LA NATURALEZA DIABÓLICA DEL NOMINALISMO

Hablemos de filosofía, concretamente del nominalismo. Muchos se creen inteligentes cuando dicen que “las esencias duales son innecesarias”, luego miran a su alrededor creyendo que con tales afirmaciones pueden ser considerados como verdaderos intelectuales. Aunque tal afirmación parezca estúpida, encontramos su primera formulación en el fundador del nominalismo: el filósofo medieval Guillermo de Ockham, un verdadero criminal. Tal afirmación es una blasfemia inepta y falsa que se ha convertido con el tiempo en una maldición metafísica y un insulto a todo el mundo. Normalmente, tales afirmaciones son hechas de forma inconsciente, pero es hora de prohibirlas.
Que las “esencias duales sean innecesarias” no es otra cosa que una legitimación del materialismo más radical y crudo. Para Ockham y sus discípulos solo existen las cosas individuales y materiales, es decir, lo cuantitativo que puede ser percibido por los sentidos o medido de algún modo. Lo demás no existe: el espíritu, el alma, las ideas universales son simples ilusiones producidas por la mente humana.
Esta es la famosa navaja de Ockham: una especie de herida que corta verticalmente el espíritu del ser y que ha castrado nuestro entendimiento. Es el arma de un maníaco.

Y aunque Ockham defendía que Dios era el creador de todas las cosas materiales, su papel no era muy diferente al del Big Bang de la física moderna. “Dios” era simplemente la causa de la existencia de la materia. Pero la ciencia europea occidental continúo siguiendo los argumentos del nominalismo, es decir, el rechazo de “toda esencia dual”, hasta que gradualmente fue eliminando a “dios” de todos los campos del conocimiento. Dios desapareció porque “no eran necesarias las esencias duales” y esta idea de Ockham fue desarrollada posteriormente por los materialistas. La materia es autosuficiente. Lo demás son simples juegos de la razón que intentan explicar desesperadamente la realidad que nos rodea. El portador de la razón es igualmente el individuo materialista que no es otra cosa que un átomo o un agregado de un número infinito de partículas microscópicas. Son solamente partes, porque el todo simplemente es una suma de partes, es decir, de partículas. El todo no existe, solo las partes existen.
Que “no existan las esencias duales” significa que no existen ni el alma ni el espíritu o las ideas, tampoco existe Dios. Solo existe la tierra, pero no el cielo. Además, ¿por qué debería existir el cielo? Después de todo, no existe la dualidad. Un reino que no es de este mundo no puede existir. Sólo existe “este mundo”, el cual es concreto, perceptible, mensurable y comprensible. El otro mundo es absurdo.
Durante los últimos siglos hemos vivido en el mundo de Guillermo de Ockham. Todas nuestras ciencias, sistemas educativos, culturales, sociales, filosóficos, políticos, etc… son unidimensional, es decir, chatos. Y el apelar a otra realidad que no sea de este mundo provoca inmediatamente mucho desprecio, ya que se considera puro oscurantismo medieval y no una realidad moderna. Después de todo, nuestros antepasados desconocían la premisa de que era innecesario duplicar las esencias y por lo tanto se dedicaron a creer en la existencia de dobles celestiales.
El nominalismo destruyó poco a poco todas las formas innecesarias de existencia, como las religiones, los imperios, las jerarquías y los estamentos que tenían como objetivo elevar al cielo a las personas, la cultura y la sociedad. Después de todo, el cielo no existe. Ahora se intenta hacer desaparecer a los Estados nacionales, ya que solo debe existir la sociedad civil. ¡Por lo tanto, debemos abolir el Estado! Ahora se promueve la ideología de género porque es innecesario clasificar a los seres humanos en hombres y mujeres en lugar de permitir que los individuos (que son partículas autosuficientes) elijan su propio género.
Finalmente, debemos abolir el concepto mismo de ser humano. ¿Qué es el ser humano?  Solo existen los individuos. ¿Acaso siquiera existe el hombre? La defensa de Ockham del individualismo conduce al post-humanismo. Cada individuo debe elegir que quiere ser: un ser humano, un animal, un ciborg, una máquina o un simple maniquí.
La historia entera de la decadencia filosófica de la civilización occidental la encontramos en esta pequeña formula: “no existen las esencias duales”. Mientras continuemos defendiendo esa idea, seguiremos condenados a existir en el vacío.

¿Cuál es la conclusión que sacamos de todo esto? Es muy sencilla. Debemos defender las esencias duales. Existe el tiempo y existe la eternidad, existe el mundo y existe Dios, existe la idea y existe el objeto, existe la realidad y existe el sueño, existe el hombre y existe la mujer, existe el mundo material y existe otro mundo más allá de este. Tan pronto como aceptamos la no existencia de las esencias duales la realidad se derrumbó. De ahí la fatal e imparable decadencia de toda la civilización.
Existe el dualismo: debemos ser duros, intransigentes, platónicos, firmes, al puro estilo medieval. El uno y su doble son despiadados.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera