En este momento de la historia estamos siendo testigos de un fenómeno muy importante: la transformación de la ideología liberal. El liberalismo, como cualquier otra ideología política, se encuentra en constante cambio. Sin embargo, como sucede con cualquier otra cosa, existen momentos donde somos capaces de decir que han acontecido cambios fundamentales dentro de un paradigma y esto nos da derecho a argumentar que algo se ha acabado y que ahora comienza otra cosa distinta. Podemos decir que ha nacido algo nuevo. Muy menudo estos procesos van acompañados del colapso de un sistema político o de un nuevo equilibrio de poder después de que el anterior se ha desmoronado. Por ejemplo, esto sucedió con las guerras mundiales, etc. Pero también sucede que estos cambios pasan desapercibidos y acontecen a un nivel subliminal que se mantiene dentro de un estado latente. De todos modos, siempre seremos capaces de distinguir algunos de los síntomas que han producido estos cambios. No obstante, el decir que estos cambios son tan profundos como para haber llegado hasta un punto de no retorno siempre serán una cuestión abierta y que será parte de una serie de discusiones.
1. Siguiendo la decadencia y desaparición del bloque socialista de Europa Oriental a finales del pasado siglo, una nueva visión de la geopolítica mundial, basada en una nueva aproximación, se hizo necesaria. Pero la inercia del pensamiento político y la falta de imaginación histórica entre las élites políticas del Occidente victorioso condujo a una opción simplista: la base conceptual de la democracia liberal occidental, una sociedad económica de mercado, el dominio estratégico de los Estados Unidos a escala mundial se convirtieron en las únicas soluciones para todo tipo de problemas emergentes y en el modelo universal que debía ser imperativamente aceptado por toda la humanidad.
2. Ante nuestros ojos emerge una nueva realidad—la realidad de un mundo organizado alrededor del paradigma americano. Un influyente grupo de debate neoconservador en los Estados Unidos contemporáneos se refiere abiertamente al mismo con un término más apropiado – el “Imperio Global” (a veces el “Imperio Benevolente”—R. Kagan). Este Imperio es unipolar y concéntrico por su propia naturaleza. En el centro se encuentra el “Norte rico”, la comunidad atlántica. El resto del mundo—la zona de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, son consideradas como periféricas—se asume que tomará la misma dirección y la misma ruta que los países centrales de Occidente tomaron hace ya largo tiempo.