Rusia y China como la vanguardia de la multipolaridad
Solapas principales
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La crisis que hoy están experimentando las relaciones entre Rusia y Occidente no tiene nada que ver con el gas, el petróleo, los recursos energéticos o la economía. Los intentos de explicar la política como una especie de competencia por un determinado “Premio”, tal y como lo hace Daniel Yergin, son bastante superficiales y vanas. Lo que está ocurriendo hace parte de luchas entre civilizaciones y conflictos geopolíticas donde las cuestiones económicas son secundarias e instrumentales.
Los procesos civilizatorios giran alrededor de la ideología y eso es precisamente lo que explica mucho de lo que está ocurriendo con la administración Biden. EE.UU. es hoy gobernado por una alianza ultraglobalista que une a los neoconservadores con los halcones liberales. Todos ellos saben que la unipolaridad, el liberalismo global y la hegemonía occidental se están derrumbando y están dispuestos a hacer cualquier cosa – incluso iniciar la Tercera Guerra Mundial – con tal de evitar que esto suceda.
Los globalistas enfrentan muchos enemigos, entre ellos el Islam, el populismo (incluido Trump), el conservadurismo, el islam político, etc. No obstante, sólo existen dos potencias que son capaces de desafiar efectivamente su hegemonía: Rusia y China. Rusia es una potencia militar y China es una potencia económica.
Es aquí donde la geopolítica se hace relevante. Biden quiere alejar a Rusia de Europa, ya que esta última aspira a volverse independiente. Es por eso que se azuza el fuego de la guerra en Ucrania y en particular en el Donbass. Rusia y Putin son demonizados por los medios de comunicación y se les acusa de invadir a sus vecinos. A pesar de que no existe ninguna invasión, Washington se comporta como si esta hubiera acontecido. De ahí que se impongan toda clase de sanciones e incluso se proponga llevar a cabo operaciones militares en el Donbass. Y ya que todos en Occidente dan por sentado que se producirá una invasión rusa, cualquier operación militar que los ucranianos realicen en el Donbass seguramente será respaldada por la OTAN como una guerra de “legítima defensa”. Además, se espera que la campaña mediática contra Rusia impida cualquier respuesta simétrica por parte de nosotros, porque de lo contrario Europa rompería todas sus relaciones diplomáticas con Moscú.
Mientras tanto, las disputas alrededor del gas y Nord Stream-2 no son otra cosa que una guerra de posiciones.
Lo mismo se aplica a China. Biden ha impulsado la creación de dos alianzas anti-chinas: una compuesta por los anglosajones (Australia, Gran Bretaña) que es conocida como AUCUS y otra formada por una coalición de países asiáticos, particularmente Japón e India, que es denominada como QUAD. China enfrenta en Taiwán una situación muy parecida a la que Rusia enfrenta con respecto a Ucrania y el objetivo sigue siendo el mismo: impedir la expansión económica china por medio del proyecto del Cinturón y la Franja.
La alianza ruso-china es un primer paso para la restauración del “Gran Espacio” chino y la creación de un proyecto eurasiático integral tal y como fue formulado por los líderes de estos países hace varios años atrás. Semejante proyecto implica el fin definitivo de la hegemonía occidental. Las actuales reuniones que Putin y Xi Jinping están llevando a cabo no dejan lugar a dudas a que este proyecto va en serio y nada puede detenerlo, esto explica el estallido histérico del ultraliberal y globalista Soros.
Hasta ahora, Occidente repite palabra por palabra todas las máximas de la geopolítica atlantista desde sus inicios en Mackinder hasta alcanzar sus últimas formulaciones en Brzezinski. Ha llegado la hora de la confrontación entre el Poder del Mar (liberal, globalista) contra el Poder de la Tierra (Eurasia).
Ahora bien, Rusia y China están a favor del nacimiento de otros polos autónomos y promueven su desarrollo. Estos serían:
América Latina (la visita de Alberto Fernández, presidente de Argentina, a Moscú ha dejado claro este punto y la próxima visita del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sin duda confirmará estas aspiraciones),
el mundo islámico (que siempre ha soñado con deshacerse de la hegemonía occidental, siendo la vanguardia de este movimiento países como Irán, Turquía y Pakistán)
África (donde Rusia y China están ayudando a derrocar los gobiernos títeres que dominan esa zona),
Y la misma Europa continental (la cual se aleja cada vez más y más del atlantismo, buscando convertirse en un polo autónomo y soberano, idea que es muy popular en Francia, Alemania, Italia y España a pesar de que las élites liberales atlantistas continúan en el poder).
Lamentablemente India (que tiene conflictos históricos con China y Pakistán) y Japón (que se encuentra bajo ocupación de Estados Unidos), así como otros Estados al servicio del globalismo, han tomado el bando de los perdedores. No obstante, seguir aferrados a este mundo que se hunde puede convertirse en una gran vergüenza posteriormente.
Estos problemas también repercuten a nivel ideológico, pues todos los que se oponen a la hegemonía estadounidense, y a los torpes intentos de Biden de salvaguardar la unipolaridad por medio de la “Liga Democrática”, han comenzado a distanciarse de los dogmas liberales, especialmente de todo lo que tienen de repulsivo o patológico como la legalización o imposición totalitaria de las ideas LGBT+, el matrimonio gay y otras perversiones, así como ceder nuestras decisiones a la Inteligencia Artificial o los proyectos posthumanistas financiados por los Big Tech. Si a todo esto añadimos el fracaso de los intentos de frenar el Covid-19, las poco fiables vacunas (que han terminado por volverse caducas ante el Omicron) y los injustificados y horribles encierros promovidos por los poderes públicos o la instauración de pasaportes de vacunación y sistemas de vigilancia total orwellianos, entonces podemos decir que ahora nos encontramos más cerca que nunca del colapso del liberalismo. La exitosa marcha de camioneros en Canadá (el Convoy de la Libertad), la cual ha obligado al globalista y liberal Trudeau a esconderse, o el aumento de la popularidad de todos los candidatos anti-Macron en Francia (tanto Zemmour como Marine Le Pen y por Melanchón defienden posiciones antiliberales y anti-OTAN) no son más que los síntomas del fin de la hegemonía atlantista.
Por su parte, Rusia desafía a Occidente de forma simétricamente:
Geopolíticamente, el eurasianismo se opone a la unipolaridad y al globalismo;
Rechazo del liberalismo y promoción de los valores tradicionales propios de nuestra civilización; en lugar de las ideas LGBT se promociona la familia tradicional (consagrada en la Constitución), y en lugar del individualismo son defendidas la nación y la identidad histórica, etc.
Geopolíticamente, el eurasianismo se opone a la unipolaridad y al globalismo;
Rechazo del liberalismo y promoción de los valores tradicionales propios de nuestra civilización; en lugar de las ideas LGBT se promociona la familia tradicional (consagrada en la Constitución), y en lugar del individualismo son defendidas la nación y la identidad histórica, etc.
Moscú y Pekín no apoyaran ningún intento de limitar su soberanía (es decir, se luchará contra la hegemonía occidental y el globalismo hasta el final);
Rusia y China saben que Biden ha creado una serie de asociaciones anti-chinas y que la OTAN expande sus operaciones en Europa del Este, por lo que han decidido actuar (¡juntos!) en su contra;
Ambos lideres acusaron indirectamente a Estados Unidos de llevar a cabo terrorismo biológico (lo denominan “actividades biológico-militares estadounidenses”), con lo que declaran que Occidente (Estados Unidos y Gran Bretaña) es el responsable del Covid-19;
Pekín apoyará a Moscú en Europa del Este y Moscú apoyará a Pekín en el Océano Índico y el Pacífico. Putin ha dicho explícitamente que “Taiwán es suyo” (Xi Jinping a su vez ha murmurado “entonces, Ucrania es suya”);
Ambos países rechazan la “Liga Democrática” (unipolaridad) y han jurado preservar el orden policéntrico del mundo (esto debe entenderse como una defensa de los tratados de Yalta y la ONU).
Por fin ha nacido un bloque ruso-chino – ¡euroasiático! – y eso significa que todos los países deben tomar una decisión:
Apoyar la agresiva e insensata hegemonía occidental que hoy se está derrumbando,
O unirse al bloque de naciones (entre los cuales se encuentran Rusia, China, Irán, Pakistán, Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Siria, Malí, RCA, Burkina Faso, Guinea y, en parte, Turquía, Argentina y Brasil) que están a favor de preservar la soberanía estatal y la identidad civilizacional.
Sin duda, el futuro está del lado de la multipolaridad y, por lo tanto, de Eurasia. El liberalismo ha terminado por perecer víctima de su propio éxito y ha sido incapaz de mantener y proteger el orden que surgió del colapso de la URSS. Este intento de crear un imperio mundial ha fracasado y un nuevo mundo ha comenzado.