LA SUPERVIVENCIA Y LA “NUDA VIDA”

No existe nada más inhumano que la supervivencia.
Y ese fue el concepto más importante de la filosofía de Spinoza, especialmente porque está relacionado con la duración y la capacidad que tiene la vida para conservar su identidad por un determinado período de tiempo. Es decir, la habilidad=fuerza. Las reflexiones de Deleuze acerca de Nietzsche muestran que este último concluyo que el poder=vida. La supervivencia es duración o permanencia, es decir, la disposición para continuar existiendo.
El Survivalism como estilo de vida tiene un solo objetivo: la supervivencia. Es la vida por la vida, el poder por el poder.
Mediante el estudio del concepto de “estado de excepción” (Ernstfall) de Schmitt, el filósofo italiano Agamben llegó a postular la “nuda vida”, que no es otra cosa sino una voluntad de poder absolutizada que, habiendo alcanzado el pináculo de la soberanía, busca imponer su poder sobre todas las cosas. Agamben considera que la población de los campos de concentración es el ejemplo por excelencia de ello, pues todos tienen un único objetivo: sobrevivir. Esa es la “nuda vida”: una existencia completamente horizontal y atrapada en las redes de la soberanía. Es la vida por la vida, el vivir por vivir o la duración por la duración. ¿Y a eso se reduce la existencia? ¡Sí, no existe nada por fuera de esa misión!
Pero lo interesante es darnos cuenta que la “nuda vida” es un campo de concentración: se trata de una sociedad totalitaria que puede ser menos autoritaria, pero que reduce todo a la preservación. Sin embargo, ¿qué es lo que se desea que perdure? Si la vida no estuviera “desnuda”, entonces la voluntad simplemente se disfrazaría y usaría máscaras interesantes: las cosas serían esto o lo otro, viviríamos de esta manera o de otra, haríamos esto o aquello… No obstante, cuando nos lanzan a los campos de concentración de Mauthausen-Gusen o al Gulag (y actualmente a Abu Ghraib o Guantánamo) nuestros valores acaban por disolverse, nuestros lazos se rompen y nuestra identidad se borra hasta el punto de que todo desaparece. Lo único que existe es la vida en sí que puede ser suprimida en cualquier momento. No es el hombre quien vive frente a la muerte, pues deja de existir y lo único que queda es la “nuda vida” que quiere continuar prolongando su existencia, pero el “hombre” es borrado de este cuadro.
Cuando eso ocurre, es la vida la que busca auto-preservarse, pero el hombre deja de tomar las decisiones. De ahora en adelante nada depende de nosotros e incluso nos preguntamos: ¿acaso es necesario que cambiemos con tal de sobrevivir? Por lo tanto, debemos dejar de ser nosotros mismos y convertirnos en algo más, o dejar de ser humanos. Desde el punto de vista tradicional, esto solo significa la muerte: la muerte del “yo” significa el fin de la vida. No obstante, esto no se aplica a la “nuda vida”, ya que ella no le importa quién es el que vive, sino si vive o no. El quién o cómo se vive deja de ser importante. Si la esencia de la vida misma es la supervivencia, entonces el estatus ontológico del sujeto – el hombre – es una de las múltiples posibilidades que tiene la vida. La “nuda vida”, con tal de sobrevivir, puede renunciar fácilmente a su identidad humana y dejar atrás su vieja piel con tal de continuar su camino.
Esa es la razón por la que Spinoza es tan leído por los posmodernos, pues su metafísica naturalista no es el inicio de la Modernidad sino su cierre y prefigura a los seres posthumanos.

La teoría de la evolución es la teoría por excelencia de la “nuda vida”. La adaptación, la selección natural y la mutación de las especies son ejemplos perfectos de esta dinámica, ya que con tal de escapar o vivir cómodamente un pez deja de ser un pez y se arrastra hasta la orilla para convertirse en un lagarto. Igualmente, podemos decir que un pájaro está dispuesto a sumergirse en el océano y devenir un pulpo, o un mono puede fabricar herramientas, reír y arriesgar su vida con tal de volverse un ser humano. O puede no elegir nada y allí radica la arbitrariedad absoluta de la “nuda vida”. Es la lógica de la preservación.
No existe algo más inhumano que la supervivencia. Cuando aceptamos esto, entonces podemos decir que estamos dispuestos a desaparecer como seres humanos y nos consideramos como simples portadores de la “nuda vida”. Cualquiera que este en un campo de concentración, al llegar a un punto crítico, puede llegar a elegir entre la vida y la muerte como ser humano. “La vida desnuda” ya ha tomado una decisión, es decir, decidió vivir por vivir. Y no se trata de vivir bien… sino de hacer lo que sea o haga falta con tal de sobrevivir.
Ahora que nos encontramos en una situación de pandemia donde nos han impuesto las vacunas, un control médico-policial total, una vigilancia electrónica omnipresente y el almacenamiento de datos en centros de información centralizados, hemos llegado al punto de que la “nuda vida” se presenta tal y como es. Todo esto nos debe llevar a tomar una decisión: ser o no ser, seguir siendo humanos o dejar de serlo.
En el caso de que elijamos la supervivencia, podemos decir que estamos acabados.

No tenemos por qué elegir ser gobernados por cualquiera, por supuesto, siempre nos gobiernan, mandan o humillan, aunque eso se deba a la potencia y superioridad del poder de quien está a cargo. Pero de todos modos seguimos viviendo, luchando y defendiendo nuestra existencia como seres humanos. Toda lucha es un riesgo, porque vivir significa tomar un riesgo.
Ser humanos implica tomar un gran riesgo. Cuando elegimos la nuda vida, nos deshacemos de ese riesgo.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera