El futuro de Rusia después de Putin

Ahora continuaremos nuestra cartografía de la política rusa usando como referente los sistemas geopolíticos e ideológicos globales que hemos expuesto.
Habíamos planteado anteriormente que las principales líneas de choque en las que se enmarcan los procesos políticos más importantes tienen que ver con la contradicción entre realismo y liberalismo en las Relaciones Internacionales. Este proceso se expresa en el fortalecimiento de la soberanía de Rusia como centro de decisión independiente y completamente autónomo frente a quienes quieren integrarla en el sistema mundial global, donde todas las normas, reglas, valores y prioridades serán fijadas por la moderna civilización occidental en su versión postmodernista y ultra-liberal. Debemos tener en cuenta esto último: si decidimos integrarnos en la sociedad global, entonces no podremos elegir qué versión del liberalismo queremos y cuáles valores occidentales aceptaremos o no. Tendremos que abrazar el liberalismo radical que hoy domina el Occidente contemporáneo, es decir, la exaltación de los LGBT+, la cultura de la cancelación, la censura, el post-humanismo, el feminismo y el posmodernismo. De lo contrario, seremos considerados como la periferia o una provincia remota, una especie de frontera bárbara donde acaba Occidente y comienzan la selva, las estepas, los desiertos y los asentamientos de los salvajes que se encuentran insuficientemente civilizados o que no conocen el progreso.
Durante los últimos 21 años en los cuales ha estado en el poder Vladimir Putin hemos intentado encontrar nuestro lugar dentro de este sistema de coordenadas. Por supuesto, queda claro que desde que Putin llegó al poder se ha fortalecido la soberanía nacional. La Ventana de Overton (1) ha ido volviéndose predominantemente realista y se ha ido alejando paulatinamente del globalismo (como su objetivo) y del liberalismo, siendo este camino el que inequívocamente seguían las élites rusas durante la época de Yeltsin en la década de 1990.  Este proceso tuvo muchas etapas, desde el pogromo que experimentaron los oligarcas desleales hasta la conversión que sufrió un porcentaje significativo – la gran mayoría – de la élite que existía durante el régimen de Yeltsin y que ahora reconoce la supremacía del Estado. Los que no estaban de acuerdo desaparecieron en silencio: algunos terminaron ahorcados o huyeron.
El paradigma realista se hizo cada vez más predominante durante la presidencia Putin hasta el punto de que su contraparte liberal a prácticamente desaparecido. Putin ha conseguido, por medio de sus tácticas, convertir a los globalistas en realistas, transformando a muchos los oligarcas y haciendo que las élites que surgieron en los años 90 se volvieran leales a él, todo lo cual ha servido para fortalecerlo como un gobernante fuerte y soberano. Fue precisamente sobre la instauración de este gobierno personalista que se construyó un régimen político autónomo que ha conseguido conservarse y reforzarse a lo largo del tiempo con un gran éxito.
Pero existen ciertas desventajas. Putin sin duda sometió a la élite que apareció después del colapso de la Unión Soviética y que consiguió una gran cantidad de dinero y poder gracias a las encarnizadas luchas sin cuartel que llevaron a este gran país a la ruina. No obstante, esta élite no ha olvidado la antigua libertad que perdió y ha abrazado tanto el realismo como el patriotismo a regañadientes. Simplemente se han sometido a la voluntad personal de Putin pues vieron que era lo más conveniente, pero esta élite no ha cambiado. Siguen esperando a que todo se desplome por una pendiente con tal de obtener beneficios de semejante desintegración y poder saquear todo de nuevo. Después de eso, volverán a acercarse a Occidente esperando que los acepten dentro del club globalista. Mientras Putin siga en el poder, esta élite seguirá aceptando las reglas de juego que les han impuesto, aunque todos ellos esperan ansiosos que esta pesadilla termine. Cuando Putin se tenga que ir, por las buenas o por las malas, volverán a hacer de las suyas: la presidencia de Medvédev fue un anticipo.
Por supuesto, durante esa época los liberales narcisistas se han regocijado de los golpes que Occidente le ha dado a Putin, han engañado a todos con una falsa estructura democrática, además de crear el foro globalista de San Petersburgo e incluso llegaron a presumir algunas veces que Putin se había ido por completo y era hora de volver a los “benditos 90”. Cuando los liberales se dieron cuenta de que Putin iba a volver en el 2012 (2) se lanzaron histéricamente a la plaza Bolotnaya; en ese evento participó no solo la 5ª columna (la oposición liberal abierta) sino también la 6ª columna (los liberales dentro del sistema que son solamente leales a Putin de dientes para afuera). Pero tales protestas fueron aplastadas y los liberales se vieron obligados a jurar nuevamente lealtad a Putin e incluso reconocer cosas como que “Crimea es nuestra” o lo que ha sucedido en el Donbass. Claro, consiguieron que Putin abandonara la idea de una Primavera Rusa, pero las sanciones igualmente los afectaron.
Sin embargo, esta élite liberal nunca ha sido sustituida por Putin durante todo el tiempo que ha gobernado. Ellos tuvieron que doblegarse ideológicamente y soportaron las sanciones y las humillaciones que se les impusieron, se vieron obligados a cantar canciones patrióticas que les desagradaban, sin hablar de que asistieron a servicios religiosos que desprecian amargamente. Sus ideales no han cambiado y Putin no ha sustituido a esa élite, lo cual significa que la soberanía con la que hoy contamos no es real o al menos no ha alcanzado un punto de irreversibilidad.
Por lo tanto, podemos decir que el régimen de Putin es una especie de compromiso entre el patriotismo y el liberalismo. Y es Putin quien personalmente se encarga de buscar el equilibrio entre ambas posiciones, identificándose como un partidario de la soberanía y del Estado-nación. Pero la élite fue, y sigue siendo, globalista y liberal: ellos monopolizan los sectores económicos, culturales y educativos. En cuanto a las fuerzas de seguridad y la política exterior, vemos un claro impulso hacia el realismo y no es casualidad que figuras simbólicas como Shoigu y Lavrov sean el primero y el segundo candidato más destacados del partido Rusia Unida para las próximas elecciones (¡por fin han dejado de lado a Medvédev!). El bloque financiero y económico del gobierno (con la excepción de Belousov, cuyo patriotismo y, sobre todo, capacidad de decisión considero claramente sobrevalorados) es liberal. Todo ello nos lleva a decir que Putin como sistema, es decir, como hombre-Estado, no se identifica completamente con el realismo. Él es más bien el árbitro supremo entre ambos extremos y gobierna sobre los dos. O eso es lo que él cree. Y en parte tiene razón.
Pero mientras que los silovikí (3) son por su propia naturaleza leales al Estado y a las autoridades legítimas, considerándose fieles a Putin tanto en cuerpo como en alma, los liberales dentro del sistema obedecen a otro amo. O, mejor dicho, sirven a dos amos distintos: tienen a Putin por amo exterior (buscando constantemente alejarse o deshacerse de él) y a la ideología globalista en el corazón. El liberalismo es su ideología, siendo para ellos una fe o religión sectaria. El liberalismo es tanto un proyecto como una idea, un método y un objetivo. Y lo ven encarnado en las instituciones globales que ha creado Occidente.
En cambio, los patriotas y defensores de la soberanía no cuentan con una ideología propia que sea equivalente al liberalismo. Sólo son leales al Estado y, consecuentemente, a Putin. Semejante situación tiene sus ventajas y sus desventajas. A Putin le gusta que los liberales sean activos y emprendedores. No obstante, subestima con toda seguridad que sus actividades son siempre ambiguas, ya que promueven constantemente la modernización y eso hace que, directa o indirectamente, Rusia se enrede cada vez más en las redes del globalismo. Los patriotas, por le contrario, son inofensivos y pasivos ya que no tienen otra ideal distinto que servir al Estado y por eso no son movidos por ningún fuego interior. En caso de ser moralmente débiles, terminan cayendo en la corrupción.
Todo esto nos permite desenredar el panorama político ruso: no existe tal cosa como una oposición directa entre “liberales vs. realistas”, donde los liberales serían únicamente quienes se oponen abiertamente a Putin (5ª columna) y a la totalidad de su régimen político. La realidad es mucho más complicada y podemos distinguir claramente, o eso creemos, tres proyectos distintos.
El primer proyecto, el liberal, lo conforman todos los seguidores de esta ideología tanto dentro del sistema (la 6ª columna) como fuera del sistema (la 5ª columna, que en este momento están de vacaciones en lugares no tan lejanos).  Todos ellos son partidarios de integrar a Rusia en la globalización liderada por la élite mundial y son defensores de los valores occidentales. Todos ellos tienen el mismo objetivo, pero sus métodos difieren. La 5ª columna opera fuera del sistema estatal mientras que la 6ª actúa desde adentro. Putin y el Estado construido por él luchan contra la quinta columna, en tanto que la sexta columna se encuentra a salvo dentro del Estado, como sucede con Elvira Nabiúllina, la Eco de Moscú (4) o el Instituto Colectivo Gaidar (5).
El segundo proyecto es el que encabeza el régimen de Putin, donde encontramos una especie de combinación entre realismo, patriotismo y soberanía tolerante frente a ciertas formas de globalismo, siendo la única condición para pertenecer a él la lealtad personal a Putin. Lo que importa dentro de este proyecto es el compromiso que existe en su interior y en el cual se ha alcanzado un equilibrio entre dos fuerzas distintas, siendo el garante de ese equilibrio – ¡y no podemos entenderlo de otro modo! – el mismo Putin. Sin duda quienes me han seguido hasta aquí dirán: “¿pero no habías dicho anteriormente que Putin ha desplazado la Ventana de Overton hacia el realismo y la soberanía dejando de lado las ideas liberales y globalistas?”. Sí, lo ha hecho. Sin embargo, eso no ha alterado para nada el precario equilibrio que existe entre patriotas y liberales. Putin simplemente ha cambiado el rumbo del Estado para que tal cosa no se note mucho y se ha negado, en su mayor parte, a hacer transformaciones irreversibles. ¿No hemos visto que estos cambios no son irreversibles cuando se nombró a Medvédev como presidente? Putin ha demostrado con ello que la situación puede fácilmente volver al punto en que se encontraba antes de su llegada (en la década de 1990), pero para ello se debe producir otro giro. Muchos en Rusia y en Occidente creyeron que ese giro sucedería. No obstante, durante el 2012 quedó claro que eso no sucedería, aunque ya nadie está seguro de que sea algo definitivo.
Normalmente, todos los análisis de la sociedad rusa son hechos desde esta perspectiva: un enfrentamiento entre Putin y los liberales, donde Putin representa el realismo y la soberanía mientras que los liberales simplemente son fuerzas marginales fuera del poder: estos es un error a la hora de estudiar lo que sucede y nos lleva a juzgar mal los acontecimientos. Además, es desde esta perspectiva que se hacen la mayoría de las previsiones y análisis, sobre todo los que tienen que ver con un sucesor: ¿a quién nombrará Putin? ¿Alguien parecido a él o mucho más abierto? Personajes como Surkov creen en la primera opción (y por eso hablan del “largo período de Putin”), por lo que concluyen que el compromiso entre liberales y patriotas durará “para siempre”, o que finalmente Putin se apiadará y elegirá a alguien más o menos liberal. De allí las constantes intrigas por la elección de un sucesor y con todo lo que eso conlleva. De aquí se desprende que únicamente existen dos opciones: que todo siga como hasta ahora o que volvamos a la década de 1990. No existen más opciones.
Pero sí existe una tercera opción y ese es el proyecto del patriotismo y la soberanía pura. Este proyecto no se reduce al realismo en las Relaciones Internacionales, sino que va más allá. Se trata de una idea alternativa a toda la estructura que ha creado la hegemonía occidental, es decir, es un rechazo de la civilización occidental como fenómeno universal donde se afirma la identidad rusa como algo completa y positivamente opuesto a las ideas de Occidente, especialmente a todas las ideas que surgieron con los Nuevos Tiempos. Tal proyecto se encuentra muy a la derecha del proyecto de Putin. No existe el liberalismo y la quinta y la sexta columna han sido eliminadas en su interior. Es la afirmación total de la Idea Rusa, de Rusia como Imperio y civilización totalmente distinta, pensamiento que fue enarbolado por los eslavófilos y los euroasiáticos. Se trata de una ideología que es diametralmente opuesta a la Modernidad globalista, liberal y capitalista que han creado los dogmas materialistas de las ciencias naturales y las humanidades de la Modernidad.
No es un proyecto abstracto, ya que podemos considerarlo como un desarrollo lógico y natural de los acontecimientos en caso de que el próximo gobernante que ocupe el lugar de Putin anule todo pacto que pueda tener con los liberales, sus familias y la oligarquía nacida en la década de 1990, sin hablar de las redes institucionales globalistas. Todo ello debe desaparecer, pero se debe continuar la línea patriótica, soberana e independiente de Putin. Sería Putin menos el pacto con el liberalismo expresado en figuras como Herman Gref, Elvira Nabiúllina, la Eco de Moscú o el Instituto Colectivo Gaidar.
¿Resulta imposible imaginar algo semejante? Casi cualquier hombre que no esté muy impregnado de la corrupción actual le resulta difícil salir de este panorama. Pero cuando introducimos un tercer factor vemos que la situación cambia radicalmente.  El interminable tira y afloja del sistema que hoy existe se desploma y podemos deshacernos de la 6ª y la 5ª columna. La malversación, tanto en sentido figurado como práctico, que los adolescentes de Rublevka (6) se han encargado de imponer a la sociedad, por fin desaparece, siendo ese lugar nada más que un internado y un sanatorio para niños revoltosos. Sólo unas cuantas mansiones de esa área servirán de museo para mostrar en el futuro la degradación que sufrió la élite rusa durante los 30 años que siguieron a la caída del gran Imperio soviético.
La ideología oficial del Estado, que durante tanto tiempo se había ignorado, finalmente será formalizada. Solo entonces Rusia volverá a ser un actor independiente y autónomo en las relaciones internacionales. Putin preparó este renacimiento, pero, por alguna razón, no es capaz o no puede dar el paso que finalmente cambiará la ventana de Overton. O quizás es algo que Putin ha dejado para el futuro, para cuando el Estado ruso cuente con espacio suficiente para maniobrar realmente.
En las actuales condiciones que nos ha impuesto el coronovirus se ha vuelto rutinario que la gente muera constantemente, y esto se aplica tanto a quienes están cerca como quienes están lejos, tanto a quienes conocemos como a quienes no, tanto a quienes son famosos como a quienes son desconocidos. La pandemia nos hace darnos cuenta que la vida humana es finita. No conocemos cuando llegará su final, pero todos sabemos que llegará inevitablemente. Por lo que podemos concluir que el “largo período de Putin” y el desplazamiento aparentemente infinito y postergado de la ventana de Overton llegará a su fin tarde o temprano como todo lo que existe en este mundo.
De cualquier forma, debe quedar claro que no hay dos sino tres opciones. La Rusia después de Putin puede experimentar:

Un retorno del liberalismo,
La continuación del statu quo (tal como es ahora),
El nacimiento de la verdadera y plena soberanía seguido del triunfo de una civilización rusa libre del liberalismo.

Cada cual puede evaluar las posibilidades de que se dé alguno de estos escenarios según diferentes esquemas. Se puede especular sobre los individuos, hacer predicciones o proponer proyectos. Pero es posible elegir entre tres opciones y no dos. Y ese es el verdadero mensaje que nos deja la cartografía política de la realidad rusa.
Notas del Traductor:
1. La ventana Overton es una teoría política que representa un ideario aceptable por el público como una ventana estrecha, afirmando que la viabilidad política de una idea se define principalmente por este hecho antes que por las preferencias individuales de los políticos. Se denomina de esta manera por Joseph P. Overton,exvicepresidente del Centro Mackinac de Política Pública.​ Para cada momento, esta “ventana” incluye un rango de políticas aceptables de acuerdo al clima de la opinión pública, que un político puede recomendar sin ser considerado demasiado extremista para poder ocupar o mantener un cargo público.
2. Las protestas en Rusia de 2011-2013 comenzaron como una respuesta a lo que muchos periodistas, activistas políticos y electores rusos consideraron un fraude en las elecciones legislativas del 4 de diciembre de 2011. Fueron protestas masivas donde se atacó la reelección de Vladimir Putin como mandatario de Rusia.
3. En el léxico político ruso, un silovik (силови́к) es un político que entró en la política después de servir en los servicios de seguridad, militares o similares, a menudo son oficiales de la antigua KGB, GRU, FSB, Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), el Servicio Federal de Control de Drogas, u otras agencias de las fuerzas armadas que los hicieron llevar al poder. Un término similar es “securócrata” (oficial de policía e inteligencia).
4. Eco de Moscú (es una emisora de radio comercial rusa que emite 24 horas al día, 7 días a la semana, con sede en Moscú. Emite en muchas ciudades rusas, en algunas de las antiguas repúblicas soviéticas (a través de asociaciones con emisoras locales) y a través de Internet. Es conocida por sus puntos de vista liberales y por los escándalos de corrupción de Gazprom.
5. Yegor Timúrovich Gaidar fue un economista y político ruso. Desde 1980 hasta 1991 militó en el Partido Comunista de la Unión Soviética y después fue uno de los líderes de referencia en los gobiernos de Borís Yeltsin al frente de la Federación Rusa, siendo Primer Ministro entre el 15 de junio y el 14 de diciembre de 1992. Como Ministro de Economía entre 1991 y 1992, afrontó la transformación de Rusia en una economía de mercado después de la disolución de la Unión Soviética. Para ello siguió una terapia de choque basada en liberalizar el comercio exterior y los precios, recortar al máximo el gasto público y privatizar empresas en el menor tiempo posible. Este plan fue muy controvertido porque provocó hiperinflación y exclusión social en varios sectores, pero sus defensores destacan que enfrentó una situación difícil y sirvió para salvar al país de la bancarrota. El instituto que lleva su nombre continúa defendiendo sus ideas.
6. Rublevka o Rublyovka es el nombre no oficial de una prestigiosa zona residencial en los suburbios occidentales de Moscú, Rusia, situada a lo largo de la autopista Rublyovo-Uspenskoye. No existe una unidad administrativa oficial llamada “Rublyovka”, pero este nombre se ha hecho popular en la sociedad y en los medios de comunicación. La zona se caracteriza por una buena ecología y un aire bastante limpio (en comparación con Moscú y el resto de sus suburbios). En los barrios cerrados de Rublevka residen muchos funcionarios del gobierno ruso y empresarios de exitosos. Los precios de los inmuebles son de los más altos del mundo.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera