Crítica al nacionalismo desde la Cuarta Teoría Política
Solapas principales
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La única teoría que puede justificar nuestra lucha en contra del nazismo ucraniano y el globalismo liberal es la Cuarta Teoría Política
La crítica de la Cuarta Teoría Política al nacionalismo
Muy pocos se han dado cuenta de que la Cuarta Teoría Política, la cual he desarrollado a lo largo de todos estos años, hace una fuerte crítica al nacionalismo. Quizás muchos se sienten atraídos a la Cuarta Teoría Política por su rechazo del liberalismo y el marxismo, pero ella también crítica el nacionalismo y los Estados nacionales.
Además, la Cuarta Teoría Política ataca el racismo, el cual considera como una forma de nacionalismo virulento propio de la civilización occidental, la cual niega la existencia de pueblos y culturas diferentes. La operación militar especial rusa en Ucrania tiene como objetivo desnazificar ese país y nos da la excusa perfecta para volver sobre nuestras críticas al nacionalismo.
La multipolaridad y la existencia de múltiples civilizaciones
La Cuarta Teoría Política parte del hecho de que existen muchas civilizaciones y culturas, por lo que el mundo multipolar es una necesidad histórica y un proyecto que tiene un futuro promisorio. Por otro lado, la civilización occidental actual, y la Modernidad, no son sino una de las múltiples civilizaciones que han existido. Todo ello implica que han existido anteriormente y existirán en un futuro civilizaciones que tienen principios y valores que no tienen nada que ver con las que hoy en día existen.
Entre las civilizaciones no Occidentales podemos contar:
La rusa (ortodoxa-euroasiática);
La china (cuya unidad política se logró hace mucho tiempo);
La islámica (multipolar y multivectorial).
La hindú (que no ha conseguido convertirse en un polo);
La latinoamericana (la cual apenas se está formando);
La africana (que está surgiendo gracias al impulso del panafricanismo).
Además, podemos decir que la civilización occidental se divide en dos partes:
Una anglosajona (Estados Unidos, Inglaterra, Australia, Canadá) y
Otra europea y continental (de cuño franco-alemán).
La civilización occidental se ha considerado hasta ahora como la única universalmente valida, intentando imponer sus valores y principios al resto de la humanidad. Esta imposición es fruto del racismo (etnocentrismo) como justificación del colonialismo y el neocolonialismo (globalización).
La esencia racista de la civilización occidental: la construcción de la hegemonía y sus agentes de influencia
El racismo occidental se expresa geopolítica y geoestratégicamente en la unipolaridad: Occidente (EE.UU. y la OTAN) dominan al resto de la humanidad por medio de su poder militar, económico, diplomático, informático y cultural (dominio de amplio espectro).
Los individuos y los países se ven obligados a aceptar o rechazar las pretensiones universalistas de Occidente (unipolaridad) de acuerdo a sus propias prerrogativas. Por supuesto, el estar del lado de la multipolaridad o la unipolaridad depende de cada uno. Los rusos, los chinos, los musulmanes, los hindúes, los africanos y los latinoamericanos pueden elegir entre obedecer a la hegemonía occidental o rechazarla y en su lugar reafirmar la identidad de su propia civilización. En esencia, el problema radica en aceptar la hegemonía de Occidente – con su respectivo dominio estratégico y cultural encarnado en la OTAN, realidad que se ve reforzada por nuestra incapacidad de ponernos de acuerdo – o en oponernos a esta hegemonía, a la OTAN y a todos aquellos que la defienden.
La actual operación militar que Rusia ha lanzado sobre Ucrania va dirigida en contra de Occidente y su hegemonía, ya que es nuestro enemigo directo. Esto significa que Rusia –una civilización totalmente diferente a la Occidental y que es una potencia nuclear – ha decidido rechazar la hegemonía y el universalismo occidental. Moscú ha vacilado durante muchos años, pero finalmente ha decidido decirle no a Occidente.
Por supuesto, el Occidente globalista y racista ha decido usar a otros para librar una guerra en nuestra contra: en este caso, el régimen ucraniano apoyado por neonazis.
Este enfrentamiento se enmarca en uno mucho más grande en el que luchan la unipolaridad contra la multipolaridad. Debemos despertar a todas las civilizaciones, ya que esto no se trata de una guerra entre una “única civilización contra los bárbaros” tal y como los medios de propaganda occidental han presentado este conflicto.
Ahora que la guerra (no solo contra Ucrania, sino contra Occidente) ha comenzado, llegó el momento en que opongamos en contra de Occidente nuestras propias particularidades civilizatorias, teorías, ideas, paradigmas, doctrinas, valores y principios. Los valores occidentales deben ser descartados o, como mínimo, relativizados. Esto significa aceptar que los valores occidentales no son nada más que una opinión particular y no representan los ideales de toda la humanidad. Por lo tanto, pueden ser rechazados. No obstante, debemos reemplazarlos por nuestros propios valores.
La hegemonía según la politología
La politología llama hegemonía aquello que los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil rusa suelen denominar “agentes de influencia”. Tanto el liberalismo como el comunismo y el nacionalismo, que estamos analizando ahora, son teorías políticas occidentales. Estas tres ideologías (liberalismo, comunismo, nacionalismo) nacieron en Occidente y, por lo tanto, no son más que una expresión de su historia y su identidad. Por supuesto, estas teorías políticas se difundieron en muchas sociedades y civilizaciones no occidentales debido a un proceso de colonización intelectual, lo que ha llevado a muchos a creer que son teorías universales y pueden ser practicadas por todos los pueblos y países que existen en el mundo. Sin embargo, todas ellas no son más que conceptos y teorías muy particulares que fueron desarrolladas por una única civilización que no es más que una pequeña parte de la humanidad: la civilización occidental moderna. Es por eso que toda sociedad o civilización, a la hora de abordar ideologías como el liberalismo (la teoría política dominante hoy en día y la más peligrosa de todas), el comunismo y el nacionalismo, debe hacerlo con cuidado pues se trata de contenidos tóxicos peligrosos que han sido esparcidos por el imperialismo y la colonización. Es por eso que los defensores del liberalismo, el comunismo y el nacionalismo fuera de la civilización occidental no son más que “agentes de influencia extranjeros” consciente o inconscientemente. Por supuesto, ese no sería el caso si sometieran a crítica estas doctrinas y teorías comparándolas con aquellas que ha desarrollado su propia civilización, pero este es un procedimiento que rara vez se hace y normalmente se pasa por alto.
Defender el liberalismo, el comunismo y el nacionalismo fuera de Occidente es ser un agente de influencia externo: “quinta columna”. La multipolaridad sostiene que existen varias civilizaciones y la Cuarta Teoría Política es precisamente una defensa de las mismas, por lo que es necesario romper con la teoría política occidental y sus tres manifestaciones históricas: 1) el liberalismo, 2) el comunismo y 3) el nacionalismo.
La politología occidental nace del capitalismo
Ahora bien, la politología occidental actual nació de la ruptura de Occidente con su pasado clásico y medieval, especialmente con su rechazo del cristianismo. Es por eso que las tres teorías políticas modernas justificaron en un principio el orden político burgués:
El liberalismo defiende el individualismo burgués y esperaba crear una sociedad civil planetaria.
El nacionalismo también defiende el individualismo y la creación de una sociedad civil, pero dentro del marco de un Estado-nación.
El comunismo consideraba que el capitalismo era una fase inevitable de desarrollo de la historia (tesis profundamente racista y eurocéntrica), pero planteaba la superación del orden burgués (que sería el primer orden mundial por venir) sosteniendo los ideales del progreso y el desarrollo técnico. Además, el comunismo se inspiraba en la ética burguesa de la “destrucción” de la tradición, la religión, la familia, etc., aunque defendiendo un carácter clasista y democrático. Sin embargo, el comunismo triunfó en sociedades no occidentales (tesis que contradecía las ideas de Marx, pues este último consideraba imposible que esto sucediera), las cuales transformaron su profundamente contenido (Rusia, China, etc.). De todas maneras, esto no cambió cualitativamente las ideas comunistas, ya que estas siguieron influidas por las teorías políticas occidentales.
El nacionalismo como una forma de antitradicionalismo
Ahora bien, concentrémonos en nuestra crítica al nacionalismo. El nacionalismo fue antes que nada un fenómeno nacido del capitalismo burgués occidental y surgió con el rechazo del mundo medieval con su unidad religiosa (expresada en la Iglesia Católica), el Imperio y los estamentos sociales. Es por eso que el nacionalismo es antes que nada un sistema artificial igual que otras ideologías occidentales, por lo que no es una alternativa a la Modernidad sino un producto de la misma.
Sin embargo, es cierto que el liberalismo se corresponde mucho mejor con el sistema capitalista y desde un principio ha sido una forma de globalismo, buscando extender las ideas y pautas de comportamiento burgués de todas las formas posibles al resto de la humanidad. Los marxistas comprendieron esto muy bien: el nacionalismo simplemente era una forma intermedia de globalización que destruía las instituciones medievales heredadas de la Edad Media como el catolicismo, el Imperio y los estamentos. El nacionalismo consideraba que el Estado-nación era la única arca de salvación, la cual era piloteada por una oligarquía burguesa. No es coincidencia que el nacionalismo surgiera en primer lugar en los países protestantes, especialmente Holanda e Inglaterra, donde se desarrollaron los ideales burgueses anti-clericales, anti-imperiales y anti-jerárquicos:
Rechazo de Roma,
Odia a la dinastía de los Habsburgo y
Sustitución de la autoridad sacerdotal y el poder aristocrático por la economía controlada por una clase mercantil urbana.
Posteriormente, fueron estos círculos burgueses europeos y antitradicionales – anti-católicos, anti-estamentales y anti-imperiales – los que se convirtieron en los principales defensores del nacionalismo.
Ahora bien, el capitalismo paso por varias etapas: primero fue muy nacionalista, pero pronto se convirtió en una forma de liberalismo globalista. Las teorías económicas liberales aparecieron muy pronto de la mano de Adam Smith, quien describió una forma de capitalismo cuyos contornos no eran otra cosa que la justificación del colonialismo británico.
En la medida en que se iba consolidando el orden burgués el capitalismo se hizo cada vez más liberal y menos nacionalista, aunque no todas las formas de nacionalismo desaparecieron, pues los Estados-nación burgueses siguen existiendo hasta el día de hoy. Los liberales de hoy quieren abolir los Estados nacionales y crear una forma de Gobierno Mundial. No obstante, los poderes capitalistas globales siguen controlando los Estados nacionales y los utilizan a su antojo. Podríamos decir que el nacionalismo es una primera etapa del capitalismo mientras que el liberalismo (globalismo) es su forma más tardía.
El comunismo fue una forma más indirecta de globalización, ya que los comunistas más dogmáticos comporten la idea de la desaparición del Estado-nacional y consideran que es necesario e inevitable que el capitalismo cosmopolita triunfe en todo el mundo. Es por esa razón que los comunistas tienden a solidarizarse con los liberales en su lucha contra los regímenes nacionalistas.
Igualmente, los comunistas esperan que el sistema capitalista triunfe en todo el mundo, convirtiéndose de este modo en un sistema internacional que prepare el terreno para la revolución proletaria mundial. Es aquí donde los comunistas y los liberales difieren, aunque las teorías comunistas son bastante abstractas y han sido refutadas por la historia, empezando por el hecho de que el comunismo no triunfó en los países capitalistas y cosmopolitas, sino en sociedades agrarias donde existían forma de vida casi medievales. Muchos de estas sociedades bascularon hacia una especie de nacional-bolchevismo que los teóricos occidentales del marxismo jamás consideraron como representantes del “socialismo” o el “comunismo”. Por ejemplo, muchos de estos países terminaron por negar varias de las ideas marxistas (la Rusia soviética, China, etc.) e intentaron construir el socialismo en un solo país, mediante una especie de síntesis entre el comunismo y el nacionalismo (aunque ninguno fue capaz de expresar estas ideas de forma teórica). Esto último llevo a una terrible confusión conceptual, pues muchos partidos comunistas se vieron obligados a deformar o justificar por medio de la propaganda semejantes giros ideológicos que contradecían sus propias teorías, lo que causó un oscurecimiento del fenómeno nacional dentro de los regímenes comunistas.
De cualquier manera, el nacionalismo fue un fenómeno burgués y capitalista que surgió en Occidente.
El nacionalismo como comunidad imaginada
El sociólogo estadounidense Benedict Anderson ha descrito de una forma brillante como el nacionalismo es un fenómeno artificial, demostrando de forma convincente que, a diferencia del pueblo o la etnia, la “nación” es un concepto político que fue creado por los ideólogos de la burguesía con tal de alcanzar ciertos objetivos. El nacionalismo surgió como una forma de consolidar la sociedad burguesa después de que esta hubiera rechazara sus identidades religiosas, estamentales e imperiales tradicionales. El libro de Anderson se llama The Imagined Community (La comunidad imaginada) y describe de forma muy acertada la naturaleza ilusoria del nacionalismo, el cual nace de una selección arbitraria y ficticia de las costumbres de los pueblos por parte de intelectuales al servicio de la burguesía.
Benedict Anderson señala que el nacionalismo no nació orgánicamente de las naciones, sino que las creo. Por lo que no es cierto que el nacionalismo apareció primero y luego surgieron los Estados nacionales. Toda nación es un invento creado por los nacionalistas quienes inventan unos orígenes ficticios de sus propias naciones seleccionando un hecho arbitrario que no tiene nada que ver con su historia, luego intentan decir que el Estado burgués actual es el heredero de algún gran imperio con el que tienen poco que ver. Posteriormente, el nacionalismo impone a los diferentes pueblos que existen en su interior un idioma arbitrario (la mayoría de las veces se trata de un dialecto regional que es convertido en un “idioma”), un código cultural y un sistema jurídico– civil – basado sobre el individualismo. Es así como aparece el nacionalismo y sus representantes, quienes se proclaman portadores de una lengua común y descendientes ficticios de un gran imperio (imaginario) que alguna vez existió. El nacionalismo fragmenta y atomiza la sociedad destruyendo las instituciones religiosas, estamentales, imperiales y las comunidades rurales. Con tal de unir a esta masa heterogénea de individuos dispares se recurre a la existencia de un enemigo común, el cual todos estos fragmentos biológicos (partes sin un todo) deben odiar en nombre de una supuesta superioridad racial.
Es interesante que la palabra “ciudadano” provenga de “ciudad”, es decir, la “gente que vive en la ciudad”. Y si a esto le sumamos que la palabra burguesía tiene su origen en burgus, “ciudad” comprendemos que el nacionalismo es un fenómeno urbano, es decir, un lugar donde la gente vive atomizada y fragmentada de una forma muy diferente a como se organizan las comunidades rurales.
Por lo tanto, podemos concluir que el nacionalismo es una teoría que intentó crear una forma de sociedad urbana inorgánica, de allí su fealdad. Toda forma de nacionalismo esta basada en la mentira, el simulacro y la destrucción de las formas de vida genuinas de los pueblos, las culturas y las comunidades.
El racismo funcional
El racismo es la forma por excelencia del nacionalismo y podríamos decir su forma más extrema. Aquellos que son denominados como los miembros fundadores de esta nación imaginaria, muchas veces compuesta por elementos étnicos y culturales muy diferentes (hecho negado sistemáticamente por el racismo y el nacionalismo), son proclamados como los representantes de una “raza superior” (no sabemos por quién, pues la religión es considerada algo del pasado) que tiene el derecho de subyugar a todos los pueblos inferiores.
El racismo, especialmente el de cuño anglosajón, fue una de las principales justificaciones del colonialismo, permitiendo la subyugación y esclavización de continentes enteros en nombre de la “superioridad racial del hombre blanco”. En cambio, en los Imperios antiguos se consideraba que los pueblos conquistados tenían derecho a mantener su propia organización social y no eran esclavizados o considerados como inferiores por razones raciales. El racismo europeo surgió con la Modernidad y fue uno de los principales mitos de la burguesía. La raza es un fenómeno tan fantasioso como la nación. Sin embargo, una de sus principales características es reducir a los seres humanos a caracteres biológicos como si fueran animales o sementales de pura sangre. Sin duda, existen rasgos físicos que diferencian a los pueblos entre sí, pero es absurdo basar las jerarquías sociales y económicas en diferencias biológicas. Los pueblos tienen talentos y culturas diversas que no podemos jerarquizar mediante sistemas arbitrarios o modelos ideales, pero el racismo pretende convertir una cultura particular (con sus distintivos físicos, lenguaje, historia, valores, etc.) en un modelo universal.
En algunos países el racismo sirvió – principalmente en los países anglosajones – como un medio para justificar el colonialismo y la esclavitud de las razas inferiores, mientras que en otros casos – como, por ejemplo, la Alemania nazi – el racismo fue utilizado para consolidar una sociedad burguesa que se estaba desmoronando debido a la destrucción de sus instituciones religiosas, políticas y sociales tradicionales. Por supuesto, el nacionalismo fue incapaz de unir a los principados alemanes occidentales y del sur con la Prusia protestante, creando con ello un “Imperio imaginario” que unificaría a todos los pueblos germanos. Fue por eso que los alemanes tuvieron que recurrir a una especie de ultranacionalismo basado en el racismo biológico inglés, lo que los llevó a sostener teorías absurdas sobre la conquista de los pueblos inferiores: el triunfo de la raza aria (identificada con los alemanes) solo sería posible si los pueblos “infrahumanos” (incluidos pueblos indoeuropeos como los eslavos y gitanos) eran exterminados.
El único objetivo del nacionalismo alemán fue evitar el colapso de la sociedad alemana que en ese entonces se estaba deshaciendo en miles de pedazos.
¿Por qué la Cuarta Teoría Política rechaza el nacionalismo?
La Cuarta Teoría Política rechaza el racismo y todas las formas de nacionalismo precisamente porque considera que son teorías políticas occidentales, burguesas y modernistas de cuño antitradicional. Por lo que intentar operar con concepto y teorías como el nacionalismo para explicar procesos políticos y sociales de sociedades no occidentales, especialmente en aquellas que han conservado muchas de sus instituciones tradicionales, no es otra cosa que una forma de universalismo y colonialismo occidental. Creer que el racismo occidental y su politología pueden explicar todos los procesos sociopolíticos que acontecen en diferentes pueblos y sociedades es un disparate. Es por eso que si aceptamos alguna de las tres teorías políticas occidentales (liberalismo, comunismo y nacionalismo) como explicación de nuestra sociedad solo estamos convirtiéndonos en representantes del colonialismo occidental.
La Cuarta Teoría Política rechaza muchas de las tesis del nacionalismo, especialmente:
La destrucción de la sociedad orgánica (holística) en favor de crear una sociedad individualista y atomística según los estándares de la “Modernidad”;
La aceptación de que el capitalismo es un estadio inevitable del desarrollo humano;
El progreso lineal de la sociedad según los esquemas históricos occidentales entendidos como promoción del individualismo, confort, desarrollo tecnológico, democratización ficticia de la sociedad y fortalecimiento de las oligarquías y monopolios comerciales;
Instauración de una forma de ciudadanía individualista copiada de Europa;
Laicismo de carácter antirreligioso;
Abolición de los estamentos;
Destrucción de las comunidades rurales para poder crear “multitudes solitarias” urbanizadas burguesas y proletarias.
La Cuarta Teoría Política considera que todos estos fenómenos solo describen a la sociedad occidental y, por lo tanto, se trata de un caso regional y local. El resto de las civilizaciones no tiene porque seguir este camino – implantación de la modernización, capitalismo, secularismo, industrialización y urbanización – sino que pueden seguir otros derroteros. Ni el capitalismo o el nacionalismo, con sus diversas formas de racismo, tiene porque convertirse en una ley histórica universal.
Resulta interesante que tanto los eslavófilos rusos como sus continuadores siempre rechazaran las ideas políticas que los movimientos de izquierda y derecha querían imponer en Rusia durante el siglo XIX y XX. Los eslavófilos consideraban que Occidente, y especialmente el Occidente moderno, no era más que un caso atípico de sociedad. Estas mismas ideas también eran compartidas por muchos conservadores ortodoxos-monárquicos y por los populistas (narodnik) rusos. Los pensadores eurasiáticos incluso rechazaron estas ideas de forma mucho más tajante aún.
Los principales componentes del nazismo ucraniano
Todas las observaciones que hemos hecho anteriormente nos permiten comprender mejor la razón por la cual la Rusia contemporánea se enfrenta al nacionalismo y al nazismo ucraniano postsoviético, especialmente si tenemos en cuenta que, después del Maidan y en la actual operación militar especial, el nacionalismo ucraniano (en sus formas extremas) se ha convertido en el principal enemigo político e ideológico del mundo ruso.
El nacionalismo ucraniano defiende los mismos falsos elementos del nacionalismo europeo:
Apelación a ancestros ficticios (invención de un pueblo “ucraniano ancestral”);
Promoción de enemigos raciales (los rusos y el Imperio Ruso);
Adoctrinamiento sobre la superioridad racial ucraniana sobre otros pueblos (principalmente los rusos);
Imposición de una lengua (vernácula) artificial con fines políticos;
Instauración de un orden burgués-oligárquico;
Rápida urbanización de la población rural.
Todas estas herramientas tienen un único objetivo: crear una nación inexistente que no cuenta con los requisitos históricos para su aparición. El nacionalismo, y especialmente el racismo, demuestran que la nación burguesa es un mito, mientras que el pueblo y la sociedad tradicional – las identidades orgánicas reales – se desmoronan ante la precaria situación que impone el estatalismo moderno. El proceso de alienación fue tal que era necesario tomar medidas extremas con tal de crear un “Estado independiente”, lo que dio nacimiento al nazismo ucraniano de hoy.
Pero la principal pregunta es la siguiente: ¿por qué Occidente, que se encuentra en una fase de desarrollo muy diferente y donde se intenta abolir los Estados nacionales sustituyéndolos con instituciones globalistas (el liberalismo actual busca destruir todos los restos que quedan del nacionalismo), alimenta el nacionalismo ucraniano? Existen dos respuestas para esta pregunta:
Occidente hace la vista gorda sobre la existencia del nacionalismo ucraniano y se ha aliado con él por su profunda rusofobia, ya que de ese modo evita que Rusia se convierta en un polo independiente que lucharía con la hegemonía occidental, mientras que el nacionalismo ucraniano es considerado como una amenaza de menor rango;
O el nacionalismo ucraniano es considerado por Occidente como una fase evolutiva necesaria que deben atravesar todas las sociedades y que las sociedades occidentales hace tiempo han superado (al menos eso es lo que piensan); por el contrario, Ucrania apenas está entrando en una fase capitalista y oligárquica con tal de crear las estructuras necesarias para construir un Estado-nación, es por esa razón que este nacionalismo virulento y racista es el resultado de la rápida independencia de los ucranianos, dada su falta de experiencia histórica y el potencial que tiene Rusia para convertirse en una alternativa al poder occidental.
Quizás esas sean las razones detrás del apoyo de Occidente a las fuerzas ucranianas que combate en sus propios países. Sabemos muy bien a que ha conducido todo ello: el intento de construir un Estado-nación ucraniano conllevó la separación primero Crimea y el Donbass y luego desató la operación especial rusa. El nazismo no ayudó a resolver esta situación, pero las consecuencias de sus acciones sin duda han sido monstruosas.
La ideología de una nueva Rusia
Por último, es importante que entendamos que Rusia – la cual está luchando por desnazificar Ucrania – está usando el lenguaje de la Cuarta Teoría Política. Moscú ha entrado en confrontación directa con el liberalismo y el globalismo, incluso podríamos decir que el liberalismo occidental y el capitalismo global, amparados por la oligarquía mundial, son el principal enemigo de la civilización, cultura y sociedad rusa. La multipolaridad no se puede construir sobre el liberalismo, es decir, sobre la ideología de nuestros enemigos.
Tampoco podemos decir que la Rusia de hoy tenga algo que ver con el comunismo, aparte de compartir con ella un pasado resiente. El comunismo acabó derrumbándose porque carecía de vitalidad interior. Uno de los graves problemas de la URSS fue que el dogma marxista rechazó de facto la esencia rusa y eurasiática de su sistema: el marxismo jamás comprendió ni aceptó la tradición, religión y el espíritu comunitario del nacional-bolchevismo realmente existente. Esto creó una especie de fisura entre lo que realmente era la URSS y lo que la élite soviética creía que era, causando finalmente su colapso.
Por otro lado, tampoco podemos decir que la Rusia de hoy es una versión nacionalista rusa diferente al nacionalismo ucraniano. Semejante tesis contradeciría la diversidad étnica y cultura de Rusia-Eurasia que tiene un carácter imperial, pero que no acepta una rusificación forzada de sus pueblos y su transformación en un Estado-nación.
En cierta forma podemos decir que ninguna de las tres grandes ideologías políticas de la Modernidad existe en Rusia. De hecho, Rusia no tiene una ideología oficial en estos momentos. No obstante, Rusia se encuentra luchando contra el nacionalismo como ideología y es imposible vencer una ideología usando esa misma ideología, ya que es imposible entender o explicar el por qué estamos combatiendo recurriendo al lenguaje del enemigo.
La única alternativa que nos queda es rechazar a la civilización occidental y volver nuestros ojos hacia nuestras raíces, historia, cosmovisión autóctona y Tradición de la que forman parte todos los eslavos orientales (grandes rusos, ucranianos y bielorrusos). La mejor forma de hacer esto es a través de la Cuarta Teoría Política (así como de sus diversas versiones eslavófilas, eurasianas, tradicionalistas, conservadoras, etc.). Solo esta última puede justificar nuestra lucha contra el globalismo liberal. Carecer de una ideología propia puede conducirnos a un desastre en el futuro.