EL NACIMIENTO DE LA TERCERA ROMA: LA UNIÓN DE FLORENCIA

La Unión de Florencia fue firmada el 5 de julio de 1439. Este hecho tuvo una importancia histórica muy grande tanto para Europa como para Rusia. Desconocer la importancia de tal acontecimiento significa que simplemente no conocemos nuestra identidad o nuestros orígenes históricos.
La Unión de Florencia fue un tratado firmado por los bizantinos y los católicos, e implicó la imposición de las ideas católicas sobre los bizantinos. Se trató de una especie de capitulación de la Iglesia Oriental frente a la Iglesia Occidental. Los bizantinos firmaron tales términos debido a la amenaza que representaban los turcos otomanos, pero al final no recibieron la ayuda que les prometieron los católicos. Occidente siempre traiciona a sus aliados en el momento decisivo. Sin embargo, los griegos perdieron lo más importante que tenían: la pureza de su fe. Y, no obstante, no recibieron ayuda militar. Lo cual sin duda refuerza nuestra creencia en que nunca jamás debemos renunciar a nuestra identidad con tal de esperar la ayuda de Occidente y que nunca debemos confiar en él. El tan vanagloriado Occidente no es más que una tierra maldita.
Quince años después de firmado el tratado de la Unión de Florencia, Constantinopla, la Nueva Roma, cayó.
Ya que la Iglesia de Rusia se encontraba bajo la autoridad de Bizancio, los jerarcas griegos intentaron imponernos la Unión de Florencia. El Patriarca Isidoro, quien cantaba y elogiaba al papado, fue a Moscú con tal de que aceptáramos el tratado. Pero fue encarcelado inmediatamente y terminó huyendo de Rusia. Por supuesto, se le permitió escapar, ya que los rusos no querían ensuciarse las manos con semejante traidor.
Ese fue el nacimiento de la autocefalia rusa: Bizancio primero apostató espiritualmente y luego desapareció como imperio.
Fue así que Rusia se convirtió en la defensora de la pureza de la Ortodoxia y se volvió el baluarte por excelencia de la misma. Además, retomó la misión de convertirse en un imperio mundial, por lo que Moscú comenzó a ser la Tercera Roma a partir del reconocimiento de su identidad religiosa. Este es sin duda uno de los profundos dogmas de la identidad ortodoxa rusa. Todo el que lo cuestione, tarde o temprano será desenmascarado como papista oculto, cripto-uniata o un agente al servicio de Occidente. O, peor aún, un liberal.
Sin duda el rechazar la Unión de Florencia fue nuestra decisión histórica más importante, porque nos convirtió en sujetos de la historia, en un katechon, el que retiene: asumimos con ello la misión de evitar la llegada del hijo de la perdición y convertirnos en los enemigos por excelencia de las fuerzas oscuras. Por supuesto, es una carga muy pesada, pero hemos decidido llevarla.
Bizancio desapareció tanto espiritual como físicamente, mientras que Rusia ascendió religiosa y políticamente. Tal acontecimiento representa la traslatio imperi de la Segunda a la Tercera Roma.
El 5 de julio de 1439 definió nuestra identidad. Habíamos esperado tal acontecimiento la durante toda nuestra historia: desde que el Príncipe San Vladimir adoptó la santa Ortodoxia nos habíamos preparado para ello. Superamos la difícil época de la dominación mongola y fuimos capaces de cruzar el laberinto de la historia hasta llegar a este momento.
La Tradición ortodoxa enseña que una vez que desaparezca el retenedor (katechon), es decir, cuando cayera el Imperio Cristiano, entonces comenzaría el fin del mundo y vendría el Anticristo.
Pero la ciudad de Moscú en el norte y el pueblo ruso decidieron asumir esta tarea, y así fue como nos interpusimos en su camino. Con ello decidimos ponerle fin a la Unión de Florencia y a la apostasía que llevó a la posterior caída de Constantinopla.
Y a pesar de las tormentas y huracanes, de los océanos de sangre y de las montañas de cadáveres, los rusos continuamos resistiendo y pensando del mismo modo que en el siglo XIV. Somos los últimos defensores de la gran muralla que se derrumba.
Ser la Tercera Roma, ser un Imperio, el pueblo del katechon y el retenedor, ha sido muy difícil.
Pero los rusos no elegimos llevar un destino fácil. Amamos lo grande, es por eso que somos los grandes rusos.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera