EL CÓDIGO RUSO
Solapas principales
Lamentablemente, las autoridades rusas no comprenden esto y creen que solo es necesario combatir a nivel estratégico militar, político diplomático o publicitario. No obstante, creemos que tarde o temprano tanto las autoridades rusas como la sociedad terminaran dándose cuenta que es necesario ir mucho más allá si se quiere defender la soberanía de nuestra civilización. Este paso se puede posponer todo lo que se quiera en el tiempo, pero es inevitable que se de en algún momento.
La soberanía nacional hace parte de los conceptos fundamentales del sistema westfaliano de Relaciones Internacionales (RI) y del realismo. El realismo defiende que todo Estado-nación soberano (reconocido por otros) no puede, por definición, aceptar la existencia de ninguna autoridad superior a la suya. La soberanía parte del principio de que todo Estado-nación puede hacer cualquier cosa que sea capaz de hacer incluso aunque eso no le guste a otros Estados nacionales. Finalmente, la guerra es la que decide todo cuando los demás medios fallan. A grandes rasgos, esta es la teoría del realismo.
No obstante, el liberalismo en las Relaciones Internacionales se opone al realismo diciendo que es necesario limitar la soberanía de los Estados nacionales, que esta es relativa y que es necesario suprimir la autonomía de todos los países con tal de que se instaure un Gobierno Mundial. Para el liberalismo la soberanía no es un valor que deba ser defendido y los Estados nacionales no son sino pasos previos para que la humanidad finalmente cree un Gobierno Mundial.
Putin es un defensor del realismo en las RI y por eso lanzó la operación militar especial sobre Ucrania. Sin embargo, el liberalismo en las RI sigue dominando en la educación superior como sucede en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, así como entre los profesores universitarios, por lo que no sorprende que muchos de ellos se opongan a Putin. Se trata de una anomalía que demuestra lo mucho que ha penetrado el código civilizatorio de Occidente dentro del sistema educativo ruso y nuestros intelectuales.
Por supuesto, Putin entiende la soberanía en términos realistas: primero como un elemento estratégico militar, segundo como un problema político y tercero como una realidad económica. Es por esa razón que considera que Rusia debe impedir la ampliación de la OTAN, los intentos de injerencia extranjera en la política interna (como las operaciones de cambio de régimen que Occidente realiza patrocinando a la oposición radical al gobierno) y, en menor medida, la dependencia directa de nuestra economía de las instituciones globales y los monopolios occidentales. El realismo en las RI se reduce simplemente a estas consideraciones y deja de lado problemas como la ciencia, la cultura, la tecnología, la educación, los medios de comunicación de masas, el arte, el comportamiento cotidiano y la psicología de los pueblos. El realismo en las RI no cree que estos elementos tengan nada que ver con la soberanía y la autonomía de las naciones. No obstantes, esta actitud del realismo hacia la cultura solo es válida si defendemos las ideas, referencias y valores de la civilización occidental, es decir, las normativas y leyes que definen el código de su civilización. Después de todo, el realismo en las RI nació en Occidente y es allí donde ejerce su mayor influencia (y eso a pesar de que en los últimos 40 años el liberalismo en las RI se ha convertido en el paradigma dominante). Esto nos lleva a la conclusión de que el realismo del que hace gala Putin sigue atado a los parámetros occidentales: Rusia sigue atrapada en el código operativo occidental, aunque luche desesperadamente por defender su soberanía y encontrar su lugar bajo la luz proyectada por el moribundo sol occidental.
Esto por fin nos hace llegar al meollo del asunto: la operación militar especial que Rusia lanzó sobre Ucrania es en realidad un ataque en contra del código creado por la civilización Occidental. Resulta interesante que poco después de que estallara este conflicto Francis Fukuyama escribiera un artículo titulado “La guerra de Putin contra el orden mundial liberal” en donde habla de cómo Rusia no solo esta desafiando el liberalismo y el globalismo impulsados por Occidente según el paradigma realista (tal y como lo interpretan Mearsheimer, Kissinger o Bannon), sino que está cuestionando de forma decisiva el mismo orden mundial actual que hasta hace poco era controlado por Occidente. No por nada la operación militar especial ha llevado a muchos a decir que estamos pasando de la unipolaridad a la multipolaridad, pues el código creado por la civilización Occidental no es universal, sino que se trata de una forma muy provincial y hasta local de interpretar el mundo y que el resto de los pueblos no necesitan para existir. Fukuyama sostiene que las acciones de Moscú afectan a todo el mundo y que esto significa el comienzo de un choque de civilizaciones tal y como era defendido por su principal contradictor: Samuel Huntington. Podemos concluir con todo eso que el actual conflicto no es una lucha entre naciones, sino entre diferentes civilizaciones: la actual guerra de Rusia contra Occidente es un choque entre códigos de civilizaciones diferentes y no una lucha entre países o naciones individuales.
Todo esto explica en gran parte las acciones que Occidente ha realizado con tal de aislar a Rusia, como, por ejemplo, cortar todos los lazos económicos y tecnológicos, expulsarnos de todas las estructuras globales (Occidente domina casi todas ellas), buscar que las naciones no occidentales rompan cualquier lazo con Rusia y usar las redes globalistas prooccidentales dentro de nuestro país para detener la ofensiva ruso o incluso derrocar a Putin. Occidente quiere demostrar con todo esto es que sin su apoyo, es decir, sin el código cultural creado por ellos, Rusia terminará pereciendo tarde o temprano. Si Moscú continúa lanzando su ofensiva en nombre de defender su soberanía – la cual entiende de una forma muy limitada – Occidente buscará por todos los medios destruirla – entendiendo por soberanía no algo limitado, sino el código civilizacional que ellos han creado (que no se limita a unos intereses nacionales bastante estrechos) y del cual nos estamos apartando –. El hecho de que nuestras autoridades no se hayan hecho todavía conscientes de esto lleva a que seamos incapaces de formular una ideología clara o que carezcamos de una estrategia que garantice nuestra soberanía en todos los aspectos de nuestra vida.
Los rusos aún no se han dado cuenta de la importancia que tiene la operación militar especial desde un punto de vista civilizatorio, simplemente hemos iniciado una serie de acontecimientos cuyo significado no comprendemos. Solo ahora nos estamos dando cuenta de lo mucho que ha penetrado el código occidental dentro de nuestro país: la cantidad de oligarcas desertores, traidores y rusófobos no hace sino aumentar como si fuera el comienzo de una avalancha, sindo los primeros síntomas de una enfermedad mucho más profunda y que requerirá de un gran esfuerzo – nacional y popular – para defender nuestra soberanía. Si queremos sobrevivir debemos no solo recordar sino también reformular nuestro propio código civilizatorio y realizar cambios significativos en áreas que al gobierno no le interesan como la filosofía, la ciencia, la cultura, la educación, el arte, la conciencia social, la psicología e incluso la moda y los estilos de vida. Podemos llamar a esto una “ideología”, solo que no tiene nada que ver con las ideologías occidentales (liberalismo, socialismo, nacionalismo) sino de una forma propiamente rusa de pensar. A esta forma de pensar la hemos llamado “Cuarta Teoría Política”, en oposición al liberalismo, el comunismo y el fascismo.
Hemos entrado en una nueva fase de conflicto donde es necesario definir el código de la civilización rusa y esta fase no depende para nada de la velocidad o triunfo de la operación militar especial. Hemos sido excomulgados por Occidente, pues este ya ha pronunciado su sentencia en nuestra contra: es imposible volver a la situación previa del 24 02 2022. De ahora en adelante tendremos que lidiar con las consecuencias de este desafío que hemos lanzado contra Occidente.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera