EUROPA: UN IMPERIO DE 400 MILLONES

Jean Thiriart sigue siendo uno de los geopolíticos pan-europeístas más interesantes que vivieron después de 1945. Su importancia como ideólogo es muy importante si tenemos en cuenta que fue un devoto activista del movimiento que creó, Jeune Europe, que al final lo llevó a prisión. Fue en la cárcel donde comenzó a escribir este libro en 1962. Thiriart era, como Mosley alguna vez dijo, un descendiente de una raza poco común, un “hombre de pensamiento y de acción”. Su libro fue publicado por primera vez en 1964 y ha sido traducido al inglés por el académico de origen indio, el Dr. Alexander Jacob. También cuenta con una introducción que narra la vida de Jean Thiriart. Los pies de páginas sobre los nombres y eventos que menciona Thiriart son particularmente útiles.
Thiriart fue un acérrimo defensor de una nación europea “unida”. Su concepción recuerda a la “Europe-a-Nation” de Sir Oswald Mosley. Sabemos que Thiriart fue uno de los delegados de la Conferencia de Venecia de 1962, donde Sir Oswald Mosley fue el representante del Movimiento Sindical inglés, además de que también participaron los delegados del Reichspartei alemán y del Movimiento Social Italiano. Sin embargo, Thiriart fue el más apasionado defensor de una Europa completamente unificada, incluso mucho más que Mosley, cuyo lema, “Gran Bretaña es la primera nación de Europa”, contenía ciertos elementos del viejo nacionalismo que Thiriart siempre repudió.
Sin embargo, Mosley y Thiriart coincidían en la mayoría de los temas que trataron. Las ideas prometeicas de Thiriart recuerdan mucho a la “Doctrina de las formas superiores” fáusticas de Mosley (Mosley, Europe Faith & Plan, Euphorion, 1958, págs. 143-147). Además, ambos consideraban que la recuperación del África subsahariana era un desafío que podía forjar hombres superiores impulsados por la superación nietzscheana de sí mismos. Ambos creían que la amistad con los Estados árabes era fundamental para la creación de Europa, hasta el punto de que Thiriart llegó a sugerir que los árabes, y específicamente los bereberes, podrían ser incorporados a Europa.
Si bien Thiriart inició su carrera política de posguerra como un partidario de los franceses en Argelia y de los belgas en el Congo, una vez que fundó la Jeune Europe sus ideas geopolíticas cambiaron. Thiriart consideraba que era necesario liberar a Europa de las potencias extra-europeas, por lo que hizo un llamado a formar alianzas con los países árabes, incluido sus antiguos enemigos argelinos, y los baazistas. Entre los líderes árabes con los que alguna vez habló Thiriart se encuentra el presidente de Egipto, Nasser. La Jeune Europe fue pro-árabe y anti-sionista. Su objetivo era formar brigadas europeas entrenadas en los Estados árabes con la intención de combatir al Estado de Israel. Estas brigadas retornarían a Europa con la intención de luchar contra la ocupación estadounidense. Uno de los integrantes de la Jeune Europe, Roger Coudroy, fue asesinado en al-Fatah en 1968 mientras se encontraba en servicio. ¡Qué tan grandes transformaciones han sufrido los movimientos pan-árabes y pan-europeos desde la época en que luchaban contra el sionismo y el atlantismo!
La derecha es culpable de la fragmentación europea
Aunque los delegados que se reunieron en Venecia se comprometieron a crear un Partido Nacional Europeo e incluso emitieron una declaración conjunta, al final todo quedo en tinta mojada. Los mordaces ataques de Thiriart contra la derecha nacionalista revelan el amargo fracaso de la conferencia de Venecia y, en particular, la estreches de miras de los delegados italianos y alemanes. Por ejemplo, Thiriart se queja del conflicto entre los alemanes e italianos por el Tirol del Sur y las divisiones que ello acarreaba. Además, Thiriart era un mordaz crítico del separatismo regionalista europeo, un conflicto que vivió de primera mano en su natal Bélgica donde se enfrentaban los flamencos contra los valones. Es fácil imaginar cual hubiera sido su reacción ante el BREXIT celebrado por la derecha nacionalista británica. En Gran Bretaña los polacos siguen siendo marginados mientras que los africanos continúan inmigrando en masa y los Estados Unidos conservan su férreo control sobre todos los recursos. Aunque Thiriart nunca fue un defensor del Mercado Común, creía que este proyecto ayudaría a las personas a comenzar a pensar como “europeos”, idea que Mosley compartía.
