LA FILOSOFÍA PARA UN NUEVO COMIENZO. LA LECTURA DE HEIDEGGER HECHA POR DUGIN
Solapas principales
Martin Heidegger, pensador por excelencia de la tradición especulativa alemana y, por tanto, occidental, interpretado por Alexander Dugin, el más grande teórico contemporáneo del eurasianismo, feroz crítico de la Zivilización -en el sentido spengleriano- de Occidente. Esta confrontación titánica en realidad oculta una profunda afinidad electiva, conocida por los lectores de Dugin y que se hizo evidente en el ensayo Martin Heidegger. La filosofía de otro comienzo. Por otro lado, el gran volumen, de más de 400 páginas, es el único testimonio traducido del ruso de una investigación especulativa que llevó a Dugin a dedicar varias monografías al filósofo de Meßkirch.
El interés de Dugin por el pensamiento heideggeriano parte de compartir la perspectiva política de la revolución conservadora, que ha sido reelaborada y canalizada fructíferamente por el autor ruso en su Cuarta Teoría Política. Sin embargo, la fascinación por Heidegger es, sin embargo, principalmente de naturaleza teórica -como es evidente en el ensayo aquí considerado, en el que las secciones de la filosofía política son algo reducidas- y se sitúa esencialmente en el giro especulativo a través del cual Heidegger ha vuelto sobre este tema en toda la historia del pensamiento occidental reconociendo en ella un constante “olvido del Ser” (Seinsvergessenheit) y sentando las bases de una “cosmovisión” (Weltanschauung) que es radicalmente “diferente” a los paradigmas sustancialista y dualista de la metafísica occidental. Se trata de una postura teórica que Dugin reconstruye con gran perspicacia, ilustrando las principales articulaciones del pensamiento de Heidegger: desde el concepto de “estar ahí” (Dasein), entendido también como “estar-en” (Insein) y “estar-con” (Mitsein), analizada en Ser y tiempo (Sein und Zeit) junto con las nociones de la “situación afectiva” (Befindlichkeit), “curar” (Sorge) y “arrojar” (Geworfenheit), la tematización de los conceptos de “charla” (Gerede), “Autenticidad” (Eigentlichkeit), “Ser para la muerte” (Sein zum Tode), “Sí” (Das Man), de la “diferencia ontológica” (ontologische Differenz) entre esencia (das Seiende) y Ser (Sein), en las etapas del desarrollo histórico de la metafísica occidental, la prosa de Dugin reconstruye efectivamente el marco de la ontología fundamental de Heidegger. Es un tratamiento claro y compartible, del cual a menudo surge la profunda admiración que se alimenta hacia un filósofo que es reconocido por Dugin no simplemente como uno de los “grandes” de la filosofía occidental, sino principalmente como “el más grande”, para ocupar el papel de “último profeta” y auténtica “figura escatológica”. Si esta inspiración a veces hagiográfica y apocalíptica, que también es propia de la tradición rusa, recorre las páginas del ensayo de manera problemática, también es cierto que en otros lugares del mismo texto Dugin reconoce que Heidegger es más bien un hito indispensable, un Wegmarke a través del cual orientarse independientemente en el mundo, precisamente en la medida en que nos invita a dar respuesta a los problemas que provocativamente emanan del mundo, ciertamente no una figura para ser idolatrada según una reificación estática del pensamiento que es intrínsecamente proceso y poder dinámico.
La trama descriptiva a través de la cual Dugin presenta la filosofía heideggeriana a los lectores está, por otra parte, incrustada de sugerencias hermenéuticas indudablemente originales. Discutimos brevemente los tres aspectos que más nos llamaron la atención:
-Problematización de la traducción rusa de Heidegger: consciente, según el antiguo adagio, de que traducir es siempre traicionar, y al mismo tiempo convencido, hermenéuticamente, de que todo escrito es esencialmente una reescritura, Dugin dedica numerosas reflexiones a los problemas relacionados con la traducción de la especulación de Heidegger a la lengua rusa. La importancia que el propio Heidegger atribuye a la filosofía del lenguaje y al papel filosófico de la etimología, así como su intento de repensar la tradición especulativa occidental en términos lingüísticos, impone a todo intérprete extranjero una compleja operación cultural de confrontación con su propia tradición. Este tema, bien conocido por los estudiosos italianos de Heidegger es, según Dugin, particularmente significativo para los investigadores rusos, ya que induce a una identidad cultural específica – ortodoxa, profundamente espiritual y alejada del racionalismo occidental – para confrontar a un autor europeo que en su propia especulación resume y va más allá de toda su propia Kultur. El trasfondo lingüístico común, de tipo indoeuropeo, facilita la tarea y, al mismo tiempo, estimula a la filosofía rusa contemporánea a reflexionar en la dirección de un metalenguaje adecuado para tratar tanto la tradición metafísica como la posmodernidad y precisamente sobre el lenguaje, a veces incluso de manera arbitraria y forzada, que pensó mucho un problema.
-Metafísica del retraso: “La metafísica del retraso” es una expresión que Dugin define en la perspectiva teórica de Heidegger, enfatizando efectivamente la dimensión temporal de referencia en la que la perspectiva de la historia del destino del olvido del Ser obliga a lo modernos, conscientes de que este camino, partiendo del Primer Comienzo Presocrático, que se encaminan hacia un Otro Comienzo, que da título al ensayo, y nos quedamos en una realidad temporal de expectativa, en la que ya se vislumbran las luces del deus adveniens sin captar aún su forma, o reconociendo su identidad en figuras destinadas a desaparecer pronto; es la fase en la que se condensa la intensidad temporal, preparando una aceleración casi cairotica que, sin embargo, permanece hoy en la dimensión del “todavía no”. Esta perspectiva metafísica exige repensar las estructuras mismas a través de las cuales considerar al hombre: “el hombre del Principio” será aquel que, abriéndose a la llamada del Ser, pueda corresponder al Acontecimiento en el que aparecerá. “El último Dios” (Der letze Gott), que marca el final de la metafísica dualista y la superación del ocaso spengleriano de Occidente habitado por el “hombre del fin”. Ya que el “hombre del Principio” se enfrenta precisamente a ese “Dios último” que brilla y es oscurecido por la luz del Principio mismo, que emerge con la presentación del Acontecimiento (Ereignis) al que pertenece según un movimiento efectivamente ilustrado por el profesor Friedrich-Wilhelm von Hermann en la hermosa entrevista que le dirigió Dugin, disponible en alemán en Youtube.
– El cuadrado de la ontología fundamental: Dugin dedica toda la segunda sección de su texto al estudio de Geviert, el “cuadrado”, modelo filosófico heideggeriano a menudo representado por la intersección de dos líneas similares a la cruz de San Andrés. Esta figura, acuñada por Heidegger para resumir también visualmente su propio paradigma, ciertamente no es una invención duginiana, pero el peso atribuido a este modelo teórico, rara vez considerado entre las nociones fundamentales del pensamiento heideggeriano, es sin duda original. Concebido por Dugin como una superación del escaneo tripartito propio de la dialéctica hegeliana, ya enraizado en la tradición trinitaria cristiana, Geviert es un soporte a través del cual aprender a pensar de manera diferente, rompiendo los esquemas de la ontología y acercándose a la “ontología fundamental” (Fondamentalontologie) , noción a través de la cual Heidegger expresó un tercer nivel de comprensión de la realidad, que no se limita a considerar a todas las entidades en su simple dato -pensamiento óntico- ni, metafísicamente, reconoce su esencia común en la referencia a un Ser entendido como Entidad superior – pensamiento ontológico – pero que reconoce la diferencia ontológica y piensa en el Ser como Acontecimiento (Ereignis), en el proceso de desvelamiento en el que nunca se escinde de la Nada. En ese Ereignis que etimológicamente es un “hacerse auténtico (er-eigene)”, es decir, esa estructura eventual de sentido a través de la cual este último se ofrece al hombre, más que un hecho real escatológico y definitivo.
En los cuatro polos de Geviert – Cielo (Mundo), Tierra, Dioses y Hombres – Dugin reconoce el modelo hermenéutico a través del cual comprender la co-pertenencia constitutiva de estas estructuras de desvelamiento de la Verdad. Sin poder entrar aquí en el complejo tratamiento heideggeriano, cabe señalar cómo las dinámicas que discurren polémicamente, en un sentido originariamente heracliteano, de los cuatro polos, tienen en el centro de la cuadratura al mismo Ser, que Heidegger a menudo indica precisamente atravesado por una cruz, para significando por un lado su relación de co-pertenencia con su propia negación (das Nichts), por otro lado su omnipresencia en la dinámica de Geviert, en cuya complejidad el Ser “se da a sí mismo” – ¡que nunca es! -, se manifiesta como un Evento.
En el análisis final, el ensayo de Dugin ofrece una interpretación convincente de la especulación de Heidegger. El estudio propiamente teórico de la perspectiva del controvertido profesor de Friburgo se realiza en abierto contraste con la hermenéutica posmoderna – pensemos en Jacques Derrida o lo “nuestro” de Gianni Vattimo y su (no) débil – y liberal – pensamiento, o en Richard Rorty über alles -, y está lleno de hitos importantes. Igualmente, las limitadas referencias a la filosofía política de Heidegger, centradas en la pertenencia de este último a un paradigma revolucionario-conservador, nos parecen captar la cuestión de una manera mucho más lúcida y directa que las muchas circunvoluciones metafísicas -en un peor sentido- que suscitaron el debate que siguió a la publicación de Cuadrenos negros.
Al final, dos notas dolorosas. En primer lugar, el ensayo, si bien se detiene extensamente en el tratamiento de la noción de “ser allí” (Dasein), no ofrece ninguna referencia específica sobre cómo entender esta estructura como sujeto de la Cuarta Teoría Política – como sostiene Dugin en La Cuarta Teoría Política -, dejando al lector un amplio espacio para el debate sobre cómo entender con precisión esta relación. Una elección, quizás no por casualidad, si consideramos la invitación de Dugin a entender su propia especulación política como un campo abierto y no como una hipostatización dogmática, atenta a la lección heideggeriana según la cual impone la superación de la línea del nihilismo contemporáneo, incluso antes de una adecuada teorización filosófica, el replanteamiento de las mismas categorías esenciales a través de las cuales esta teorización puede comenzar y, lingüísticamente, expresarse.
En segundo lugar, la conclusión del texto, que reconoce las posibilidades del Nuevo Comienzo sólo en un contexto no occidental, siendo Occidente el Abendland, “tierra del ocaso”, y encontrándonos en la zona euroasiática, que constituye una afirmación difícil de conciliar con el Perspectiva filosófica heideggeriana, claramente eurocéntrica. Tanto más cuanto que, más allá del “magisterio” del propio Heidegger, esta afirmación perentoria se fundamenta en un cambio de plan, ya que, partiendo de la conciencia del agotamiento del camino de la metafísica occidental, reconoce la superación de este paradigma no dentro de un punto de inflexión teórico, que, también, en Occidente y tras la estela de Heidegger podría darse, pero en una configuración étnica, geográfica y cultural como la euroasiática. Se trata de una perspectiva que, contextualizada en el enfoque esotérico del autor, puede por otra parte asumir un grado de verdad según los supuestos de la geografía sagrada y en un contexto geopolítico preciso como el actual, sin afectar nuestra necesidad, como europeos, buscar por nosotros mismos los pliegues más secretos y enigmáticos de los “caminos interrumpidos” (Holzwege). Los lugares en los que reconocer los claros donde prepararnos para escuchar el “llamado” (Zuruf) del Ser.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera