Rusofobia y nazismo
Solapas principales
11.05.2022
Las disculpas que ha ofrecido el presidente ruso debido a la polémica que suscitaron las palabras de Serguéi Lavrov nos obligan a analizar lo que significa la desnazificación de Ucrania fuera de Rusia. Hasta ahora, la operación militar especial simplemente se ha limitado a denunciar las ideas, símbolos y prácticas terroristas que la ideología nazi dentro de las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y los políticos ucranianos han promovido hasta ahora. Sin embargo, estas acusaciones no convencen en Occidente, pues según ellos:
- Es imposible que un Estado con presidente judío sea nazi,
- Y que los grupos nacionalistas extremistas carecen de representación real dentro de las instituciones ucranianas, siendo bastante marginales.
Lamentablemente, las respuestas que brindo Lavrov a los periodistas italianos iban dirigidas a responder el primer punto, pero las declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores terminaron por ser bastante extrañas y causaron mucha confusión, lo que ocasionó que muchos países europeos e Israel reaccionaran negativamente. Putin intervino en el asunto, considerando que algunas de las críticas que se hacían en contra de estas ideas estaban justificadas. Todo eso nos lleva al meollo del problema: la incapacidad de los rusos para crear un discurso que justifique su intervención en Ucrania.
La definición de qué es o cómo se define el “nazismo” es bastante complicada, especialmente si tenemos en cuenta que Occidente domina la narrativa informativa y propagandística a nivel mundial: después de todo, es Occidente quien se opone a nosotros y decide que nombre recibe cada cosa. Por otro lado, Rusia ha sido acusada de ser un poder nazi debido a que inició la operación militar especial y de ese modo violó la soberanía de un Estado vecino, recordando, según sus críticos, a como la Alemania de Hitler se comportó antes de la Segunda Guerra Mundial.
Lo mismo sucede con el antisemitismo: los judíos son quienes definen quién o qué es el antisemitismo. Tanto el Estado de Israel como las organizaciones judías occidentales han instaurado un monopolio sobre las definiciones del antisemitismo, solo basta ver en como el candidato judío y conservador a la presidencia de Francia, Eric Zemmour, enemigo del liberal y el globalista Macron, fue acusado en repetidas ocasiones de antisemitismo. Por supuesto, estas acusaciones contra Zemmour no fueron muy convincentes, pero algunos europeos se dejaron llevar por ellas debido a la fuerza de la propaganda liberal. Además, Moscú carece de los elementos necesarios para imponer su propia definición de estas palabras a nivel internacional.
Insistir todo el tiempo en que los “ucranianos son nazis” resulta muy improductivo. Claro, dentro de Rusia esta propaganda resulta bastante convincente, pero en Occidente no y no importa cuantas imágenes con soldados tatuados con esvásticas o libros escritos por Hitler que llevan sus soldados mostremos, Occidente jamás aceptara nuestra definición del nazismo. Además, la aceptación de tales declaraciones siempre ira de la mano de comentarios sarcásticos y cínicos acerca de tal o cual problema, por lo que resulta bastante ingenuo creer que ese discurso llene el vacío propagandístico que hoy domina la prensa internacional: todo eso solo causará confusión como lo han hecho las declaraciones de Lavrov.
No obstante, existe una forma bastante simple para superar este problema: identificar el “nazismo” con la rusofobia. Solo en este contexto la operación militar especial y la intervención en Ucrania serán comprensibles para todos. Además, es imposible que nuestros enemigos manipulen el sentido de tal palabra ya que así como los judíos son quienes determinan el significado del “antisemitismo” solo los rusos pueden definir qué es o no es la rusofobia, la cual sería el odio y el desprecio violento a todo lo que es ruso por el simple hecho de serlo. Podríamos decir que esta es la forma más concisa de definir el fenómeno de la rusofobia, pero tal definición es susceptible de ser ampliada y descrita de forma detallada, punto por punto, desde una perspectiva jurídica: solo así podremos resolver el problema discursivo que ahora nos agobia. Por supuesto, nadie podrá negar nuestra definición de la rusofobia, porque antes que nada es un problema que tiene una relación directa con los rusos. Todo ello nos lleva a plantear la necesidad de crear una ley contra la rusofobia.
Lo siguiente que debemos hacer es identificar el “nazismo” ucraniano como una forma extrema de rusofobia y de ese modo justificar nuestras acciones. Todo ello nos dará la legitimidad para que los demás comprendan el por qué hemos lanzado la operación militar especial y de ese modo justificar nuestros reclamos contra Ucrania, sus dirigentes, autoridades, políticos, ejército e incluso contra parte de su población. Todo esto hará entender al mundo la razón de nuestras acciones y por qué hemos hecho lo que hemos hecho.
Tanto Zelensky como el gobierno ucraniano, la Rada Suprema, los distintos partidos políticos ucranianos, los nacionalistas, las fuerzas armadas ucranianas y los nazis ucranianos (que son muchos) pueden ser acusados de rusofobia, aunque la rusofobia es un fenómeno mucho más extenso y no se aplica únicamente a ellos. Si definimos la desnazificación de Ucrania como una forma de lucha contra la rusofobia resulta irrelevante demostrarle “al resto del mundo que Ucrania es un Estado nazi” y que Zelensky es un “antisemita”: por supuesto, resulta imposible demostrar el antisemitismo de Zelensky, pero es obvio que las fuerzas políticas ucranianas son abiertamente rusofobas. Llegados a este punto, se hace innecesario seguir justificando nuestras acciones con epítetos y podemos decir que la operación militar especial no es más que una lucha contra la rusofobia en un Estado vecino. Además, movimientos como el batallón Azov, el judío Zelensky y los liberales prooccidentales son rusofobos; lo mismo se aplica a la OTAN, la Unión Europea, los neoconservadores estadounidenses y la actual administración Biden.
Es debido a que la rusofobia se ha expandido por el mundo que nos hemos visto obligados a actuar: primero hemos atacado el bastión de la rusofobia más cercano que teníamos (Ucrania), donde la mitad de su población estaba sufriendo debido a ello. Hemos dicho claramente que no toleraremos los ataques contra Crimea y el Donbass, pero tampoco en el resto de Ucrania. Por otro lado, abolir la esvástica y dejar la rusofobia intacta no servirá de nada. Desnazificar significa acabar totalmente con la rusofobia. Solo así dejaremos claro al resto del mundo la razón por la que estamos luchando y los objetivos que queremos alcanzar: acabar con la rusofobia que está destruyendo a un país vecino y que consideramos nuestro hermano. También enviaremos un mensaje claro: no toleraremos la rusofobia en otras partes del mundo.
En Rusia no se desprecia a otros pueblos y no somos partidarios de ninguna forma de nacionalismo, chovinismo y supremacismo dirigido a aniquilar otras naciones. Es por eso que exigimos que los rusos se han tratados con respeto por otros pueblos: no se trata de una petición, sino de una exigencia y en caso de que no sea escuchada tomaremos medidas extremas. Por otro lado, los rusos no vamos a responder a la actual rusofobia que invade el mundo promoviendo nuestra propia versión de la ucraniofobia, la americanofobia, la francofobia, la islamofobia, etc. Deberemos poner esto por escrito y crear incluso una ley.
El esquema de una guerra contra la rusofobia es bastante simple y nos permite explicar lo que sucede actualmente en Járkov, la Isla de la Serpiente o Jerson. Nuestra oposición contra la rusofobia es total y por eso vamos a llegar hasta Lvov y las fronteras occidentales en caso de que el régimen ucraniano no se rinda. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones, pues el actual gobierno ucraniano está construido sobre la rusofobia y el presidente Putin tiene toda la razón cuando dice que Ucrania se ha convertido en la anti-Rusia. Todo esto significa que el régimen ucraniano debe capitular, ya que Rusia no tolerara su existencia.
Ahora bien, ¿qué nos impide argumentar de esta manera y considerar públicamente que la operación militar especial hace parte de la lucha contra la rusofobia? Es una pregunta importante, porque de tomar este camino argumentativo explicaríamos todo lo que pasa. Supongo que la razón por la cual no se declara la guerra abierta contra la rusofobia es debido a que existe un poderoso lobby rusofóbico dentro de Rusia, por lo que podemos concluir que todo un segmento de la clase dirigente hace parte de la anti-Rusia y atacarlos causaría su completa destrucción. Por supuesto, no estamos hablando solamente de los rusófobos que han huido y se han escondido en otras partes, sino también de todos aquellos que aún conservan puestos de poder y que esperan a que la ola se rompa y comience a retroceder.
Es por eso que la única forma de derrotar a la anti-Rusia exterior es primero derrotando a la anti-Rusia interior. Nuestra única opción es crear una ley que condene – y criminalice – la rusofobia de forma categórica. Solo así las actas que hemos levantado para juzgar a los nazis contra los que nos estamos enfrentando tendrán sentido. La rusofobia es un problema grave para nosotros, por eso la vamos a definir y combatir: solo así nuestras acciones tendrán sentido y podremos condenar – especialmente a aquellos que han cometido delitos muy graves – a los rusofobos de toda clase sin importar su origen étnico o sus posiciones políticas, ideológicas y religiosas. Un juicio solo puede ser llevado a cabo cuando las actas y las palabras han sido claramente definidas. En caso de que reine la ambigüedad y el desconcierto, entonces será imposible realizar tal tarea. Por supuesto, Occidente e Israel pueden estar en desacuerdo con nuestra definición del nazismo y es por eso que personajes como Lavrov se terminan enredando cuando intentan responder a las preguntas que se le hacen.
La única forma de solucionar todo esto es equiparando el “nazismo” a la rusofobia (después de todo el nazismo era profundamente rusofóbico) y la desnazificación que estamos llevando a cabo es nuestra forma de extirparlo. Solo así podremos acusar de forma tranquila, justificada y legitima tanto Ucrania como a su actual régimen, al batallón Azov y otras organizaciones terroristas de ser abiertamente rusofobas y de ese modo combatirlas.