La no-polaridad supone la “decapitación” de los EEUU, pero al mismo tiempo puede ser definida como un intento de la potencia hegemónica por mantener su influencia a través de la auto-dispersión, de la disolución. Bajo estas circunstancias, es estrictamente necesario evitar retrasos, quedarse atrapado en el entorno post-liberal, así como humildad en una “no-polaridad coherente”. Los nuevos actores deben desafiar ahora la posmoderna “no direccionalidad de los cambios” y tomar conscientemente la responsabilidad absoluta de las decisiones y de las acciones estratégicas en el campo de la práctica política. El principal investigador asociado de la Fundación New America, Parag Khanna, analizando la situación actual y la precaria situación de los EEUU, aborda la función crítica de la diplomacia, hacia la cual debería ser desplazado el enfoque. Para la mejora de la estructura diplomática mundial se contempla la responsabilidad de la consolidación de la hegemonía estadounidense. Sin embargo, esto no tiene en cuenta el hecho de que el lenguaje diplomático está experimentando un reformateo significativo en el contexto del cambio paradigmático al modelo multipolar, y este proceso es irreversible. En la actualidad tenemos que hablar del diálogo de civilizaciones. El diálogo se construye en un nivel completamente diferente, que está más allá de las reglas del diálogo entre los estados nacionales (es decir, fuera del discurso occidental impuesto), con los EEUU teniendo el poder de la toma de decisiones final. A menos que entendamos que la batalla por la dominación del mundo no es entre civilizaciones, sino entre una sola civilización (la occidental) contra todos los “otros” – y en la que se ofrecen sólo dos opciones: 1) estar del lado de esa civilización, 2) o estar contra ella defendiendo el derecho a la propia independencia y singularidad – no seremos capaces de formular un nuevo lenguaje diplomático para el diálogo de civilizaciones. Y esto debería ser entendido, sobre todo, por la élite de la civilización responsable, según Alexander Dugin, de conducir el diálogo. Si todos los “otros” están de acuerdo con el proyecto unipolar, nuestra batalla está perdida, pero si escogen una opción radicalmente diferente, estaremos a la espera del “ascenso del resto” (Fareed Zakaria). Deberíamos tener en cuenta que el mundialmente famoso politólogo británico Paul Kennedy, ha expresado su preocupación por la aparición de diferencias ideológicas entre los EEUU y Europa, debido a la oposición a uno de los proyectos del orden mundial – unipolar o multipolar. En el entorno actual deberíamos confiar, no sólo en el aumento de los conflictos entre Europa y América, sino preparar la situación de ruptura y de división de la primera respecto a la influencia hegemónica de la segunda. Aquí Rusia tiene un papel especial.
Vea: hoy todo el mundo plantea proyectos completamente utópicos y no duda en hacerlo. Cualquier desfile gay universal con seres poshumanos poseídos por las divisas virtuales y la inmortalidad física (liberales). También el califato global (wahabitas).
Luego, aquel centro mesiánico mundial en Israel que alimenta la mano de hierro ger-toshav (sionista) [1]. Los “realistas” y los partidarios del statu quo (que dicen: no pasará nada y todo será como lo es ahora, como de costumbre, como si todo hubiera sido como ahora, sin sentido – todo fue siempre diferente, y eso depende de lo que somos como seres humanos libres, y de lo que queremos profundamente en nuestros corazones) refunfuñan un completo absurdo – no hay nada más utópico que el deseo de preservar todo lo que existe en este momento. En cualquier caso, somos guiados por grandes proyectos.
Por qué deberíamos escondernos, como tradicionalistas y esencialmente conservadores, tras la fachada de nuestros planes y proyectos basados en secos cálculos racionales (nadie nos cree de todos modos). Por lo tanto, es posible hablar abiertamente: nuestro objetivo es el Imperio Indoeuropeo – desde Vladivostok hasta Dublín. Bajo la bandera de Cristo y del Gran Monarca. El Imperio del Pueblo, gobernado por los sabios y los valientes. No existirán allí mercaderes y politecnólogos, oligarcas y usureros.
El incipiente debate sobre el potencial y la aplicación de la Cuarta Teoría Política (4TP) en los Estados Unidos es un asunto de un creciente interés e importancia dentro de la actual crisis mundial. Para que su potencial y su aplicación puedan entenderse, debemos comenzar por abordar las siguientes áreas que contienen preguntas en forma tanto de problemas como de posibilidades.
En este escrito, exploraremos los siguientes cinco elementos. En primer lugar, una introducción para una forma de analizar los problemas y las posibilidades. En segundo lugar, vamos a ver algunos de los factores materiales que indican una crisis de legitimidad en el régimen actual de los Estados Unidos. En tercer lugar, recurriremos a una descripción de los elementos del proceso orgánico a desarrollar por un movimiento intelectual de 4TP que trabaje de dentro de los EEUU. En cuarto lugar, veremos algunos de los elementos básicos que estructuran el discurso actual en los EEUU. Por último, proporcionaremos una comprensión de las opiniones políticas populares en los EEUU, principalmente la socialista y la libertaria.
El fin del capitalismo. El desarrollo del capitalismo ha llegado a su límite natural. Sólo hay un camino para el sistema económico mundial, colapsar en sí mismo. Basado en un aumento progresivo de las instituciones puramente financieras, los bancos en primer lugar, y luego de estructuras de valores más complejas y sofisticadas, el sistema del capitalismo moderno ha quedado completamente divorciado de la realidad, del equilibrio entre la oferta y la demanda, de la relación entre producción y consumo, de la conexión con la vida real. Toda la riqueza del mundo está concentrada en las manos de la oligarquía financiera mundial a través de complicadas manipulaciones, como las construcciones financieras piramidales. Esta oligarquía ha devaluado no sólo el trabajo, sino también el capital ligado a los fundamentos del mercado, garantizado a través de la renta financiera. El resto de las fuerzas económicas son esclavas de esta impersonal élite ultra liberal transnacional. Independientemente de qué sintamos acerca del capitalismo, ahora está claro que no sólo está pasando por una nueva crisis, sino que todo el sistema se encuentra al borde del colapso total.
No importa que la oligarquía mundial intente ocultar el actual colapso a las masas de la población mundial, más y más personas comienzan a sospechar que el mismo es inevitable, y que la crisis financiera mundial causada por el colapso del mercado hipotecario estadounidense y de los principales bancos, es sólo el comienzo de una catástrofe global.
Esta catástrofe se puede retrasar, pero no se puede prevenir o evitar. La economía mundial, en la forma en la que opera ahora, está condenada.
La TMM es la inserción del concepto contra-hegemónico en el área teórica específica. Y hasta cierto punto la TMM sigue estrictamente al gramscismo. Pero cuando llegamos al aspecto sustantivo del pacto contra-hegemónico, aparecen diferencias significativas. La más esencial es el rechazo del dogmatismo de izquierda: la TMM se niega a considerar la transformación burguesa de las sociedades modernas en todo el planeta como una ley universal. Así, la TMM acepta el gramscismo y la metapolítica más en la versión de la “nueva derecha” (Alain de Benoist), que en la versión de la “nueva izquierda” (R. Cox). La posición de Alain de Benoist no es exclusivista y no excluye al marxismo en la medida en que es un aliado en la lucha común contra el Capital y la hegemonía. Por lo tanto, en sentido estricto, el término “gramscismo de derecha” no es del todo correcto: sería mejor hablar de un gramscismo inclusivo (contra-hegemonía entendida en sentido amplio como todo tipo de oposición a la hegemonía, es decir, como una generalizadora y etimológicamente estricta “contra”), y de un gramscismo exclusivo (contra-hegemonía en un sentido limitado, como “pos-hegemonía”). La TMM elige el gramscismo inclusivo. Para ser más exacto, esta es la postura de superación de las derechas y las izquierdas más allá de los límites conceptuales de la ideología política moderna que pone de manifiesto el contexto de la Cuarta Teoría Política, fuertemente ligada a la TMM.
La diferencia entre el tradicionalismo y la sociología consiste en el hecho de que la sociología parte de la modernidad y juzga a la Tradición desde el punto de vista de la modernidad. Los tradicionalistas hacen lo contrario: ven la modernidad desde el punto de vista de la Tradición. La modernidad pone toda la realidad en el tiempo, en la historia. La Tradición considera las cosas a la luz de la eternidad. Por eso los sociólogos piensan diacrónicamente la pre-modernidad como algo pasado. Los tradicionalistas consideran la modernidad como un aspecto de la eternidad, es decir, como algo eterno.
Esto, por lo tanto, no es algo tan fácil de comprender. Siendo totalmente efímera la ilusión, el mundo moderno como el mundo de la perversión radical también, de una manera paradójica, pertenece a la eternidad.
Los tradicionalistas son vecinos de los estructuralistas. La Tradición y la modernidad pueden ambas ser vistas como estructuras.
La Cuarta Teoría Política es pluralista. Creo en la multiplicidad y diversidad de losDasein. Cada cultura o civilización. Toda religión y sociedad tiene su propio Daseinespecial. No podríamos imponer nuestro criterio existencial sobre ellas. Tienen que despertar sus Dasein por sí mismas. Todo el mundo entiende el Acontecimiento en sus propios términos. Para los iraníes es la venida del Mahdi. Para los aztecas el Retorno de Ketzalkoatl. Para los europeos el despertar del emperador dormido [Rey del Mundo. N.T.]. Para los indígenas es Kalki. Para los budistas Maytreya. Para nosotros, los rusos, es la aparición de Santa Sofía, la epifanía femenina del Sagrado Logos. Que los pueblos resuciten a sus dioses. Todos ellos fueron asesinados o expulsados lejos por la titánica teodicea de la modernidad. Como dijo Friedrich Junger: “allí donde no hay dioses, hay titanes”. Los Titanes. Nombre correcto. Han llegado a la cima de la Montaña Sagrada, han expulsado a nuestros dioses, han impuesto su visión materialista pervertida, sus sociedades injustas y corruptas, y sus élites codiciosas. Promueven la arrogancia como norma. Eso es la modernidad – en todas sus versiones: capitalista, marxista o nacionalista. Ahora es el momento adecuado para que los titanes caigan. Y para que los dioses regresen.
La Teoría de la multipolaridad demuestra que los estados nacionales son un fenómeno eurocéntrico, mecánico y, en una mayor dimensión, “globalista” en su etapa inicial (la idea de identidad individual normativa en forma de civismo prepara el terreno para la “sociedad civil” y, correspondientemente, para la “sociedad global”). Que todo el espacio mundial sea separado actualmente en territorios de estados nacionales es una consecuencia directa de la colonización, del imperialismo, y de la proyección del modelo occidental sobre toda la humanidad. Por lo tanto, un estado nacional no conlleva en sí mismo ningún valor autosuficiente para la Teoría de la multipolaridad. La tesis de la preservación de los estados nacionales desde la perspectiva de la construcción del orden mundial multipolar sólo es importante en el caso de que, de modo pragmático, eso impida la globalización (no contribuya a ella), y oculta en sí una realidad social más complicada y prominente – después de todo, muchas unidades políticas (especialmente en el Tercer Mundo) son estados nacionales simplemente de forma nominal, y representan virtualmente diversas formas de sociedades tradicionales con sistemas de identidad más complejos.
Por lo tanto, nuestra idea es conducir este diálogo contra todos los obstáculos históricos. Es un trabajo duro y largo, pero necesario, una vez que los reyes de la manipulación están listos para usar nuestra esencia más profunda en su juego sucio, que nos pone el uno contra el otro, incitándonos a odiar, a matar, a dominar. Necesitamos una especie de “nacionalismo del entendimiento” – aunque dándonos cuenta de lo inapropiado aquí del uso de la palabra nacionalismo: no creemos que el Estado Nación y su nacionalismo puedan llevarnos a donde queremos, porque, al fin y al cabo, las naciones están dispuestas a destruirse unas a otras con el fin de mantenerse en la cumbre, en la mejor versión del “odiar, matar, dominar”. No es nuestro caso.
También luchamos por una geopolítica y por unos regímenes políticos con una comprensión natural de la perspectiva intercultural. En esta cuestión podemos hablar de nuestra “Política del “Dasein” frente a su “Política del DanichtSein”. Pero, hasta que llegue ese momento, sólo podemos planificar nuestros caminos dentro de un marco nacionalista. Así, trabajamos por un proceso en el que, desde el nacionalismo del entendimiento, podríamos llegar finalmente a un nacionalismo del amor.
Creo sinceramente que la Cuarta Teoría Política, el nacional bolchevismo y el eurasianismo, pueden ser de gran utilidad para nuestros pueblos, nuestros países y nuestras civilizaciones. La palabra clave es “multipolaridad” en todos los sentidos – geopolítico, cultural, axiológico, económico, etc.
La visión del nous (νους, Intelecto) del filósofo griego Plotino corresponde a nuestro ideal. El intelecto es uno y múltiple al mismo tiempo, ya que contiene todos los tipos de diferencias en sí mismo – no es uniforme ni una amalgama, sino tomado en cuanto tal, con todas sus peculiaridades. El mundo del futuro tiene que ser noético de alguna manera, la multiplicidad y la diversidad deben consideradas como una riqueza y un tesoro, y no como la razón de un conflicto inevitable: muchas civilizaciones, muchos polos, muchos centros, muchos patrones de valores en un planeta con una humanidad.
La Cuarta Teoría Política rechaza la clase como concepto y niega su importancia para la creación de un sistema político basado en la comprensión existencial del Narod. Más aún, rechaza el concepto de “clase media”, que refleja la esencia misma del enfoque de clase. La clase media, igual que la persona media (esto es, promedio), es una figura social situada en el punto de máxima ilusión social, en el epicentro del sueño. El representante de la clase media corresponde a la figura de Heidegger del das Man, el portador generalizado de “sentido común”, que no está sujeto a verificación o examen. (Das Manes generalmente traducido al inglés como “El Ellos ‘, en el sentido de ‘Ellos dicen que fulano de tal vencerá en las elecciones este año…’). Das Man es la más grande de las ilusiones.
La persona media, la persona promedio, no es de ninguna manera lo mismo que la persona normal. “Norma” es sinónimo de “ideal”, a lo que uno debe aspirar, lo que uno debería ser. La persona media es una persona en el más mínimo grado, el menos individual de los individuos, la más nula y estéril cualidad. La persona media no es una persona en absoluto, es una parodia de la persona. Es el “último hombre” de Nietzsche. Y es profundamente anormal, ya que para una persona normal, es natural experimentar horror al pensar en la muerte, al experimentar intensamente la finitud del ser, al poner en duda – de forma a veces trágicamente insoluble – el mundo externo, la sociedad y las relaciones con el otro.
La 4TP afirma que la geopolítica es el principal instrumento que puede utilizarse para comprender el mundo contemporáneo. Europa debería ser reconstruida como una potencia geopolítica independiente. Todos estos puntos coinciden con los principios fundamentales de la Nueva Derecha francesa y con el manifiesto del GRECE de Alain de Benoist. Por lo tanto, debemos considerar a la Nueva Derecha europea como una manifestación de la 4TP.
Aquí nos acercamos a la filosofía, fundamental, de Martin Heidegger, el pensador más importante para la 4TP. La 4TP adopta como sujeto principal la noción heideggeriana del Dasein [Ser-ahí]. Heidegger es el paso metafísico (fundamental-ontológico) desde la Tercera Posición hacia la Cuarta. La tarea es desarrollar la filosofía política implícita de Heidegger en una explícita, creando así como consecuencia una doctrina de política existencial.
Más allá de la síntesis de dos ideologías antiliberales descubrí la Cuarta Teoría Política, que debe estar totalmente fuera de las tres teorías políticas. Ni el liberalismo, obviamente, ni el comunismo, ni el fascismo, ni el comunismo y el fascismo juntos. Porque entre el comunismo y el fascismo hay una zona antiliberal de contacto muy interesante, donde está el fascismo de izquierda, el nacional-bolchevismo de Niekisch, el socialismo identitario, el nacional-bolchevismo comunista de Stalin, etc.
Esta transición ideológica mía fue totalmente seria, no era una forma de dar otra vida al nacional-bolchevismo, que en sí mismo no era ni bolchevismo ni fascismo, era algo nuevo, era una síntesis. Porque ya en los años noventa, yo estaba en contra del racismo nacionalista, contra el chovinismo fascista y contra el multiculturalismo comunista, yo era un Tradicionalista como hoy y como antes. Un Tradicionalista que intentó encontrar los medios adecuados para luchar contra el mundo del Anticristo, el mundo del Kali Yuga, el mundo de decadencia política total que es la modernidad.
Pero el tema de la “tercer totalitarismo” bien puede surgir en el contexto de la sociología clásica francesa (escuela de Durkheim) y de la filosofía postmoderna. La sociología de Durkheim sostiene que los contenidos de la conciencia individual se forman en su totalidad sobre las bases de la conciencia colectiva. En otras palabras, la naturaleza totalitaria de cualquier sociedad, incluyendo una sociedad individualista y liberal, no se puede cancelar. Por lo tanto, el propio hecho de declarar al individuo como el valor más alto y la medida de todas las cosas (liberalismo) es en sí mismo una proyección de la sociedad, es decir, una forma de influencia totalitaria y de inducción ideológica. El individuo es un concepto social – sin la sociedad, el ser humano mismo no sabe si es o no es un individuo, y si el individualismo es o no es el más alto valor. El individuo aprende que él es un individuo, una persona particular, sólo en una sociedad en la que domina la ideología liberal, que realiza la función de medio ambiente en la operación. Así que aquello que niega la realidad social y afirma la individual también posee en sí mismo una naturaleza social. En consecuencia, el liberalismo es una ideología totalitaria que insiste, por métodos clásicos de propaganda totalitaria, en que el individuo es la instancia suprema.
1 Ultimátum a todos los grandes oligarcas (un centenar tomado de una lista de Forbes, más otro centenar que se oculta, pero que todos sabemos quiénes son) a jurar lealtad a los activos rusos (todos los activos estratégicos extranjeros y nacionales estarán ahora controlados por cuerpos especiales).
2 Nacionalización de todas las propiedades privadas de importancia estratégica.
3 Conversión de los grandes representantes del capital a la categoría de funcionarios con la transferencia voluntaria de sus propiedades al Estado. Supresión de los derechos civiles (incluyendo aquí el derecho al voto, la participación en campañas electorales, etc.) para aquellos que prefieran preservar el capital en escala no estratégica, pero significativa.
El Estado debe convertirse en el instrumento del pueblo. Este sistema debería ser llamado, de esta forma, Laocracia, literalmente, “el poder del pueblo (“Laos” es “pueblo” en griego).
A propósito de las conferencias que brindara el profesor Alexandr Dugin recientemente en la CGT y en la Casa de Rusia podemos decir, sin ánimos de exagerar, que han marcado un antes y un después para las fuerzas de la Tercera Posición en Argentina. En efecto, han puesto en evidencia que en su seno se debaten dos tendencias entre los que están abiertos a desprenderse de los prejuicios del siglo pasado, y los que no. Explicaremos algunos puntos básicos de la propuesta de Dugin, antes de pasar a verificar su validez en el terreno de la política y la historia local.
¿En qué consisten los prejuicios a los que acabamos de aludir? Si nos viéramos obligados prematuramente a quedarnos con un aspecto de los planteos de Dugin señalaríamos la condición de que para pensar una nueva posición política han de abandonarse tanto el anti-comunismo como el anti-fascismo que el liberalismo ha pregonado para enfrentar sus oponentes entre sí y salir airoso. Por su parte, la Tercera Posición sostuvo la teoría conspirativa que imaginó detrás del capitalismo yanqui y el comunismo soviético una misma conducción sinárquica globalista. Pero ya cómo una forma superior de la intoxicación liberal ciertos sectores de este campo, en especial los religiosos (pero no exclusivamente), vieron en el "comunismo ateo" el enemigo principal a combatir, y para ello se aliaron al liberalismo.
Primero, el concepto mitológico del “caos” como una condición opuesta a “orden” es predominantemente un producto de la cultura griega (en otras palabras, la europea). Esta oposición está basada inicialmente sobre la exclusividad del orden, y subsecuentemente, mientras que la filosofía desarrolla y el orden es identificado con racionalidad, el caos se ha transformado completamente en un concepto puramente negativo, sinónimo de irracionalidad, oscuridad y tontería. Es posible un acercamiento al problema de otra forma, sin embargo, en un sentido menos exclusivo, en donde el caos se revelará a nosotros como una entidad que no está opuesta al orden, sino que precede su tensa expresión lógica. El caos no es sinsentido, sino una matriz desde donde es engendrada.
En la cultura europea occidental, el caos es una “mal” unívoco, pero este no es el caso en otras culturas. El multipolarismo rechaza considerar a la cultura europea occidental como universal, y por lo tanto, el caos mismo pierde su imagen negativa unívoca y el orden correlacionado con él como una imagen positiva. El multipolarismo no razona en términos de caos u orden, pero siempre exige explicaciones- qué es el caos, qué es el orden y qué sentido específicamente una cultura ocupa uno u otro término. Sabemos aproximadamente cómo la cultura occidental entiende el caos y el orden, pero ¿cómo lo hace la China, por ejemplo? Ciertamente, la idea de “tao” que es crucial para la filosofía china (“El camino”) es descrita en muchos textos en términos que sorprendentemente nos recuerdan las descripciones del caos. Por lo tanto, el acercamiento polar declara que el entendimiento del caos y del orden va de acuerdo a la civilización y de ninguna forma la concepción occidental no es universal.
La idea de ecúmene está ciertamente vinculada a la de humanismo, pero entendido este como “una forma viviente que se desarrolla en el suelo de un pueblo y persiste a través de los cambios históricos”. El humanismo clásico greco romano busca la realización del ser del hombre a través de su formación. La referencia al suelo de un pueblo, según la cita, nos muestra la encarnadura del antiguo humanismo, que el mayor de los poetas latinos, Virgilio, refuerza cuando aconseja pensar a partir del genius loci. Concepto que encierra las ideas de clima, suelo y paisaje.
Este arraigo que se mantuvo en el humanismo hispánico, se pierde en el humanismo ilustrado, que es, con pequeñas variantes, el que manejan los regímenes liberales, socialdemócratas y las Naciones Unidas, actualmente en el mundo. Las ideas de civilitation y Kultur colaboraron a ello.
En materia de constitucionalismo, el siglo XXI está traicionando al siglo XX. Durante el siglo pasado, con vaivenes dramáticos y desenlaces trágicos que dejaron un séquito de muerte y de dolor, una creación decimonónica, el Estado de derecho, fue tomando la figura que se creyó y se enseñó como definitiva. Esto es, la de una forma política, la estatal, que vive en el derecho hasta consustanciarse con él y donde este mismo derecho encuentra su total concreción, siendo el elemento común vinculante la ley, que es por un lado todo el derecho y resulta, a la vez, del otro, creación estatal. El “Estado de derecho” del Ochocientos había sido una bandera desplegada contra el “Estado de poder”, el Machtstaat. El “Estado de derecho” del Novecientos creyó resolver de una vez para siempre la tensión dialéctica entre derecho y poder, entre Recht y Macht, aporía contra la que se habían dado hasta allí de cabeza los juristas. Quizás esta síntesis se produjo más en la intención que en el logro cabal, como dan a entender los clásicos de la época, hoy algo olvidados. Gerhard Ritter hablaba de la “demonía del poder” como una media luz ambigua y siniestra, que indicaba posesión2. Friedrich Meinecke dedicó al tema un grueso volumen3, en el que fluctúa entre ambos términos del dilema, aunque en el párrafo final de la obra, evitando mirar el rostro de esfinge del poder, aconseja al poderoso que lleve en su pecho, a la vez, al Estado y a Dios “si no quiere que gane imperio sobre él aquel demonio del que nunca es dable desprenderse en absoluto”. En fin, para terminar este rápido recordatorio, Hans Kelsen, que diluyó aquella dualidad estableciendo la identidad entre derecho y Estado.
Cuando se trata de abordar la relación que el título de este trabajo propone, entre nuestro autor y el concepto jurídico-político de federación, aparece de inmediato una dificultad. El federalismo resulta un tema episódico en su obra -un índice temático de la opera omnia schmittiana registraría escasas entradas del término. Más aún, puede sospecharse que se trata, antes que de una presencia restringida y a contraluz, de una ausencia a designio. Entonces, además de reseñar lo que dice sobre el federalismo, cabría preguntarse, también, el por qué de lo que calla. Schmitt es un autor tan vasto y profundo que, como todos los de su categoría, habla también por sus silencios, dejando una suerte de "escritura invisible" que el investigador no puede desdeñar.
El lector de Schmitt advierte, ante todo, que cuando nuestro autor se refiere al Estado, a la "unidad política" por excelencia, no suele detallar las modalidades de su organización interna y, especialmente, de cómo se articula hacia adentro, funcional o territorialmente, el poder. Autodefinido como último representante del jus publicum europaeum, Schmitt destaca en el Estado su capacidad de lograr la paz interior, sin preguntarse demasiado por cuáles mecanismos se alcanza. Las preguntas iniciales, pues, podrían ser: formuladas así: ¿cabe el federalismo dentro de la estatalidad clásica, propia de aquel jus publicum y tan cara a Schmitt? ¿Nuestro autor concibió otras formas políticas trascendentes a aquella estatalidad clásica? Si ese ir más allá se dio ¿hubo lugar para el federalismo?
No puedo defender la nación, porque la nación es un concepto burgués imaginado por la modernidad para destruir las sociedades tradicionales (Imperio) y las religiones para su sustitución por pseudo-comunidades artificiales basados en la identidad individual. Actualmente, la nación está siendo destruida por las mismas fuerzas que la crearon en el primer período de la modernidad. Las naciones han cumplido su papel de destructor de identidades orgánicas y espirituales, y ahora los capitalistas destruyen sus propios instrumentos para hacer posible la globalización.
Debemos atacar el capitalismo como un enemigo absoluto, responsable tanto de la creación de la nación como simulacro de la sociedad tradicional como de su destrucción actual. La razón de la catástrofe actual tiene sus raíces en los fundamentos ideológicos y filosóficos del mundo moderno. Y la modernidad que era blanca y nacional en su origen se ha vuelto global al final. Es por eso que los Identitarios deben elegir su campo real: la Tradición (lo que incluye su propia tradición indoeuropea) o la modernidad. El atlantismo, el liberalismo, el individualismo son las formas del mal absoluto para la identidad indoeuropea, que son incompatibles con ella.
El sueño americano es en realidad más como una película de terror apocalíptica. Todas las cosas que usted ha mencionado, y más, son muy comunes aquí. Algo malo te puede suceder en cualquier momento y además suele sucederte con frecuencia.
Hay muchas personas que se resisten a estas influencias, por supuesto, pero estrictamente hablando, estamos detrás de las líneas enemigas. El enemigo controla toda la policía y el ejército sirve lealmente a las ideas venenosas, gran parte de las masas haciendo cola de la calle creen que el sistema es correcto.
Pero la historia demuestra que las cosas pueden cambiar en poco tiempo. Una chispa puede causar un incendio forestal. Estamos tratando de ser la chispa.
¿Si Estados Unidos va a desaparecer? Es nuestra esperanza, y luchamos para ello por todos los medios. La muerte de los Estados Unidos sería una victoria para el conjunto de la humanidad.
Vladimir Putin no fue ni es solo un mero candidato político que accede el poder. Su voluntad de hacer de Rusia una potencia y romper el unilateralismo norteamericano tiene una explicación ideologica que sustenta esa voluntad. Y Alexander Dugin no es ajeno a todo ello. Su ultima obra, La cuarta teoría política, desarrolla el nuevo escenario ideológico del siglo XXI. Para Dugin, el liberalismo, el fascismo y el comunismo han muerto. Ninguna de esas tres teorías políticas pueden dar respuesta a los problemas de hoy. Como explica en su propia web, “el liberalismo, que siempre ha buscado la minimización de la política, decidió, después de su victoria, eliminar por completo la política. Probablemente para no permitir la formación de una alternativa política y hacer eterno su reino o simplemente debido al agotamiento de la agenda política debido a la ausencia de enemigos, que, según Carl Schmitt, son necesarios para la formación de una posición política”.
Alexander Dugin imagina una ‘Gran Europa’ como poder geopolítico con su propia identidad cultural, sus propias opciones políticas y sociales y su propio sistema de defensa, su propio acceso a sus recursos energéticos y minerales y su capacidad intacta para la toma de decisiones políticas. En otras palabras, Dugin anuncia una Europa soberana con un procedimiento realmente democrático para la toma de decisiones. Frente a quienes se erigieron en guardianes del mundo, las ideas presentadas en este libro constituyen la oportunidad para encontrar naciones equilibradas, justas y mejores. Otro mundo alternativo donde cualquier cultura digna, sociedad y fe, tradición y creatividad, encuentren su propio lugar. Bienvenidos al siglo XXI.
La guerra contra Rusia es por ahora el tema más discutido en Occidente. Todavía es solo una hipótesis y una posibilidad. Puede dar la vuelta a la realidad en función de las decisiones que se adopten por todas las partes involucradas: Ucrania - Moscú, Washington, Bruselas .
No quiero discutir aquí todos los aspectos y toda la historia de este conflicto. Propongo en cambio un análisis de sus profundas raíces ideológicas . Mi visión de los principales acontecimientos se basa en la Cuarta Teoría Política cuyos principios he descrito en mi libro homónimo aparecido en inglés en Arktos Editorial hace unos cuantos años.
Así que no voy a estudiar la guerra de Occidente con Rusia ni a evaluar sus riesgos, peligros , problemas, costos o consecuencias, pero sí analizaré el significado ideológico de él a escala global. Voy a pensar en el sentido de dicha guerra hipotéticamente y no en la propia guerra (real o virtual).