La destrucción de Jerusalén
Solapas principales
El 10 de agosto del 70 d.C. fue una fecha memorable para dos de las religiones más importantes del mundo: el cristianismo y el judaísmo. En esa fecha las legiones romanas, comandadas por el emperador Tito, tomaron Jerusalén que en ese momento estaba bajo control de los zelotes, quienes se habían levantado contra el Imperio. Las legiones masacraron a cientos de miles de sus habitantes con una crueldad indescriptible. El Segundo Templo de Salomón, que había sido construido por Zorobabel después del regreso de miles de judíos del cautiverio babilónico, fue destruido. Antes de que cayera Jerusalén, una terrible hambruna mató a miles de sus habitantes y, como cuenta con muchos detalles el historiador judío Flavio Josefo, muchos de ellos se vieron forzados a cometer toda clase de atrocidades como, por ejemplo, el canibalismo.
Los judíos consideran la caída de Jerusalén una de las peores catástrofes de la historia sagrada, especialmente porque da comienzo a la cuarta diáspora, que según su religión no es un accidente histórico, sino un castigo por los pecados del pueblo israelí. Este desarraigo es conocido entre los judíos como Galut y únicamente llegará a su fin cuando el Mashiaḥ, el Salvador, llegue. Sólo entonces los judíos podrán volver a la Tierra Prometida. Por lo tanto, lo que comenzó el 10 de agosto del 70 d.C. solo acabará al final de los tiempos y todo ello coincidirá con la proclamación del Mesías como Rey de los judíos, quien entrará por la Puerta de Oro y construirá el Tercer Templo.
Sin embargo, mientras el Mesías no venga, todas las puertas permanecerán cerradas, excepto la Puerta de las Lágrimas. Es por eso que el Muro Occidental, un vestigio del Segundo Templo, es llamado por los judíos el Muro de las Lamentaciones, ya que el único lazo que los judíos conservan con el mundo espiritual se reduce a los llantos y lamentos del pueblo.
Este acontecimiento tiene un significado muy diferente para los cristianos. El judaísmo y el cristianismo ya se habían separado de forma irremediable antes del 70 d.C. y la caída de Jerusalén no resultó ser un acontecimiento muy importante para los cristianos. Los cristianos sabían que los judíos no habían aceptado a Jesús como el verdadero Mesías y seguían esperando algún otro personaje, pero Jesús había profetizado que Jerusalén y el Segundo Templo serían destruidos. Los cristianos sostienen que el Mesías ya ha venido y por lo tanto este acontecimiento ya ha sido consumado, por lo que solo resta aceptar a Cristo y su Nueva Alianza en oposición a la Antigua. La caída de la antigua Jerusalén confirmaba que tanto la Antigua Alianza como el Templo de Salomón fueron abolidos, por lo que los judíos que abrazaron el cristianismo se convirtieron en el núcleo de un nuevo pueblo universal que borraba las diferencias entre los judíos y los helenos. Aquellos que habían rechazado a Cristo y perseguido obstinadamente a sus discípulos recibieron su castigo.
Posteriormente, en el siglo IV d.C., el emperador romano Juliano abrazó el paganismo y persiguió a los cristianos. Además, Juliano tomó la decisión de reconstruir el templo de Jerusalén y deshacer la obra de sus predecesores, pero su proyecto se estancó: los cimientos del Tercer Templo se incendiaron y Juliano murió poco después.
Los cristianos consideraron todo eso como una prueba de la irreversibilidad de la decisión de Dios y por esa razón era inútil que los judíos siguieran esperando por la llegada de Aquel que ya había venido. El Tercer Templo de ahora en adelante es la Iglesia cristiana y esta existirá hasta el fin de los tiempos.
La caída de Jerusalén a manos de Tito Vespasiano volvió a ser relevante durante el siglo XX debido a la creación del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial, todo ello causado por la monstruosa persecución de los judíos por parte del régimen nazi de Hitler. Es allí donde entró en escena el sionismo, un movimiento que había surgido en el siglo XIX, y que insistía en el hecho de que sí el Mesías seguía posponiendo su venida, entonces los propios judíos debían tomar las riendas de su destino y eso significaba volver a Palestina y ponerle fin a la última diáspora que se decía que solo podía acabar con la llegada del Mashiaḥ. El sionismo pensaba que era necesario adelantar los acontecimientos y, en lugar de esperar por el milagro que les había prometido su religión, era necesario recurrir a métodos mundanos: cabildeo, uso del dinero y propaganda. No por nada los barones de Rothschild fueron los principales defensores del sionismo, ya que este se encontraba integrado a la economía capitalista, al pragmatismo y al secularismo.
Durante el siglo XX el Estado de Israel fue construido sobre cimientos materialistas y metodologías modernas como las limpiezas étnicas, las operaciones militares, los cercamientos de tierras y las campañas publicitarias a gran escala. Jerusalén fue proclamada capital de Israel en 1950, aunque la mitad de la ciudad seguía bajo el dominio de los palestinos, pero después de la Guerra de los Seis Días Israel obtuvo el control total de la ciudad. Esto significaba el fin de la ocupación Palestina, mientras que la comunidad internacional, conmovida por la masacre de los judíos a manos de Hitler, decidió apoyar a Israel. Era cuestión de tiempo para que el Tercer Templo fuera reconstruido y llegara el Mesías. Las corrientes radicales judías – como los Fieles al Templo – se han venido preparando para ello y han cavado agujeros subterráneos bajo el Monte del Templo y expulsan a los musulmanes de la mezquita de Al-Aqsa. No obstante, el Mesías todavía no ha aparecido. Por su parte, otra corriente religiosa judía, Neturei Karta (1), sostiene que el Mesías no ha llegado debido a los mismos judíos, ya que el sionismo decidió realizar una tarea que solo estaba destinada a ser cumplida por un elegido.
Los cristianos, por su parte, consideran que la destrucción de Jerusalén fue una decisión divina, por lo que todo lo que acontece hoy en Israel, especialmente la construcción del Tercer Templo y la opresión de todos los no judíos en Palestina, como los musulmanes y los cristianos, son signos de la llegada del Anticristo.
Sin duda, este es uno de los acontecimientos más memorables de agosto…
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Notas del Traductor:
1. Neturei Karta es un grupo de judíos que rechazan cualquier forma de sionismo, en la creencia de que a los judíos se les prohíbe tener su propio Estado hasta la venida del Mesías. Los miembros del grupo se concentran principalmente en Jerusalén. También tienen pequeñas delegaciones tanto en otras ciudades israelíes como en el extranjero, destacando las de Londres y Nueva York. La mayor parte de los miembros de Neturei Karta descienden de judíos procedentes de Hungría, que se establecieron en la Ciudad Vieja de Jerusalén a comienzos del siglo XIX. El nombre de Neturei Karta, literalmente, significa “Guardianes de la Ciudad” en el dialecto arameo hablado por los judíos de Babilonia, y viene de una Guemará del Talmud.