A la Reconquista de Eurasia

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Los disturbios que han acontecido en Kazajistán han vuelto a despertar el interés en la reunificación del espacio postsoviético, que es hasta el día de hoy un problema que no se ha resuelto. El agravamiento del enfrentamiento con Ucrania según el guion de una posible “invasión rusa” y las “líneas rojas” trazadas por Putin hacen parte de una misma lucha geopolítica.
¿A qué se refiere Putin cuando habla de líneas rojas? Se refiere a que si la OTAN sigue expandiéndose hacia el Este, es decir, hacia el espacio postsoviético (o post-imperial), terminará por enfrentarse a Moscú. Por lo tanto, es una negación del statu quo estratégico que surgió tras el colapso de la URSS, además de poner en duda la incorporación de los países bálticos a la OTAN, sin hablar de la política estadounidense en toda la región. Putin lo ha dicho una y otra vez: “Cuando Rusia era débil, vosotros os aprovechasteis de nuestra situación y nos arrebatasteis lo que históricamente nos pertenecía; ahora nos hemos recuperado de la debacle liberal y de la influencia que tenían los atlantistas en el gobierno ruso durante las décadas de 1980 y 1990. Estamos dispuestos a retomar el dialogo, pero esta vez desde una posición de fuerza”. Tales afirmaciones no se han limitado al discurso, sino que han sido puestas en práctica en Georgia en el 2008, en Crimea y el Donbass en el 2014, y luego en Siria. Hemos conseguido recuperar nuestra influencia en ciertas zonas y Occidente lo único que ha hecho es imponernos sanciones. Ni las amenazas que algunos oligarcas rusos dirigen contra Putin ni los intentos de los liberales (5ª columna) de hacer una revolución en las calles han servido de nada. En cambio, Rusia a consolidado cada una de sus iniciativas en el espacio postsoviético.
Nuestro objetivo debe ser Reconquistar Eurasia, es decir, destruir las redes de influencia estadounidenses en el espacio postsoviético.
El aspecto geopolítico prima sobre el aspecto jurídico, ya que este último no hace sino legitimar el primero. Mientras que a los perdedores se les quita el derecho a “decir algo”, los vencedores tienen el derecho a hacer todo lo que quieran. Esa siempre ha sido una constante dentro del realismo político: aquello que hoy definimos como fuerza mañana se convertirá en una realidad jurídica.
Rusia ha pasado a convertirse, durante la presidencia de Putin, de un país débil en uno de los tres polos emergentes del actual mundo multipolar. Ha llegado la hora de consolidar este estatuto, lo cual significa que debemos controlar una zona que va mucho más allá de nuestras fronteras nacionales. No por nada Estados Unidos tiene bases militares por todo el mundo. Es más, Washington y Bruselas incluso buscan aumentar y consolidar su presencia en varias partes del mundo y no es porque tengan el “derecho” a hacerlo, sino porque ellos pueden y quieren. Putin les dice que ya no pueden hacer lo que quieran y deben detenerse; además, exige que debe cesar cualquier interferencia en la zona de influencia rusa. Un país débil que haga semejantes declaraciones será destruido y es por eso que Putin esperó durante 21 años con tal de que Rusia recuperará su proyección geopolítica. Rusia ya no es un Estado débil, pero si nuestros enemigos consideran que lo seguimos siendo, entonces es mejor que lo comprueben.
Todo lo que ha acontecido en Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Moldavia y Kazajistán ha sido parte de esta lucha. Y es por eso que Moscú debería cambiar el nombre de la Unión Económica Euroasiática y llamarla simplemente Unión Eurasiática (es decir, una unión no meramente económica, sino geopolítica) que incluya a varias entidades del espacio postsoviético. Se puede negociar que las naciones más rusofobas se conviertan en actores neutrales, pero es necesario que toda la zona de influencia postsoviética deje de ser el patio de juego de los estadounidenses. Esto implica no solo eliminar las bases militares, sino también las redes que puedan ser usadas para llevar a cabo cambios de régimen, como las “revoluciones de colores” en Ucrania durante el 2013-2014, las protestas en Bielorrusia durante el 2020 y lo que ahora está sucediendo en Kazajistán. Occidente no solo ataca el hecho de que apoyemos a Lukashenko y supuestamente estemos preparando la “invasión” a Ucrania, sino que también crítica nuestro despliegue de tropas de la OTSC en Kazajistán, la cual tiene como misión reprimir las redes de terroristas islamistas, nacionalistas y gulenistas financiados por ellos. Occidente también apoya a personajes nefastos como Zelensky, Maia Sandu, Saakashvili, Tikhanovskaya y Abliazov. Estados Unidos y la OTAN interfieren por todos los medios en los acontecimientos que suceden en el espacio postsoviético, mientras que al mismo tiempo protegen a sus lacayos. Según ellos, estas operaciones no deberían importarle a Moscú, como si todavía fuéramos gobernados geopolíticamente desde el exterior como sucedía durante la década de 1990, momento en que la 5ª columna atlantista se hizo con el poder y nos convirtió en un objeto y no en un sujeto de las relaciones internacionales. No obstante, ha llegado la hora de convertirnos en un sujeto y romper este marco de acción.
¿Qué significa exactamente que Rusia se convierta en un sujeto de las relaciones internacionales? Significa que ha llegado la hora de que Moscú impulse el proceso de integración eurasiático, el cual ha sido aplazado durante mucho tiempo. En caso de que Washington no este dispuesto a aceptar el estatus de neutralidad de Ucrania, entonces, como bien ha dicho Putin, deberá responder militar y logísticamente con tal de cumplir sus objetivos. De lo contrario, las cosas seguirán un rumbo distinto. Otros escenarios a tener en cuenta serían liberar a Ucrania de toda influencia estadounidense y derrocar al ilegitimo y corrupto régimen liberal-nazi de Kiev o como mínimo partir a este país en dos entidades diferentes: una en el Este (Novorossia) y otra en el Oeste que no incluya la región rutena de los Cárpatos. No basta tampoco con simplemente reconocer la existencia de DPR y la LPR como entidades autónomas o “finlandizar” Ucrania como lo ha propuesto en varias ocasiones la sexta columna. Es necesario crear una entidad no necesariamente independiente que abarque toda la margen izquierda de Ucrania y que se extienda hasta Odessa y otras provincias adyacentes.
Claro, semejante decisión es muy impopular, pero inevitable a la larga. Ahora que Rusia se encuentra en ascenso, es necesario que todas las regiones al occidente de sus fronteras sean liberadas de cualquier presencia atlantista, polaca, sueca, austriaca o estadounidense. Es un imperativo geopolítico.
Semejante decisión sería un ejemplo para todos y países como Georgia y Moldavia comprenderían que si no se pliegan habrá guerra. Nuestros vecinos comprenderán que es mejor no tentar la suerte: Georgia intentó hacer eso durante la época de Saakashvili y sabemos cómo terminó todo. Por otra parte, los intentos de Ereván de acercarse a Occidente llevaron a que Moscú le diera luz verde a Bakú para que retomara por la fuerza lo que le pertenecía. Y todavía queda el problema de Transnistria. Las líneas rojas están por todas partes y depende de Moscú decidir qué es lo que pasará con todos estos territorios. Al parecer Putin ha ido perdiendo la paciencia ante las continuas provocaciones de Occidente. Una vez que estos conflictos congelados empiezan a calentarse, las cosas se pondrán mal.
Ahora bien, el gobierno de Nazarbáyev en Kazajistán empezó muy bien, mucho mejor que lo que acontecía en otros países y sin duda mucho mejor que en Rusia, ya que esta última era gobernada por el atlantismo durante la década de 1990. Nazarbáyev fue el primero que propuso la creación de una Unión Euroasiática, el establecimiento de un orden multipolar, la integración euroasiática e incluso redactó una Constitución. Desgraciadamente, Nazarbáyev se fue alejando con el tiempo de estas propuestas. Cuando hable con él me dijo que asumiría el liderazgo del Movimiento Euroasiático después de jubilarse, ya que ese era su destino. Sin embargo, durante los últimos años de su gobierno, por alguna razón, viró hacia Occidente y apoyó el deseo de nacionalizar a las élites kazajas. Los atlantistas se aprovecharon inmediatamente de la situación y fue así como las redes de islamistas, gulenistas y nacionalistas, patrocinados por las élites liberales y cosmopolitas kazajas, comenzaron a preparar un “plan B” con tal de derrocar tanto a Nazarbáyev como a su sucesor Kasim-Yomart Tokáev. Este plan fue puesto en marcha durante el 2022, justo antes de que acontezca la fatídica conversación entre Putin y Biden de la cual puede depender la paz o la guerra de muchas naciones.
Creo que Moscú debería reafirmar su apoyo militar a Tokáev, pero es tiempo de que se acaben las políticas laxas de integración con respecto a Kazajistán. Glaziev ha hecho un análisis minuciosos y objetivos que revela como la UEE ha sido saboteada por los kazajos y Lukashenko. Kazajistán debe seguir siendo parte de la OTSC y Rusia sin duda debe socorrer a sus aliados. Pero este proceso no debe acabar con la liquidación de los miembros de organizaciones terroristas, sino que debe conducirnos a la eliminación de todos los obstáculos y problemas que impiden la integración de nuestros países. ¡Occidente continuará atacándonos, pero nosotros simplemente les diremos que no es asunto de ellos y que nuestros aliados nos han llamado! Si esta operación quiere ser exitosa deben prohibirse y destruirse en Kazajistán tanto las ONG´s y estructuras occidentales como las células terroristas que operan en el país (ya sean estas liberales, islamistas o gulenistas).
Si es imposible evitar el estallido de una guerra, la única alternativa que nos queda es ganarla. La UEE o, para ser más precisos, la Unión Euroasiática debe convertirse en una realidad. Minsk y la capital de Kazajstán, como sea que llame, así como Ereván y Bishkek, deben comprender que de ahora en adelante hacen parte de un “Gran Espacio”. Nuestros amigos tienen problemas y el atlantismo constantemente intenta destruirnos y desintegrarnos. Ni siquiera los regímenes que son poco pro-rusos se salvan. Estos problemas se acabarán una vez que se produzca una verdadera integración eurasiática.
Y creo que el aspecto militar es el más eficaz. Los rusos nunca han sido buenos negociando, pero han ganado todas las guerras defensivas que han luchado.
Después de que reunifiquemos el Asia central llegará el turno de los países bálticos. El hecho de que ellos hagan parte de la OTAN es una verdadera anomalía geopolítica y por tanto será necesario obligarlos a elegir entre la neutralidad o … lo que sucede si no eligen la neutralidad.
Finalmente, está el problema de Europa Oriental, especialmente porque su integración dentro de la OTAN es un obstáculo para la Gran Rusia, especialmente porque compartimos muchos lazos históricos y culturales con estos países, siendo muchos de ellos eslavos, ortodoxos o que tienen orígenes eurasiáticos bastante claros. Ellos son nuestros hermanos, pero lamentablemente hacen parte de la OTAN… La mejor solución sería que se convirtieran en un vector de integración entre nosotros y los países de Europa Occidental, lo que permitiría desarticular proyectos como el Nord Stream 2. En eso todos nosotros coincidimos, pero lamentablemente la realidad es otra: Europa Oriental se ha convertido en un “cordón sanitario”, es decir, en la clásica herramienta al servicio de la geopolítica anglosajona diseñada para evitar la integración del continente europeo con Eurasia. De vez en cuando, este cordón se rompe, pero ahora está bajo el control de nuestros enemigos. En el momento en que Rusia se vuelva cada vez más fuerte, seremos capaces de quitarlo.
El Báltico y Europa Oriental hacen parte de nuestra agenda geopolítica de mañana. No obstante, ahora está en juego el espacio postsoviético-postimperial. Eurasia es nuestro hogar y nuestra principal tarea es ponerlo en orden.
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