrolladas no necesariamente tiene que ser individuos λ, sino “personas cualificadas” según la expresión de James Rosenau, y en este caso, pueden entender adecuadamente los procesos de las relaciones internacionales e incluso influir parcialmente en ellos);
– la seguridad del Estado frente a la potencial amenaza externa es una preocupación para toda la sociedad, y la forma más directa de lograrla es a través de la democratización de todos los países del mundo (como las “democracias no luchan entre sí”, buscan formas de resolver pacíficamente las tensiones y los conflictos a través del compromiso);
– los Estados democráticos están en un estado de paz relativamente estable y garantizada con otros, y la amenaza de la guerra proviene sólo de los estados no democráticos y de otros actores en la política mundial (por ejemplo, el terrorismo internacional);
– la naturaleza de los estados y la naturaleza de la sociedad humana cambian constantemente, mejorando y perfeccionándose, el índice de libertad aumenta, los procesos de democratización se fortalecen, y el nivel de tolerancia y responsabilidad cívica crece (esto da esperanza para la evolución de todo el sistema político mundial y el abandono gradual de las estructuras jerárquicas rígidas y de la militarización de las relaciones internacionales);
– El lado fáctico del proceso no debe oscurecer el lado normativo en las RI (el poder de los ideales, las normas y los valores es a menudo tan importante como el poder de los recursos y las tecnologías materiales);
– El último nivel de explicación de las estructuras de las relaciones internacionales y de los acontecimientos que tienen lugar en estas estructuras es identificar, junto con los hechos objetivos y las regularidades que tienen una base material-racional, las motivaciones normativo-idealistas y el factor de los valores.

Como vemos, los defensores del paradigma liberal en las RI se oponen a los representantes del realismo. La disputa entre ellos es el contenido principal del desarrollo de las RI como disciplina científica.

El desarrollo del paradigma liberal clásico es el neoliberalismo (a veces es definido como un paradigma de RI distinto, el “transnacionalismo”). Los neoliberales (M. Doyle, J. Rosenau, J. Nye, R. Keohane, etc.) se centran en los procesos de globalización, en la aparición de un único espacio económico, informativo, cultural y social, y en la difusión de los valores democráticos occidentales en todo el mundo y su profunda introducción en la estructura social y en la vida social. Los neoliberales ven en el fenómeno de la globalización la confirmación demostrativa de la corrección de su paradigma, que afirma la necesidad de la creación de estructuras supranacionales hasta el nivel de un gobierno mundial.

Los neoliberales hacen hincapié en que, junto con los estados, en el mundo moderno, las ONGs, las redes y las estructuras sociales (el movimiento de derechos civiles, “Médicos sin fronteras”, los observadores internacionales en las elecciones, Greenpeace, etc.) comienzan a tener una significativa, grande y creciente influencia en los procesos de política exterior de los Estados.

La teoría neoliberal clásica (la teoría de la interdependencia) fue desarrollada por los politólogos estadounidenses J. Nye y R. Keohane. Según esta teoría, la era de los estados-nación como los principales actores de las relaciones internacionales es una cosa del pasado, y los estados soberanos son ahora sólo una de las unidades activas, junto con las estructuras industriales (nacionales) y los diferentes grupos sociales, que experimentan un mayor acceso a la esfera de las relaciones internacionales y un aumento de su actividad a nivel transnacional. Fue John Nye quien acuñó el término “soft power” [“poder blando”] para enfatizar la importancia del factor de las ideas, las normas y las metodologías intelectuales para el éxito de la globalización y la democratización a escala global. Los realistas a menudo actúan como partidarios del “hard power” [“poder duro”]. Los liberales, por su parte, hacen hincapié en una más fina red de herramientas de influencia.

Fenómenos tales como la creación de la Unión Europea, la creación del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y el Tribunal de La Haya, según los neoliberales, son el prototipo del futuro orden mundial, donde ciertas entidades emergentes tendrán autoridad más allá del nivel nacional. Las funciones de los estados disminuirán gradualmente hasta que sean suprimidas finalmente.

El paradigma liberal de las RI está muy extendido y, junto con el realismo, es uno de los dos modelos principales de interpretación, análisis y predicción de procesos en las relaciones internacionales. En el ámbito político, el paradigma liberal es tradicionalmente seguido por los representantes de los partidos de centro-izquierda y democrátas, mientras que los realistas suelen ser los conservadores, aislacionistas y las fuerzas patrióticas. En la política estadounidense, el paradigma liberal es principalmente característico del Partido Demócrata, propenso a modelos de política exterior tales como la no-polaridad y el multilateralismo.

Desde la década de 1990, el enfoque liberal y neoliberal se ha hecho cada vez más popular en los países europeos, ayudado por la formación de la Unión Europea. Este es un claro ejemplo de cómo el concepto liberal de transnacionalismo puede ser puesto en práctica. El enfoque realista (el “soberanismo”) es tradicionalmente fuerte en los países europeos y sus representantes toman la integración europea con fuerte escepticismo.

Si limitamos nuestra discusión sólo a la esfera de la Realpolitik y de la política concreta, observaremos que la gran mayoría de los debates sobre las RI que se desarrollan entre los políticos de alto nivel en los foros internacionales de prestigio y en los grandes medios de comunicación de masas, se limitan a enfrentamientos pseudo-rituales entre los realistas y los liberales. A este nivel, los representantes de otros paradigmas están casi ausentes, o rara vez dicen algo. Esto es parecido a la situación anterior a la década de 1970, cuando los debates entre los realistas y los liberales constituían el contenido básico de los estudios teóricos y de los debates en la comunidad académica. Sin embargo, desde finales de los 60 y principios de los 70, el campo teórico de las RI se ha poblado cada vez más con otros enfoques alternativos. Muy a menudo, mientras permanecen limitados a las discusiones académicas y rara vez se aventuran en el ámbito público, estos paradigmas alternativos se están haciendo cada vez más influyentes en las teorías de las RI, y de año en año los libros de texto modernos en este campo les prestan más atención. Por lo tanto, con el fin de llegar hasta el fondo en torno a la construcción de la Teoría del mundo multipolar, necesitamos revisar estos paradigmas alternativos también.

La Escuela inglesa en las RI

La Escuela inglesa sostiene una posición especial entre las otras teorías de las RI. Generalmente no se sitúa en un paradigma distinto porque tiene una serie de características en común con el realismo y con el liberalismo, aunque sí representa una original combinación de elementos propios de ambos enfoques. Sin embargo no puede considerarse como una síntesis de ambas escuelas ya que, en varios de sus aspectos, sus representantes se adhieren a posiciones bastante originales, no reducibles ni al liberalismo ni al realismo.

Fundada por el australiano Hedley Bull, esta escuela se diferencia de las teorías convencionales por dedicar una mayor atención al análisis sociológico de toda la esfera de las RI. Bull y sus colegas y seguidores (M. Wight, J. Vincent, etc.) introdujeron el concepto de “sociedad mundial” o “sistema mundial” para enfatizar que los estados separados (reconocidos por los representantes de la escuela inglesa como los actores principales prioritarios en el área de las relaciones internacionales), tomados en conjunto, no representan simplemente un aglomerado mecánico de individualidades motivadas egoístamente que actúan sólo por intereses privados (como afirman los realistas), sino una “sociedad” y un sistema social. Esta construcción predetermina el contenido sociológico y (en parte) político de las acciones de los actores y los acontecimientos internacionales, de forma similar a como la sociedad asigna el estatus social y el papel de sus miembros, dando a cada elemento su significado social. Es por ello que, según los representantes de la escuela inglesa, los Estados-nación requieren el reconocimiento mutuo de la soberanía por parte de otros como un requisito previo para la soberanía de facto. Por lo tanto, la soberanía no sólo es una propiedad del Estado, autónomamente inherente, sino al mismo tiempo, también es un producto del contrato social a nivel internacional. Esto significa que el caos y la anarquía en el ámbito internacional son relativos y representan un tipo especial de sistema que puede ser estudiado racionalmente y cambiado deliberadamente.

Este punto de la relatividad del caos en el entorno internacional aproxima en parte a los representantes de la Escuela inglesa junto a los liberales clásicos. Por otra parte, también hay semejanzas con algunas teorías neoliberales, en las que hay una insistencia en ampliar la gama de actores en las RI. Al mismo tiempo, sin embargo, los teóricos de la Escuela inglesa están de acuerdo con los realistas en evaluar la importancia de la hegemonía en el modelo general de las relaciones internacionales, y en construir sus análisis evaluando el potencial de fuerza real de las grandes potencias. Esto es visto como un parámetro clave predeterminante de todo el sistema de las relaciones internacionales, lo que aproxima esta escuela a los realistas.

Esta incertidumbre en la clasificación no ha cesado con el tiempo, y hasta el día de hoy, uno u otro especialista en RI sugiere interpretar el papel y el lugar de la Escuela inglesa en los paradigmas básicos de las RI, insistiendo en que sus seguidores son “idealistas de la era de la Guerra Fría” (J. Mearsheimer) o, más usualmente, incluyéndola en uno de los tipos de realismo.

El acento en el componente sociológico del análisis de las RI es característico de la teoría de R. Aron, quien indiscutiblemente es considerado como un realista.

La Escuela inglesa ha tenido un impacto significativo sobre algunas teorías pos-positivistas de las RI, que revisaremos brevemente más adelante. En particular, dio forma a la dirección de la sociología histórica y el normativismo.

Neo-marxismo (tercer paradigma)

El tercer paradigma más popular en las RI (después del realismo y del liberalismo) es el neo-marxismo. Este modelo de análisis de las RI se basa en un acercamiento anti-capitalista y anti-burgués, que proviene del marxismo, y este hecho por sí solo explica por qué es excluido del discurso político oficial que prevalece en los países capitalistas. Una clara disonancia cognitiva se presenta entre la axiomática del capitalismo liberal (el “nacional” de los realistas o el “transnacional” de los liberales) y el marxismo, en el mismo acercamiento filosófico básico a la valoración de la sociedad moderna y de los principales procesos políticos, económicos y sociales que se desarrollan en ella. Al mismo tiempo, el neo-marxismo en las RI tiene un muy alto grado de elaboración de sus conceptos y teorías y está basado en un discurso científico-racional, dotándolo por lo tanto de un alto grado de material científico, independientemente de si sus metodologías analíticas son o no tratadas por los propios marxistas o por los partidarios de la ideología burguesa.

Teóricamente, el neo-marxismo en las RI puede ser introducido en un contexto ideológicamente neutral, incluyendo la comprensión de la estructura de las RI desde el punto de vista de la clase liberal dominante.

Hasta la fecha, un ejemplo clásico del modelo neo-marxista de la teoría de las RI es la teoría del sistema-mundo de I. Wallerstein. Desde la perspectiva de Wallerstein, el sistema capitalista originalmente evolucionó como un fenómeno global. La división de los países europeos en Estados-nación fue sólo una etapa de transición. En todos los niveles y en todas las etapas, la clase burguesa tendió a integrarse en una sola entidad atravesando las fronteras nacionales, tirando de sí misma dentro del núcleo de la burguesía internacional. Fue empujada a hacerlo por la propia lógica del capital, el principio de libre comercio y la búsqueda de mercados nuevos y emergentes. El capitalismo es originaria y esencialmente transnacional.

Esta es la razón por la que la globalización y el debilitamiento de las fronteras entre los estados no es algo excepcional, sino simplemente un uso planetario de la estructura espacial que inicialmente es inherente al sistema capitalista.

La clase burguesa es la clase mundial, y en nuestro tiempo esta clase alcanza su localización geográfico-espacial en el “Norte rico” (u “Occidente global”, o “núcleo” del sistema-mundo). El centro de la burguesía mundial se convierte en Occidente en un sentido amplio, y el capital y las altas tecnologías se concentran allí. Los beneficiarios de los principales procesos macroeconómicos que se desarrollan en la economía mundial se concentran allí. El poder político global, por lo tanto, lógicamente también se concentra allí. El hecho de que los Estados-nación y las administraciones correspondientes sigan existiendo no afecta a la esencia del funcionamiento del sistema mundial de ninguna manera: las decisiones básicas en las relaciones internacionales no son tomadas por los gobiernos y los estados, sino por la élite mundial cosmopolita capitalista, compuesta por representantes de varias naciones y pueblos – desde los financieros americanos clásicos y los fabricantes europeos a los jeques del petróleo, los nuevos oligarcas rusos y los nuevos ricos del Tercer Mundo. Esto es el “núcleo”, el cuerpo de un gobierno mundial.

En el lado opuesto del sistema-mundo, en el área de la periferia mundial de los países del Tercer Mundo, se concentra el proletariado mundial. Esto son los segmentos empobrecidos de la población de los países pobres, que viven en la extrema pobreza y en la injusticia. La periferia mundial representa una localización espacial del proletariado mundial, “desposeído de este mundo”. La influencia de las estructuras políticas nacionales y regionales sobre ella sigue siendo muy fuerte y, en contraste con la burguesía mundial incluyendo sus representantes regionales, todavía son muy débilmente conscientes de su pertenencia de clase, y por tanto de la necesidad de la solidaridad de clase, pero con la configuración de la globalización en un modelo legal de orden mundial, cada vez más segmentos del proletariado mundial están involucrados en procesos de migración. Bajo la presión de factores materiales, son obligados a trasladarse a nuevos espacios y a mezclarse con los segmentos proletarios de otros grupos étnicos y nacionales. Durante esta internacionalización migratoria, el proletariado mundial del Tercer Mundo toma conciencia de su papel histórico como clase revolucionaria del futuro. En los países más desarrollados, el proletariado integra a los representantes de los estratos inferiores a los de las sociedades más desarrolladas, llevando con ellos al entorno proletario un mayor nivel de auto-reflexión histórica y social. Por lo tanto, a una escala global, la condición previa para la revolución mundial se forma gradualmente en el sistema-mundo, y, finalmente, llegará a ser posible en las últimas etapas de la globalización, cuando el sistema capitalista mundial, alcanzando los límites naturales ambientales y geográficos de su expansión, entre en una serie de impresionantes crisis y colapsos económicos, financieros y políticos.

Otro componente importante de la estructura global en la teoría neo-marxista son los países de la semi-periferia. Algunas de las grandes potencias, teniendo muchísimo más potencial que las sociedades del Tercer Mundo, pero inferior al de la región del “Norte rico” según los principales criterios de desarrollo, se agrupan en esta categoría. Ejemplos típicos de tales países semi-periféricos son los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Un enorme potencial económico, de recursos, técnico-militar y demográfico se concentra en estos países, pero por ahora, estos países de la semi-periferia dependen de Occidente para la tecnología, las patentes y la logística propia de la organización de la sociedad y la economía en varios niveles, desde el político y social al legal y cultural. Los países semi-periféricos forman una especie de “segundo mundo”. Su burguesía aún no se ha integrado plenamente en la clase global mundial y las masas proletarias no están en una posición tan miserable como la de los países del Tercer Mundo. Desde la perspectiva de Wallerstein, la semi-periferia no es una alternativa al capitalismo global, sino un fenómeno temporal. Bajo la influencia de los procesos de globalización, los países de la semi-periferia seguirán de una u otra manera a los países del “Norte rico”. Esto significa que la élite burguesa, tarde o temprano, se integrará en la clase mundial y el gobierno mundial, y los procesos de migración conducirán a la mezcla del proletariado local y el de los países del Tercer Mundo, llegando en algún momento a la internacionalización del proletariado.

Como resultado, los países de la semi-periferia se derrumbarán, y sus segmentos serán completamente integrados en el sistema-mundo sobre una base de clase: la burguesía se unirá al “Occidente global”, y las clases inferiores colapsarán en una similar masa cosmopolita de migrantes, perdiendo rápidamente sus características nacionales y culturales. Después del colapso de la semi-periferia el sistema-mundo se hará perfecto y completo. En ese momento, sin embargo, los neo-marxistas creen que el proletariado mundial se rebelará y marcará el comienzo de una revolución que destruirá el sistema existente.

Este análisis del sistema-mundo describe e interpreta con exactitud ciertos procesos del mundo moderno y muchos especialistas en RI están basándose en él, o utilizándolo para sus análisis o para describir ciertos fenómenos. En el campo de la investigación científica teórica, desde la década de 1960 este enfoque se ha hecho un firme y digno hueco entre el realismo y el liberalismo. Actualmente, es descrito como el tercer paradigma de las RI en los libros de texto, y todos los especialistas en este campo están obligados a conocerlo. No obstante, como ya se ha dicho, las referencias y las apelaciones a este tipo de análisis están casi completamente excluidas de los debates políticos o de las declaraciones de los políticos y los expertos al dirigirse al público en general.

Debemos añadir que desde la perspectiva de Wallerstein, la globalización es un mal, aunque uno necesario. Del mismo modo que para el propio Marx el capitalismo era un mal a curar, pero al compararlo con la antigua sociedad de castas feudal era considerado un fenómeno progresista y avanzado. El caso es similar también para el neo-marxismo: sus defensores se llaman a sí mismos “anti-globalistas”, en la medida en que son muy conscientes de la naturaleza burguesa de este proceso y toman partido ideológico frente a la clase burguesa mundial que está impulsando la fuerza de la globalización. Al mismo tiempo, ellos también consideran la globalización como inevitablemente predeterminada histórica, tecnológica y materialmente, e incluso como una aparición “avanzada” y “progresista” en comparación con los estados-nación o los países de la “semi-periferia”.

La revolución proletaria mundial es posible sólo después de la victoria de la globalización, pero de ninguna manera antes, al menos según las creencias de los modernos neo-marxistas. Para enfatizar esto, ellos prefieren llamarse a sí mismos “alterglobalistas”, es decir “Globalistas Alternativos”. Ellos actúan no tanto contra la globalización como contra la élite mundial burguesa y, por el contrario, la globalización y la internacionalización del proletariado mundial que la acompañan, como un correlato inevitable de la globalización, son un proceso positivo para ellos. La renuencia de los alterglobalistas a aceptar en sus filas a aquellas fuerzas que actúan tan radicalmente como ellos contra la globalización y el globalismo, pero desde el punto de vista de la preservación de la soberanía nacional y de la identidad religiosa, está relacionado con esto. Según los alter-globalistas, los Estados-nación deben ser abolidos en el espacio de las tres zonas del sistema-mundo. De esta manera, siguen la crítica de Marx de los movimientos anti-burgueses de orientación feudal o clerical. De hecho, una parte importante del Manifiesto del Partido Comunista se dedica a la elucidación de lo que distingue a los comunistas de los no comunistas, así como de lo que constituye las tendencias anti-burguesas. Del mismo modo, los alter-globalistas modernos, siendo enemigos de la burguesía mundial, están en parte de acuerdo con ella históricamente, frente a esas fuerzas “anti-globalistas” que son consideradas por los neo-marxistas como “reaccionarias”. Están convencidos de que la revolución proletaria es imposible sin la internacionalización de la clase mundial planetaria y el establecimiento de un gobierno mundial.

En consecuencia, los partidarios de este paradigma de las RI ven por lo tanto la globalización burguesa como una inevitabilidad histórica que es necesaria para hacer avanzar su causa. Hasta que tenga lugar la internacionalización completa de la clase burguesa a una escala mundial, el proletariado del mundo no se convertirá en una potencia global internacional, y por lo tanto no será capaz de darse cuenta realmente de su destino universal histórico. Esto no es posible sin una intensa migración global y la mezcla racial y cultural de las masas desposeídas de todo el mundo, con una pérdida paralela de la identidad étnica, cultural, religiosa y nacional de toda la humanidad. La burguesía cosmopolita global debe enfrentarse al proletariado cosmopolita mundial – esta es la única manera posible de hacer una revolución proletaria real según los neo-marxistas.

Es fácil distinguir su continuidad con la versión trotskista del marxismo, a la que a veces los neo-marxistas apelan abiertamente. Trotsky criticó el régimen de Stalin concretamente a causa de la teoría acerca de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, propuesta por Stalin en 1924. Trotsky creía, con Lenin, que la victoria de la revolución proletaria en un solo país es posible, pero que entonces la revolución mundial debe comenzarse. De no iniciarse, el socialismo degenerará en burocracia y sólo evitará esta revolución mundial, no contribuyendo a la misma. Este era el significado de la crítica trotskista al sistema estalinista. Los neomarxistas construyen sus teorías en las RI basándose en esta misma lógica, insistiendo en que la revolución proletaria sólo puede ser radicalmente internacional y global. Cualquier intento de construir el socialismo en un solo país (o en varios países) situará las contradicciones de clase en un contexto nacional y retrasará el deseado momento histórico. La relación marxista con la “semi-periferia” es por lo tanto la siguiente: el hecho de que la internacionalización basada en la clase sea ralentizada y parcialmente bloqueada artificialmente por las políticas de las autoridades nacionales de estos países, sólo inhibe la forma explícita implícita en el sistema-mundo global y, por lo tanto, sólo conduce a la demora del proceso histórico.

Este hecho es descrito con detalle en los libros de los líderes teóricos de la alter-globalización, A. Negri y Hardt. En su terminología, ellos llaman al sistema-mundo el “Imperio”, en el centro del cual destacan los EEUU y la clase burguesa mundial. A él se oponen “multiplicidades” – individuos aislados y dispersos privados de su estatus social en la élite mundial y de cualquier característica social. Estas multiplicidades son consideradas como la clase revolucionaria del futuro, capaz de llevar a cabo el sabotaje global del “Imperio”.

Pero esto sólo puede ocurrir después de las victorias del “Imperio”. Por lo tanto, la lógica de los neo-marxistas y alter-globalistas en las RI es esta: dejar que el “Imperio” gane tan pronto como sea posible ,y dejar que haya un sistema-mundo encabezado por el gobierno mundial; sólo entonces puede llegar el momento de la rebelión de las multiplicidades.

Ahora veamos cómo los neomarxistas en las RI construyen sus polémicas con los representantes de otros paradigmas clásicos.

En contraste con el paradigma realista, afirman que:

– Los principales actores de las relaciones internacionales no son los Estados-nación, sino las clases globales: la estructura de las relaciones internacionales no está organizada por los gobiernos, sino por la lógica del capital, adquiriendo sentido espacial en el período de la globalización;
– de ahí, el concepto de soberanía es muy condicional y la anarquía de las relaciones internacionales se rige por las leyes del capital: en lugar de caos, debemos hablar de la lógica del capital;
– los intereses nacionales son sólo un área parcial en el proceso general del cálculo de beneficios; cómo se aborda la adquisición de capital, en consecuencia, depende de la estructura del lugar: por lo tanto, los intereses nacionales son en última instancia los intereses de la clase burguesa de esa sociedad;
– no los gobernantes reales y legales, sino los grupos financieros e industriales, esto es, la burguesía como clase, toman las decisiones clave en política exterior en cualquier estado, y los políticos gobernantes sólo formalizan y legalizan esta voluntad: la clase burguesa está a cargo de la política exterior;
– las llamadas a la seguridad y la movilización de “sentimientos nacionales” son una estrategia de información propagandista de la burguesía diseñada para desviar al proletariado de la lucha de clases y para evitar el crecimiento de la autoconciencia internacional y la solidaridad de clase con los trabajadores de otros países;
– contradicciones nacionales aparte, la burguesía mundial conspira entre sí con el fin de usurpar el poder de los líderes de los estados-nación, predeterminando así la lógica del desarrollo de los procesos en las RI;
– la gran guerra sin fin que se libra (secreta o abiertamente) es la lucha de clases: tiene un carácter internacional, y los conflictos étnicos y las contradicciones solamente distraen al proletariado de la revolución y lo alejan de la ejecución de su misión histórica;
– la naturaleza de los estados y la naturaleza de la sociedad humana está en constante evolución, lo que causa la exacerbación de las contradicciones entre el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y esto constituye la esencia del progreso histórico. Las contradicciones de clase se agravan, alcanzan una escala global, conducen a una crisis, y luego causan la revolución proletaria mundial, después de la cual los estados se marchitan y la sociedad humana se mueve hacia el comunismo;
– el aspecto de los hechos en los procesos de las relaciones internacionales es más importante que el aspecto normativo, si se interpreta el aspecto de los hechos a través de los métodos marxistas de análisis de clase: los hechos principales serán los hechos específicos de la lucha de clases;
– el nivel final de explicación de las estructuras de las relaciones internacionales y de los acontecimientos que tienen lugar en estas estructuras es la identificación de los hechos históricos objetivos y de las regularidades que tienen una clase y base ideológica.

Los neomarxistas plantean las siguientes tesis contra los liberales en las RI, en parte complementándolos y en parte refutándolos:

– las relaciones internacionales tienen una naturaleza de clase, y los regímenes democráticos corresponden más plenamente a la estructura del sistema burgués capitalista y revelan más abiertamente las contradicciones de clase;
– la lógica del capitalismo está por encima de los intereses nacionales de los estados, de ahí que la creación del gobierno mundial sobre una base democrática (es decir, burguesa) es de hecho posible e incluso necesaria, y está predeterminada históricamente (según los liberales);
– la anarquía en las relaciones internacionales es una fachada: siguiendo la lógica del capital global y de la clase burguesa mundial, puede ser superada y reemplazada en un momento dado por la institucionalización formal de una entidad supranacional (los neo-marxistas están de acuerdo en esto con los liberales);
– el comportamiento de los Estados en el ámbito internacional está sujeto no sólo a la lógica de garantizar al máximo los intereses nacionales, sino también a la necesidad histórica del desarrollo del sistema-mundo capitalista, lo cual se manifiesta más claramente en las democracias burguesas, pero no tan claramente en otros regímenes políticos: el Estado-nación sólo oculta esta lógica (el Estado-nación es, pues, un farol capitalista);
– los procesos de lucha de clases se despliegan en las relaciones internacionales, por lo que toda este área es un área de confrontación entre dos fuerzas transnacionales supranacionales, la burguesía mundial y el proletariado mundial: ellas son los principales actores de las RI;
– la seguridad del Estado es un mito burgués, confabulación de la libertad de la burguesía en el poder para explotar al proletariado con impunidad: el principal peligro proviene del capital, y luchar contra él, incluso a través de la acción revolucionaria directa, es la misión histórica de la desposeídos;
– “las democracias no luchan entre sí” sólo porque la burguesía dominante en ellas es muy consciente de que puede explotar con mayor eficacia al proletariado sólo mediante la coordinación de clase a nivel internacional;
– la guerra de clases se oculta bajo la fachada de un mundo democrático, y es constantemente exportada por las democracias al Tercer Mundo. Aquí, la democratización de la política y la liberalización de la economía se convierten en el medio para el establecimiento de un sistema de dictadura burguesa en interés del capital global: la guerra contra las no-democracias es una acción dirigida por la lógica del capital que busca alcanzar las fronteras planetarias. El terrorismo internacional es un hombre del saco artificial para asustar a las masas y justificar las intervenciones de los capitalistas y su agresión directa;
– la historia de la humanidad y de la sociedad se desarrolla dialéctica y progresivamente, no de forma lineal, sino cíclica: cada siguiente etapa de desarrollo lleva a la sociedad a un nuevo nivel, pero con esto las contradicciones de clase no se mitigan, sino más bien se agravan: la historia tiene una naturaleza conflictiva, y se organiza a través de una serie de guerras y revoluciones hasta que la naturaleza de clase de estos procesos ya no puede ser reconocida a escala global (sólo la victoria de la revolución socialista y la construcción del comunismo mundial salvará a la humanidad de los estados, las guerras, la miseria, la explotación, y violencia);
– el aspecto de los hechos en los procesos de las relaciones internacionales y el lado normativo comprenden dos aspectos de las relaciones de clase que se expresan materialmente y son diseñados ideológicamente. La Democracia formaliza con más claridad la imagen real de las relaciones materiales de la sociedad a través de la ideología burguesa, lo cual debe ser expuesto y criticado desde el punto de vista proletario sobre la base de la ideología marxista alternativa, que interpreta el mismo material y las regularidades económicas de una manera política completamente diferente. Es decir, no hay una sola disciplina en las RI, sino dos – las RI vistas por la burguesía, que se materializan en el realismo y el liberalismo, y las RI vistas por el proletariado, que se materializan en las teorías neomarxistas de las RI;
– el último nivel de explicación de las estructuras de las relaciones internacionales y los acontecimientos que tienen lugar dentro de ellas es la identificación del sentido de clase, la lógica del desarrollo, y la crisis del capital global.

Si se comparan las objeciones neomarxistas a los realistas y liberales, se puede observar el siguiente modelo: los neo-marxistas tienen más en común con los liberales que con los realistas, precisamente con los liberales, y en especial con los neoliberales, cuyas teorías los neomarxistas ven como un reflejo más fiel de las tendencias globalizadoras que más se acercan a la descripción del sistema-mundo, a pesar de que interpretan este sistema-mundo desde su propia posición de clase: frente a la clase burguesa mundial. Los realistas, según los marxistas, defienden la realidad de “ayer”, y mediante el permanente discurso de los Estados-nación, solamente oscurecen la naturaleza de clase de los procesos básicos en las relaciones internacionales y posponen la comprensión de su naturaleza de clase.

A pesar de que las teorías comunistas, y en especial la práctica, son esencialmente “demonizadas” en el mundo occidental, en la comunidad académica los representantes del paradigma neo-marxista de las RI son prestigiosos y autorizados.

11/11/2015

(Traducción de Página Transversal).