La pseudo-religión del petróleo y el gas

Los precios del gas se han disparado en Europa y están batiendo todos los récords. Y eso sucede a pesar de los continuos ataques en contra del Nord Stream 2 y la publicidad que busca imponer la agenda verde. El costo de mil metros cúbicos de gas natural ronda a hora los 1.500 dólares, lo que significa que su precio se ha quintuplicado en los últimos dos años. Sin embargo, los expertos aseguran que los precios seguirán subiendo y que alcanzarán los 2.000 dólares en invierno. Por otro lado, Europa se está viendo obligada a importar carbón desde Rusia.
Por supuesto, uno se ve tentado a decir sarcásticamente que ahora estamos presenciando los logros de Greta Tunberg, pero eso no es importante y sería mejor que nos concentráramos en cuestiones mucho más profundas como por qué hemos creado una civilización industrial basada en el petróleo y el gas o de qué nos ha servido la industrialización y el triunfo de las máquinas y la tecnología. ¿Qué sentido tiene vivir en una civilización técnica que es incapaz de subsistir sin la constante extracción de un líquido negro y espeso nacido de los millones de cadáveres de pequeñas criaturas que murieron hace muchos miles de años o que necesita un aire subterráneo pesado y con mal olor que es nefasto para la atmosfera?
La humanidad entró en la era de las máquinas con el alba de los Nuevos Tiempos y ahora mismo el ser humano ha quedado subyugado ante el poder del petróleo y el gas, porque de lo contrario seriamos incapaces de producir algo. Tanto Gazprom como Rosneft y otras empresas similares en el extranjero se han convertido en las representantes de una nueva religión donde el gas y el petróleo son la verdad última, la medida de todas las cosas y la definición misma del poder. Nuestra historia se ha reducido completamente a la extracción de recursos y estamos dispuestos a someternos a esta realidad. Todas las guerras actuales son guerras por los recursos naturales y, en primer lugar, por el petróleo. Gas über alles.
¿Acaso no nos resulta todo esto repugnante? La civilización mecánica industrial solo conoce valores tan negros como el petróleo y que tienen un olor tan repugnante como el gas. Ambos representan los colores y los olores del inframundo: los ríos del infierno y el olor del azufre. Igor Letov, en su álbum El campo de experimentación ruso, dice abiertamente que de ahora en adelante “la eternidad huele a petróleo”. Es la eternidad de la que habla Svidrigailov (1): los campos infinitos e interminables a los que nos ha llevado la eterna búsqueda de recursos y donde el tiempo se extiende como un río oscuro que carece de finalidad, propósito o gracia.
Ahora bien, ¿por qué nos alegramos con el aumento de los precios de la gasolina? El patriota siempre se alegra por los triunfos de su país, pero eso solamente sucede cuando el país –principalmente sus autoridades y élite – tienen un objetivo, una idea, una ética y una estética conectada a la verdad. Tener como modelo a un país basado en la extracción de los recursos naturales, especialmente inundado de petrodólares y rublos por la extracción de gas, sin hablar de los arrugados y viejos funcionarios de Gazprom como modelos de que la “la vida es perfecta”, resulta repugnante e incluso denigrante. Por el contrario, el patriotismo se alegra por el triunfo de la Cruz, la victoria militar, las obras de un genio, las familias felices y de bebés sanos que crecen y beben leche. El silbido que produce el aire sulfúrico de un gasoducto cuando quema gas y lo arroja a la atmósfera poque lo están consumiendo filisteos e inmigrantes europeos no hace parte de nuestro orgullo nacional o, al menos, no debería serlo.
Es por esa razón que necesitamos una civilización diferente que no esté basada en la técnica, sino en lo existencial, lo ontológica, la estética y en un principio humano y suprahumano. No estamos haciendo un llamado a favor de la ecología, ya que quienes al promueven hoy en día fueron los mismos que diseñaron y crearon este mundo técnico que ahora han decidido adaptar a sus nuevas necesidades. No debemos confiar en la ecología que propagan los seguidores de Soros y otros globalistas. La economía verde no es más que una forma de subversión y su objetivo no es otro que seguir pudriendo a la humanidad. Antes que nada, esta economía verde busca debilitar a los principales rivales de Occidente y ponerlos en desventaja. Ese es su juego. No obstante, no tenemos por qué dejarnos llevar por la disyuntiva que ahora se nos proponen: o la hermandad universal y el Gran Rebrote Verde del mundo o aplaudir el aumento de los precios del gas en Europa.
Entendemos que los precios van a subir, pero ¿acaso vamos a hacer algo bello y sublime con ello? ¿Vamos a crear algo hermoso o realizaremos obras de caridad con el dinero que obtenemos? ¿Financiaremos investigaciones sobre el Logos ruso o apoyaremos a las comunidades rurales y a las pequeñas parroquias que existen dispersas por nuestro territorio?
Nada de esto se va a hacer y los burócratas de Gazprom, junto con el resto de la élite degenerada rusa, usaran las ganancias que obtengan para construir nuevas ciudades y casas de campo feas, llamativas y excesivamente caras. Esa es la realidad.
El despilfarro de los recursos naturales no es una alternativa real ante los proyectos subversivos y totalmente falsos que propone la economía verde. La economía no debe ser verde, sino humana y tener una perspectiva espiritual y cultural verdadera, es decir, estar sujeta a valores superiores a los que debe servir. El economista ruso Sergei Bulgakov decía que la economía debe ser creativa, pues el trabajo eleva al hombre por sobre sí mismo y crea un mundo bueno y bello que sigue los preceptos de Dios. Bulgakov llamó a esto Sofía o la Sabiduría de Dios. La economía debe tener este objetivo y, por lo tanto, ser bella y sublime. Nada de esto tiene que ver con el dilema que plantea la Gran Reconstrucción o la subida de los precios del gas.
El objetivo del hombre es elevar este mundo y dejar que el Cielo propague libremente sus rayos sobre este mundo oscuro. La economía moderna es una economía infernal, pero la ecología no es la alternativa real, Sofía sí.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Notas:
1. Arkady Ivanovich Svidrigailov es uno de los personajes centrales de la novela Crimen y Castigo de Fiódor Mijáilovich Dostoievski.