Rusia, Estados Unidos y Europa
Thiriart no cita ni a Mosley ni al filósofo pan-europeísta de origen estadounidense Francis Parker Yockey, pero es posible encontrar muchas similitudes entre este último y las concepciones de la realpolitik de Thiriart. Ambos veían a los Estados Unidos, como lo sugiere el título de un libro de Yockey, como un enemigo de Europa, especialmente porque tal relación patogénica frente a Europa es muy diferente a la ocupación militar soviético-rusa. El último ensayo de Yockey, “El mundo en llamas: un balance de la situación mundial”, llega a plantear que el Tercer Mundo y los Estados árabes deben convertirse en aliados de Europa en lucha contra los Estados Unidos; Thiriart sin duda puso en práctica esta estrategia.
Thiriart opinaba que Rusia había impuesto su dominio sobre Europa del Este por medio de la fuerza bruta, una actitud que es propia de las naciones jóvenes e “inmaduras”. En cambio, Estados Unidos domina Europa por medio de una cultura patológica que usa el hedonismo, el consumismo y la atracción como un opio para someter a las masas. Sin embargo, Thiriart rechazó la idea de Mosley y Yockey de que Europa necesitaba de los Estados Unidos para protegerse de Rusia.
El Dr. Christian Bouchet, que fue uno de los colaboradores de Thiriart, confirma que Yockey ejerció una influencia significativa sobre él. La última agrupación política a la que perteneció Thiriart fue el Frente de Liberación Europeo, una organización que tenía el mismo nombre de una agrupación que fundó Yockey después de la Segunda Guerra Mundial. Bouchet alguna vez me dijo personalmente que Thiriart leyó la obra más importante de Yockey, Imperium, durante la década de 1960 y le dio a Bouchet una fotocopiada de la misma en 1991 (Bolton, Yockey: A Fascist Odyssey, Arktos, Londres, 2018, p. 561). Precisamente, fue como representantes del Frente de Liberación Europeo que Bouchet y otros visitaron Rusia y conocieron al geopolítico el Dr. Alexander Dugin y Gennady Ziuganov, secretario general del Partido Comunista de la Federación de Rusia, ya que estos dos eran representantes de la oposición antiliberal rusa.
No obstante, Thiriart dice en este libro que la liberación de Europa del Este de la URSS, la cual tiene cautivos a 100.000.000 de compatriotas europeos, es esencial a la hora de construir una nación europea. El libro esta “dedicado” a quienes lucharán por la liberación de Europa del Este de “la forma de agresión más brutal que conocemos: la del comunismo ruso” (Thiriart, xxiii). Tal liberación se desarrollaría en múltiples direcciones, incluyendo la proscripción de los partidos comunistas como instrumentos de Moscú; la guerra de guerrillas mediante el reclutamiento de los exiliados de Europa del Este y la creación mediante la realpolitik de una nación europea que socave geopolíticamente el poder de la URSS. Tal estrategia también implicaba forjar relaciones con los Estados comunistas disidentes como lo eran Yugoslavia y Rumania. Europa respaldaría a China en contra de Rusia en el Lejano Oriente como un modo de presionar a la URSS para que esta se retirara de Europa del Este y de ese modo retornara a las antiguas fronteras que tenía antes de Yalta. Una vez logrado esto, Europa respaldaría a Rusia en contra China. Asia sería contenida en el río Amur según esta estrategia dialéctica (Thiriart, pág.15). Uno de los barómetros para medir la seriedad de las propuestas de Thiriart lo encontramos en que logró contactar oficialmente al embajador chino Zhou Enlai, sin hablar de sus reuniones con embajadores rumanos, árabes y norvietnamitas.
El objetivo de Thiriart era incorporar los territorios eslavos a Europa, siendo los eslavos compatriotas europeos como lo eran los suecos, españoles, italianos, alemanes o franceses. Thiriart nunca compartió las posiciones anti-eslavas de Yockey.

Europa convertiría al Mediterráneo en su “lago” y ello implicaba la expulsión de la flota estadounidense. Thiriart esperaba que una Europa “armada hasta los dientes”, pero neutral y libre de la ocupación de los Estados Unidos, pudiera lograr una alianza con Rusia.
Sin embargo, Thiriart cambio de ideas y pasó de decir “Contra Washington y Moscú” a “Con Moscú contra Washington” como una forma de crear un Imperio Euro-Ruso. Alexander Jacob dice que Thiriart comenzó a escribir un libro a principios de la década de 1980 que se titulaba El Imperio Euro-Soviético: de Vladivostok a Dublín, (op.cit., P. 2); aunque nunca lo completo ni tampoco lo publicó.
A diferencia de la derecha nacionalista que despreciaba y que odiaba el “comunismo judío” de la URSS, Thiriart pensaba que la URSS era enemiga del sionismo. De hecho, las publicaciones oficiales soviéticas decían que las insurrecciones antisoviéticas, que Thiriart alguna vez consideró como la vanguardia de una lucha pan-europea, eran financiadas tanto por los Estados Unidos como por el sionismo (Véase, por ejemplo, Yuri Ivanov, Caution: Zionism, Moscú, Progress Publishers, 1970; Bolton, Russia & the Fight Against Globalisation, Londres, 2018, págs. 167-169). Yockey también había considerado en un ensayo de 1952, “El juicio por traición en Praga”, que la URSS había cambiado de dirección y que la derecha debería reorientar sus ideas en consecuencia.
Contra los pequeños nacionalismos
Thiriart se opuso fuertemente al “racismo” y los pequeños nacionalismos que fragmentaban a los europeos. Deploró el viejo nacionalismo defendido por el fascismo y el hitlerismo y denostaba las disputas territoriales que todavía impedían a los europeos convertirse en un solo pueblo, despreciaba a los partidos de derecha que no podían ver más allá de sus intereses nacionales, incluso cuando hablaban de una Europa federal o de una Europa de las naciones o las regiones. Thiriart sostenía que solamente podía existir un único pueblo europeo dentro de una sola nación europea. No había espacio para defender la superioridad de los alemanes sobre los eslavos, ni hablar de la rivalidad entre flamencos y valones; de hecho, pensaba que no debían existir ni los alemanes, los polacos o los belgas, sino solamente los europeos.
La derecha nacionalista defiende los pequeños Estados creyendo que son una necesidad histórica. Sospecha de una Nación Europea donde todos son europeos y no otra cosa, pues esta disolvería las diversas culturas de Europa. De hecho, este cosmopolitismo europeo ha sido promovido por los masones, los jacobinos, los anarquistas, los liberales, los socialdemócratas, los plutócratas, etc., como un primer paso hacia un Estado mundial: “un mundo, una sola raza”. Incluso Otto Strasser, defensor de una federación europea, atacó la Nación Europea de Mosley, llamándola “una enorme mezcolanza que causaría la desaparición de los españoles, los italianos, los franceses, los alemanes y los polacos…” (Otto Strasser, ‘The Role of Europe’, en Mosley: Policy & Debate, Euphorion Books, 1954, p. 80). Los opositores a la Nación Europea, en su mayoría defensores de una especie de federalismo europeo, objetaban que simplemente no existía un concepto orgánico de “Europa”, ya que creían que la historia se detuvo con la formación de los Estados nacionales tal y como los defendió el wilsonianismo después de 1918, como llegaron a existir después de la época postsoviética o como nacieron con la paz de Westfalia de 1648. Yockey, quien era un defensor de una Unión Europea igual que Thiriart, no veía ninguna razón por la cual los particularismos regionales europeos no solo serían preservados, sino que incluso serían revitalizados por medio de una gobernanza local. Thiriart no habla de este problema en su libro.
Sin embargo, la concepción de “nación” siempre ha conservado un significado muy estático. Mosley sostenía que el europeísmo era “una extensión del patriotismo” y lamentó profundamente el ultranacionalismo que defendía el fascismo. No obstante, se ha ido produciendo una unificación cada vez más amplia, mientras que las fuerzas externas a menudo utilizan estas fracturas interiores como un arma geopolítica. La unión siempre ha surgido de la lucha contra un enemigo común, esto lo podemos ver desde la época en que las tribus y familias comenzaron a formar lazos de parentesco cerrado con tal de crear sistemas territoriales propios que luego se extendieron por medio de la conquista o la fusión con otros linajes con tal de asegurar la defensa de sus tierras.
Europa es una realidad
Thiriart remonta el nacimiento de “Europa” a la victoria de los griegos sobre los persas en Salamina en 480 A.C. (p. 21) y luego contra los cartagineses en Sicilia; esta lucha la continuó posteriormente Roma; España defendió Europa durante la Alta Edad Media en sus guerras contra los moros; los eslavos hicieron lo mismo contra los tártaros; la Austria de los Habsburgo contra los otomanos. Europa “nació de una serie de guerras” que van desde Maratón (490 a. C.) hasta Viena (1683 d. C.), donde franceses, polacos y austriacos hicieron retroceder a los turcos. Todos los pueblos europeos derramaron su sangre por Europa (ibíd., P. 26). Thiriart decía que el “nacionalismo” separatistas de los valones, flamencos, vascos y sicilianos paralizaba Europa; pero la unión histórica reemplazaría semejante división por una nación europea. Esta misión histórica sería cumplida por una “élite revolucionaria” (ibíd., P. 30).
La conciencia europea tiene raíces muy profundas. La Crónica de Isidoro de Berja, que narra la batalla de Poitiers contra los árabes en el 732 d.C, llama al ejército de Carlos Martel “europeos”. El Imperio de Carlomagno (768-814 dC) es llamado “Europa” por los cronistas de su época y consideraron que él era “el padre de Europa”. El manto de San Enrique II, que data del siglo XI, dice: “Salvación seas tú, adorno de Europa, emperador Enrique, tu reino multiplica al rey, que reina allí eternamente”. Una vez que murió el rey Enrique alguien escribió este epitafio fúnebre: “Europa, ha sido decapitada y ahora llora”. Los intentos de los gobernantes locales por aumentar su soberanía sobre las “naciones” causaron la destrucción de la unidad orgánica de Europa: este proceso inició en la época de Felipe el Hermoso (siglo XIV) y se aceleró con la Reforma. El resquebrajamiento de la unidad europea dio nacimiento a una oligarquía; la “aristocracia de la espada”, dice Thiriart, fue reemplazada por una “aristocracia de la corte” parasita y decadente que fue destruida por la Revolución jacobina.
Aunque Thiriart pareciera sostener puntos de vista rusofobos en este libro, nada estaría más lejos de la realidad. Thiriart consideraba esencial desmantelar el bloque soviético en Europa del Este, pero le ofrecía a Rusia una Europa totalmente libre de la influencia estadounidense y sin ambiciones territoriales sobre Rusia. De hecho, Rusia debía ser un baluarte en contra de Asia. Su barbarie juvenil implicaba una falta de madurez. En cambio, Estados Unidos portaba una enfermedad terminal y su única misión era infectar a todas las culturas que tocaba. El último viaje de Thiriart, antes de su muerte en 1992, fue a Rusia. Una vez allí se reunió con la oposición antiliberal que luchaba contra Yeltsin. Sus últimos escritos defienden una Europa unida a Rusia y que se extendía desde Dublín hasta Vladivostok.
La nueva Europa socialista
Thiriart nunca explicó exactamente qué aspecto tendría semejante Europa. Su primer objetivo era liberar Europa y luego unirla. Tal objetivo requería antes que nada de una estrategia geopolítica. Sin embargo, Thiriart nos da algunas pistas sobre el futuro de Europa.
Thiriart fue en su juventud un socialista e hizo parte de organizaciones como Jeune Garde Socialiste y Union Socialiste Anti-Fasciste (Jacob, vii). Como muchos otros socialistas francófonos de Francia y Bélgica, vio en la ocupación alemana de Europa una oportunidad para crear una Europa socialista unida. Es demasiado simple o corto de miras considerar que los Colaboracionistas francófonos eran lacayos de Alemania, por lo que no podemos descartar sus ideas de una Europa bajo la dominación alemana como un simple sueño. Thiriart fue miembro de las Amis du Grand Reich Allemande durante la ocupación, una organización que tenía un origen izquierdista. Durante el transcurso de la guerra Thiriart fue incluido como objetivo militar de la Resistencia. Después de que acabó la guerra, Thiriart fue encarcelado y perdió todos sus derechos políticos hasta 1959.
Resulta interesante señalar que el más importante socialista belga de la época, Henri de Man, consideró la ocupación alemana de Europa como una oportunidad de destruir el capitalismo y el espíritu burgués y de ese modo crear una Europa socialista unida. Aunque durante la ocupación el movimiento sindical de Henri de Man cooperaba, en lugar de resistir, la ocupación alemana, es un error considerarlo como un simple peón del Reich. Los sindicatos que estaban bajo la dirección de Henri de Man consiguieron muchas prebendas para los trabajadores belgas durante la ocupación y él mismo siguió siendo un importante asesor del Rey.
Lo mismo sucedió en Francia, donde importantes socialistas como Marcel Déat expresaron ideas muy similares. El socialismo francófono había experimentado una fuerte crisis desde finales del siglo XIX debido a que muchos de sus representantes consideraban que tanto el marxismo como la socialdemocracia no eran alternativas viables; los socialistas franceses deseaban una nueva forma de “socialismo” que trascendiera el materialismo y la lucha de clases (Véase: Zeev Sternhell, Neither Left Nor Right: Fascist Ideology in France, Princeton University Press, 1986. Sternhell dedica un capítulo a Henri De Man y la izquierda belga). Al parecer Thiriart provenía de estos medios. Una vez que acabó la Segunda Guerra Mundial, Thiriart rechazó las ideas socialistas sobre la nacionalización y el estatalismo burocrático. La nueva Europa no reprimiría la iniciativa individual en ningún campo. Los empresarios deben tener la libertad de desarrollar una economía fuerte y no verse obstaculizados por regulaciones estatales o nacionalizaciones en nombre del “Estado”. Debía defenderse la producción mientras se eliminaba cualquier forma de parasitismo económico dentro de la nueva nación europea.
Thiriart llamó a esto comunitarismo europeo, una teoría que reemplazaría tanto al capitalismo especulativo como al comunismo. Era necesario que surgiera una nueva élite que inculcará un nuevo tipo de espíritu que viniera desde arriba, forjado en la lucha, el cual rechazaría tanto el hedonismo como la satisfacción momentánea y en su lugar impusiera el deber. Esta época exigía grandeza de espíritu y no un partido democrático que apelará trivialidades sin contenido que Thiriart llamó “la vulgaridad del votante” (Thiriart, p. 157). Tal fenómeno no ha hecho sino aumentar desde entonces. Por lo tanto, debe trascenderse estas preocupaciones materialistas con tal de lograr un propósito superior. Sin embargo, Thiriart era consciente de que era necesario cumplir primero las expectativas materiales para poder finalmente trascenderlas. En ese sentido, no se podían ignorar. Un pueblo jamás va a ser grande, mientras se encuentre dividido entre una clase extremadamente rica y una masa que languidece debido a la pobreza, la mala salud, la falta de vivienda, nutrición y salud. No es posible desarrollar la potencialidad de un pueblo hasta que antes no hayan sido satisfechas las necesidades primarias de los hombres.
No se trataba de defender al proletariado, como lo hacían los marxistas, o de reprimirlo; antes que nada, era necesario “des-proletarizar” a las personas al promover los deberes; había que crear una meritocracia basada en la autogestión de los trabajadores (lo que Mosley llamó un “socialismo europeo”) que impulsaría los deberes por medio de un senado sindical (Ibíd., P. 99). La propiedad debía estar ampliamente distribuida y no concentrada en una especie de monopolio capitalista o burocrático estatal.
Las clases sociales basadas sobre la riqueza debían ser reemplazadas por clasificaciones o “clases de hombres”. En la cúspide de la pirámide encontraríamos una clase basada en el “servicio”, perpetuamente renovada con tal de evitar de este modo una posible decadencia debido al inmovilismo social. Los “elementos parasitarios y negativos” de la burguesía serían barridos por el deber que giraría en torno al trabajo, lo mismo sucedería con los “parásitos” que se encontraran en todas las clases sociales, mientras que la “burguesía creativa”, lejos de ser marginada por la oligarquía o exterminada por el comunismo, se convertiría en la columna vertebral de la producción (Thiriart, pág.110).
Tal socialismo europeo es la antítesis del marxismo. Thiriart decía que el marxismo simplemente fomentaba el resentimiento, por lo que el comunismo siempre reclutaba a la gente que estaba en lo más bajo de la escala social; el comunismo es la doctrina del antihéroe o la negación de toda posibilidad de buscar los estados superiores del ser. Mosley criticó el marxismo por la misma razón en su “Doctrina de las formas superiores”. Nietzsche sostenía que las doctrinas socialistas eran un llamado al resentimiento y Lothrop Stoddard las consideraba como una “revuelta de los seres infrahumanos”.
Sin embargo, hablar del “socialismo” carecía de sentido mientras los Estados Unidos controlaran los recursos de Europa y la nacionalización de la industria era imposible en la medida en que la economía siguiera dependiendo de recursos, mercados y créditos externos.

Europa debía ser autárquica. Tal cosa solo sería posible gracias a un mercado autónomo interno europeo compuesto por una población de 400.000.000 que superaba a los EE.UU. y a la URSS. Las zonas agrícolas de Europa del Este complementarían la producción industrial del resto de Europa una vez que se lograra alcanzar la unidad.
Thiriart y el justicialismo
Thiriart fue partidario del justicialismo como unión de “una clase de productores” que formarían “un Estado productor” (Thiriart, págs. 109-110). Como dice el Dr. Jacob, el justicialismo significa antes que nada “justicia social”, una doctrina desarrollada por el estadista y filósofo argentino Juan Domingo Perón. Thiriart fue un justicialista europeo. De hecho, Perón y Thiriart se conocían personalmente. Thiriart se reunió a menudo con Perón, quien era un lector entusiasta de La Nation Européenne, una revista que incluía entre sus escritores a diplomáticos sirios, del vietcong, iraquíes, nacionalistas argelinos, a Stockley Carmichael de las Panteras Negras, entre otros.
Thiriart alguna vez dijo que el español sería el idioma oficial de la Nueva Europa, tal decisión ayudaría a crear vínculos entre Europa y América Latina, incluidos los latinos que vivían dentro de los EE.UU. ayudarían a contener a Washington (La alianza entre Thiriart y Perón es abordada en Bolton, Perón & Peronism, Londres, 2014, pp. 177-181).
Las brigadas europeas
Europa, según Thiriart, “debe ser una realidad vivida y no quimérica. Debe ser una realidad de carne y hueso y no una construcción retórica” (ibíd., P. 67). De ahí que nunca creara programas políticos para el futuro o hiciera un llamamiento al voto de las masas.
En cambio, Thiriart hace énfasis en el movimiento que desea construir: el “Partido Europeo”: una “élite vanguardista” que repudia la política de masas y que se infiltra en los centros neurálgicos de las sociedades europeas, especialmente dentro de los sindicatos y las organizaciones juveniles. Este partido no era ni de izquierda ni derecha. Thiriart, recordando las experiencias de la guerra, rechazó cualquier favoritismo tanto hacia los colaboracionistas como hacia la resistencia. Los veteranos no serían juzgados por lo que habían hecho, sino solo por lo que harían por Europa. Los líderes europeos del mañana nacerían de esta lucha por liberar y construir Europa. El líder es un visionario y no busca ser aprobado por las masas por medio de votaciones democráticas. Busca el equilibrio dentro de sí mismo y no es dominado por leyes insignificantes. No obstante, permite que los individuos desarrollen al máxima su libertad con tal de alcanzar todo su potencial. Este carácter heroico lanza a la juventud a una búsqueda “prometeica” por encontrar la superación nietzscheana.
Conclusión
Thiriart reconoció que en el ámbito geopolítico y en la implementación de la realpolitik, los acontecimientos cambian de forma drástica y las estrategias deben transformarse con la misma rapidez en lugar de ceñirse a definiciones dogmáticas. Esto lo podemos observar en sus cambios de opinión que Thiriart tuvo con respecto a Rusia, incluso cuando aún existía la URSS, además de las alianzas que forjó con los argelinos contra los que antes había luchado. De allí que dijera que era la metodología, y no los detalles transitorios, lo que seguía siendo válido.
Este libro de Thiriart no es solamente un esquema para crear una doctrina paneuropea, sino también un manual práctico que busca la organización de un movimiento. También nos proporciona los medios para crear y formar estructuras organizativas, requisitos para el liderazgo y la formación de brigadas; es una fuente muy valiosa tanto de teoría como de práctica. Esta primera traducción al inglés del Dr. Jacob sin duda nos revela un libro interesante.
 
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera