El colapso de las redes mundiales
Solapas principales
El lunes 4 de octubre se produjo un verdadero apagón mundial. Uno se siente tentado a decir que fue una anticipación del fin del mundo, pero semejante comparación solo es válida si viviéramos en un mundo iluminado por la luz. En cambio, nosotros existimos inmersos en la oscuridad, por lo que sería mejor decir que se trató, más bien, del fin de las tinieblas.
Millones de personas se dieron cuenta de una cosa en el momento en que se cortaron las redes sociales a nivel mundial: que todo llega a su fin y que ese fin, aunque se prolongue en el tiempo, llegará tarde o temprano. No se trata solamente de un fallo técnico, es mucho más que eso. El colapso simultáneo de las principales redes sociales demuestra lo frágil, vulnerable y poco fiable que es la civilización tecnológica.
En primer lugar, esta civilización fue golpeada por el coronavirus, lo cual demuestra lo endeble que es la sensación de seguridad que esta produce y lo poco fiable de la arrogancia de quienes creen que cualquier enfermedad puede ser fácilmente curada por medio de la ciencia y la tecnología modernas. Claro, esta civilización produjo rápidamente una vacuna, pero ni siquiera la vacunación masiva a podido alterar el alarmante panorama que produjo la pandemia. Tanto quienes se vacunan como quienes no lo hacen terminan por enfermarse y morir. La propaganda oficial dice que la vacuna nos protege, mientras que las leyendas urbanas y las teorías conspirativas afirman que en realidad es la causa de la peste. Facebook, Twitter, Instagram y otras redes sociales le han impuesto toda clase de censuras a los disidentes y a los antivacunas. No obstante, las redes sociales también han colapsado.
Pareciera que el mundo pende de un hilo y quienes han venido advirtieron sobre los males que amenazan a la civilización moderna no hacen sino confirmar sus pronósticos. Todo este escenario nos recuerda a la película El complot estelarizada por Mel Gibson y Julia Roberts: lo que empieza como un simple disparate al final resulta que es real.
Hasta hace poco, tanto Facebook como Twitter creían ser los reyes del mundo. Incluso ignoraban al presidente de los Estados Unidos, las leyes nacionales, las normas estatales y las diferentes civilizaciones. Las redes sociales fueron capaces de crear su propia imagen de la realidad y consiguieron que miles de millones de consciencias entraran a sus sistemas con el objetivo explicito de que los seres humanos migraran gradualmente hacia los mundos virtuales controlados por ellos. Sin embargo, la virtualidad le falló a la humanidad el 4 de octubre.
Por supuesto, muchos simplemente se sentaron a esperar a que el sistema se restableciera. Al menos eso hizo la mayoría. Después de todo, las vacunas nos curarán, los casos de covid disminuirán y la enfermedad desaparecerá por sí sola, lo que permitirá que se vuelvan a abrir los establecimientos de ocio y revivan la juerga y los burdeles: la economía se recuperará y todo volverá a ser como antes.
No obstante, eso no sucederá. El mundo nunca volverá a ser como antes.
Y lo mismo sucederá con las redes sociales, ya que han quedado al descubierto sus puntos débiles. La verdad es que no importa qué o quién ha estado detrás de este acontecimiento tan importante, hemos presenciado su derrota. En cierta forma, esto recuerdo mucho a la trama de la serie Mr. Robot donde un grupo de hackers revolucionarios y ciberdelincuentes de todo el mundo se enfrentan a un gobierno mundial y a una Inteligencia Artificial despóticas. Existen muchas series de televisión que presentan diversas versiones de estos acontecimientos, no obstante, todas coinciden en mostrarnos un futuro realmente amenazador. Todos los escenarios que se nos presentan son malos y esto es especialmente duro para quienes realmente creían en la promesa del paraíso que les ofrecían las redes sociales y por ello sumergieron su existencia en el mundo de las telecomunicaciones.
Pero ahora resulta que este mundo puede ser borrado con solo oprimir un botón y que este proceso es irreversible. Lo que acaba de suceder fue solamente una muestra de lo que puede ocurrir y sus consecuencias han sido aterradoras. Lo que ha sucedido hoy tendrá un impacto incluso superior en el futuro. Los usuarios pasivos, filisteo y conformista se contentan simplemente con esperar que las cosas se arreglen, pero estos miles de millones de idiotas son por completo irrelevantes, ya que cada vez entienden menos, producen menos e influyen poco. Lo único que importa son las élites: políticas, tecnológicas, intelectuales y económicas. A las masas se conforman con que les digan cualquier cosa y ya nadie se preocupa por ellas. Sin embargo, las élites fueron testigos de cómo el mundo que ellos construyeron – una realidad donde están acostumbrados a sentirse como reyes y amos – puede desaparecer en un instante. El miedo existencial se ha apoderado de su consciencia y agita su ser.
Poco a poco se acerca el fin de la oscuridad. Por supuesto, esto no es más que un anticipo de este fin, pero tal cosa no deja de inspirarnos alegría. Un mundo sin Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, Ticktock y Google es posible y vendrá en el momento en que la virtualidad cese de existir. Si aún conservamos parte de nuestra alma, entonces no podemos sino desear que este fin llegue lo más rápido posible y debemos contribuir a que se haga realidad. Por eso felicitamos a quienquiera que haya provocado la caída de las redes mundiales. Ha hecho un buen trabajo, Mr. Robot. Ese es nuestro camino.
Toda ilusión esta destinada a desaparecer tarde o temprano, pero mientras más pronto, mejor.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera