La locura política

Últimamente se ha degradado muchísimo la politología rusa. La razón ha sido sustituida por la emoción y la histeria. Esto es principalmente culpa de la proliferación de videoblogs y el uso del Tik-Tok como medios de propaganda que han llevado a que cualquier tema importante – como las próximas elecciones presidenciales, pandemia y la vacunación, las marchas del orgullo gay o la Escuela Superior de Economía, el Foro de San Petersburgo o los ejercicios de la OTAN – se conviertan en un tema para aficionados que reducen todo a argumentos estériles… La razón, lamentablemente, se ha esfumado…
La histeria se está apoderándose de todo y hasta los círculos políticos y los expertos están siendo contagiados por ella. Es por eso que debemos conservar la calma y la tranquilidad con tal de hacer análisis sobrios acerca de la situación rusa y su política interna. Normalmente damos por sentado que poseemos tales cualidades y nos olvidamos constantemente de ellas… Eso lleva a que vayamos perdiendo la calma poco a poco hasta el punto de que nadie recuerda la importancia de esta última o simplemente quiere desecharla.
Si queremos comprender lo que sucede hoy en día en Rusia es necesario comprender que a nivel mundial se están enfrentando dos modelos políticos diferentes: el globalismo contra la multipolaridad. En las Relaciones Internacionales se trata de la confrontación del realismo contra el liberalismo.
Putin encarna la escuela realista de las Relaciones Internacionales y considera que la soberanía nacional rusa debe ser absoluta: la soberanía no es una convención, sino una realidad o, en su defecto, la posibilidad para actuar de forma independiente. Todos los demás principios se derivan del primero.
Rusia debe convertirse en un polo autónomo que toma decisiones que afectan la realidad internacional. Por lo tanto, la política interior debe estar libre de cualquier influencia externa. O Rusia es soberana o ella, y quizás toda la humanidad, dejaran de existir. Tales ideas de Putin causan admiración o desprecio en muchos.
No obstante, también existe un punto de vista distinto de las Relaciones Internacionales representado por el liberalismo y la administración de Joe Biden. El globalismo considera que la historia humana es resultado de un progreso lineal que va desde los Estados-nacionales hasta llegar a la instauración de un Gobierno Mundial supranacional. Todo experto en las Relaciones Internacionales que alguna vez haya abierto un libro sobre este problema sabe que el proyecto de crear un Gobierno Mundial no es una fantasía creada por los delirios de las teorías conspirativas, sino un objetivo que ha sido declarado y proclamado abiertamente por el liberalismo.
Por lo tanto, la soberanía – empezando por la soberanía nacional reclamada por Putin – choca directamente con el globalismo y el Orden Mundial que quiere crear el liberalismo.
Es sorprendente como los estadounidenses reaccionan histéricamente a cualquier intento de injerir en su política interna – la mayoría de tales injerencias son imaginarias – pero se regocijan de la forma más descarada cuando interfieren en la política interna de Rusia, Bielorrusia, Hungría, Turquía o Irán al apoyar elementos marginales y extremistas que buscan debilitar la soberanía nacional y cambiar la situación de un país.
Por supuesto, no es una especie de doble rasero o hipocresía, pues los liberales occidentales creen sinceramente que su intervención tiene como objetivo asegurar el progreso de la humanidad por medio de la abolición de los Estados nacionales y la instauración de un Gobierno Mundial. Cualquier intento de crear una alternativa basada en el realismo es considerado como un escándalo atroz y criminal. Es más, los liberales incluso reaccionan ante cualquier intento que se encuentre mucho más allá de sus fronteras, pues consideran que el mundo entero les pertenece. De ahí sus ataques contra Rusia y su apoyo tanto a la quinta como a la sexta columna, todos ellos agentes liberales que operan en nuestro país.
Solo podremos comprender la realidad rusa a partir de esta confrontación: no es la lucha entre el ensayo y el error, sino entra el realismo defensor de la soberanía vs el liberalismo globalista.
Y todos los demás fenómenos sociales, como las elecciones, la actividad económica, la pandemia y la vacunación, las lealtades personales y la sucesión del poder en Rusia (la cual acontecerá tarde o temprano, a pesar de todos los intentos de aplazarla), pueden considerarse como fruto de esta lucha.
Por un lado, tenemos la multipolaridad y la creación de una Rusia soberana que tiene como objetivo llevar a cabo semejante proyecto y conseguirlo a cualquier costo, y, por el otro, la alternativa liberal que descarta todo patriotismo en favor del hundimiento político. Conocimos esta alternativa de primera mano durante la década de 1990 y durante el breve, gracias a Dios, reinado del liberalismo moderado de Medvedev.
Es desde esta perspectiva que debemos comprender lo que sucede en la política interior y exterior rusa. Todo proceso histórico está abierto y depende de nosotros. Mientras no hayamos perdido nuestra capacidad de razonar, podemos decir que este es el principal dilema que debemos resolver y por donde debemos empezar nuestros análisis, estudios o pronósticos.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera