El futuro de Bielorrusia

La cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la líder de la oposición política de Bielorrusia, Svetlana Tijanóvskaya, es una de advertencia dirigida en contra del presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko. Por otro lado, la “defensa de la soberanía” que ha sido expresada por este último nace de una renovación de los lazos entre Moscú y Minsk. Los políticos occidentales temen que esto acelere la integración de Bielorrusia y Rusia a través del Estado de la Unión, además de que todo ello lleve a un referéndum que tenga como objetivo la unificación de Bielorrusia y Rusia.
Existen dos perspectivas en las Relaciones Internacionales: la escuela liberal de las Relaciones Internacionales (representada por Biden, la Unión Europea y las empresas transnacionales) considera que todo el mundo debe renunciar a su soberanía y plegarse a los mandatos de un gobierno mundial, por esa razón es necesario cuestionar la legitimidad de los Estados-nacionales y los presidentes de estos países deberán ser nombrados por entidades internacionales.
La Unión Europea es el mejor ejemplo de todos, ya que a pesar de estar formada por Estados nacionales, instituciones como la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el FMI, el Tribunal de La Haya, el TEDH y demás hacen parte de esta organización. Es, en cierta forma, el prototipo de un gobierno mundial, por lo que este modelo encarna los ideales de la escuela liberal de las Relaciones Internacionales. Por su parte, Biden solo reconoce como gobernante legítimo de un Estado nación a aquellos que el mismo nombra o avala para tales puestos, por lo que Tijanóvskaya es considerada por él como la presidente del gobierno en el exilio de Bielorrusia.
Todo esto se corresponde con una especie de plan, aunque en muchas ocasiones el plan no coincide con la realidad. De todos modos, la Unión Europea no se construyó de la noche a la mañana. Primero surgieron las ideas, luego se fundaron ciertas instituciones, posteriormente vino la integración económica… y poco a poco los planes fueron tomando forma hasta hacerse realidad. Por lo que podemos decir que los liberales están dando los primeros pasos para construir un gobierno mundial internacional.
La otra escuela que existe dentro del campo de las Relaciones Internacionales sería la escuela realista, representada por Rusia, China, Bielorrusia, Irán, Venezuela y Turquía, la cual cree que la soberanía nacional es el principio por excelencia a la hora de hacer política internacional. Esta escuela descarta la existencia de un gobierno mundial y rechaza que autoridades externas les dicten que deben o no hacer dentro de sus territorios. Vladimir Putin, Alexander Lukashenko y otros líderes, como el expresidente estadounidense Donald Trump, pueden ser considerados representantes de esta escuela de pensamiento.
El hecho de que Biden reconozca como mandataria de Bielorrusia a Tijanóvskaya es un modo de adelantarse a los acontecimientos y empezar a crear el mundo del futuro. Su mensaje se puede resumir de la siguiente forma: “Bielorrusia no puede ser entregada a Putin, ni tampoco se debe realizar un referéndum, de lo contrario será mejor que se preparen para lo peor”. Por supuesto, según el esquema liberal de las relaciones internacionales esta es una realidad, y esto mismo se aplica a los medios de comunicación liberales, Facebook y otras instancias globalistas que consideran que Tijanóvskaya es la única presidente de Bielorrusia. Para todos ellos Tijanóvskaya acaba de reunirse con el presidente de una nación y se le ha encomendado que luche contra un usurpador que supuestamente es controlado por Moscú.
Los rusos, bielorrusos, venezolanos, iraníes, chinos y turcos interpretan estos acontecimientos de otro modo: todos ellos consideran que los Estados Unidos intenta imponer como presidente de una nación a un ama de casa sin poder que llegó accidentalmente a las portadas de los medios de comunicación globalistas tras una oleada de revoluciones de colores. Tijanóvskaya no es más que un peón que no cuenta con los recursos morales, financieros, políticos o estratégicos para poder ser considerada como una precursora real de un nuevo orden internacional. Estamos ante una situación extremadamente cómica.
Sin embargo, estas dos realidades existen paralelamente la una al lado de la otra mientras no se anulen entre sí. Eso acontecía en la época de la bipolaridad, cuando algunos países eran capitalistas y otros comunistas. En estos momentos el futuro de la humanidad se está configurando de un modo distinto, pues vemos que existe una lucha entre la escuela liberal y realista de las Relaciones Internacionales. Tanto Putin como Lukashenko cuentan con el 101% de la soberanía de sus países, mientras que Tijanóvskaya no puede hacer más que decir que el futuro del mundo será definido por el paradigma liberal.
Y a pesar de lo absurdo de semejante situación, podemos decir que el proyecto globalista está casi llegando a su meta al imponer ideas ridículas – como la ideología de género –:de ahora en adelante cada base de la OTAN se ha convertido en un puesto de avanzada que promociona los matrimonio transgénero y las relaciones homosexuales hasta el punto de que los embajadores occidentales usan faldas y zapatos de mujer cuando salen a marchar en los desfiles del orgullo gay.
La lucha entre la escuela liberal y la realista ha llegado al punto en que se ha pasado a una especie de guerra híbrida donde los dos bandos enfrentados atacarán a todos los Estados soberanos: los errores, protestas y debilidades al interior de las estructuras estatales serán usados como medios para influir dentro de las naciones, se financiara el descontento popular desde afuera y se proporcionara apoyo tecnológico – incluso militar – a la oposición.
Lukashenko es capaz de resistir solo porque cuenta con el apoyo de Rusia, una potencia nuclear, que lo respalda. De lo contrario ya hubiera cedido. Desde un punto de vista realista, el jefe de Bielorrusia no resistiría semejante presión y él lo sabe. Esto nos lleva a concluir que la reunión entre Biden y Tijanóvskaya no hace sino cimentar la unificación entre Moscú y Minsk.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera